La alfombra roja de la avaricia

La alfombra roja de la avaricia
Una alfombra V’Soske puede venderse hasta en 1 millón de dólares y, aun así, este patrono alega no poder costear un salario decente para sus trabajadores.

Ernesto Sepúlveda. Wilfredo Flores. Gabriel Rolón. Juan Marrero. Ángel Pagán. Daniel Vázquez. José Otero. Luis Chéverez. José Calderón. Ricardo Rolón. Víctor Valentín. José Venegas. Isaías Pantoja. Ramón Marrero. Carlos Rolón. Iván Fuentes. Luis Hernández. Orville Santos. 

Dieciocho trabajadores que laboran para la firma V’Soske, en Puerto Rico. 

Son vecinos de Vega Baja, Ciales, Manatí, Morovis y Vega Alta. Sus edades fluctúan entre los 40 y 65 años. Algunos son primos. Incluso, hay quienes tuvieron a sus padres y hasta abuelos trabajando allí, y de ellos aprendieron.

¿Qué hacen estos trabajadores? Los dieciocho confeccionan alfombras a mano. Desde el paso uno hasta el último, es decir, el trabajo de laboratorio, el estampado, la costura, las terminaciones y el engomado. Alta destreza, precisión y gran ojo, porque allí la tecnología es bastante rudimentaria. Debido a ello, algunas de estas piezas toman meses en terminarse. 

Pero, atención, esto sucede porque las que hacen no son cualquiera alfombra. Son piezas de lujo, diseñadas y elaboradas para clientes y clientas muy particulares y exigentes. Por ejemplo, la firma de arquitectos Peter Marino, Chanel, Christian Dior, Gucci y Louis Vuitton. Además, celebridades como Sting, Ricky Martin, Madonna, Tina Turner y Harrison Ford tienen las suyas, creadas enteramente en Vega Baja. De estos dieciocho trabajadores, y de sus predecesores por supuesto, hay alfombras en El Vaticano, en la Casa Blanca, en el Museo de Arte Moderno de Nueva York y en La Fortaleza. 

Gracias al trabajo experto de todos los trabajadores que ha tenido V’Soske en Puerto Rico, su fundador fue nombrado por The New York Times (1983) como el “decano de la alfombra americana”.

Los dieciocho trabajadores también son miembros de la United Steelworkers, Local 6582, organización sindical que, tanto en Puerto Rico, como Estados Unidos y Canadá, representa trabajadores y trabajadoras en una diversidad de industrias en el sector privado. En el caso de V’Soske, la Unión los representa desde hace más de cinco décadas. Hoy día, hay delegados de la Unión cuyos padres y abuelos también lo fueron. Entre ellos el orgullo es doble porque se saben parte de una cofradía de trabajo que hace un producto único en el mundo, así como de una cultura sindical que ya es un elemento que corre en la familia. 

Hay trabajadores en V’Soske que aspiran a que sus hijos también lo hagan, para que no se pierda el arte. Sin embargo, desde hace poco más de un mes, estos trabajadores están en huelga indefinida debido a que no han llegado a un acuerdo con la compañía en la negociación de su convenio colectivo. Como consecuencia, la producción fue totalmente paralizada y la clientela aún espera por su codiciada alfombra. 

La negativa del patrono a negociar mejores términos y condiciones de empleo, un mejor salario y un trato justo de parte de la gerencia, entre otras acciones de lo que en el marco de la ley se denomina prácticas de mala fe, provocó la decisión de los dieciocho. Nadie entra a trabajar hasta que el patrono se siente en la mesa, ofrezca y firme un salario decente, entre otros detalles.

Para estos trabajadores, visto está que la avaricia de este patrono es ilimitada. Producen persistentemente y por petición alfombras de lujo, pero paradójica y cínicamente V’Soske alega no tener dinero para pagarle un salario digno a su mano de obra ultra especializada. Es la avaricia y el abuso en su expresión más obscena. Nada raro en el mundo laboral en Puerto Rico, por atenernos a nuestro contexto, donde impera una cultura patronal basada en la precarización de la fuerza laboral y en las ventajas que ofrece el agresivo desmantelamiento de la legislación de protección obrera. Todo esto con la total anuencia de los dos principales partidos políticos que representan los grandes intereses económicos. 

La intransigencia de V’Soske ha llegado al extremo de amenazar a sus trabajadores con sustituirlos. Detalle ridículo por lo irracional. Como si hacer alfombras de lujo a mano fuese algo que se aprendiese de un día para otro. Si hasta las agujas que utilizan para coser las hace uno de esos trabajadores especialmente para ellos. 

A pesar del tiempo transcurrido en huelga, los dieciocho trabajadores se mantienen firmes en sus reclamos. Nadie los mueve de su huelga hasta que logren lo deseado. Están conscientes de lo que hacen y que su trabajo es exclusivo. Ahí está el orgullo y el compromiso, matizado por el respaldo de su Unión. 

Me gustaría pensar que la huelga acabará pronto porque merecen prevalecer. Merecen mejores condiciones de empleo y culminar con una victoria la negociación de su convenio colectivo. Y merecen, más que nada, que su trabajo sea respetado y valorado tanto como el producto que sus manos hacen. Una alfombra V’Soske puede venderse hasta en 1 millón de dólares y, aun así, este patrono alega no poder costear un salario decente. Esta es la alfombra roja de la avaricia. 


Sobre Josué Montijo
Josué Montijo

Josué Montijo (1975, Ponce) es escritor e historiador. El sepulturero de mi padre (Ediciones Laberinto, 2022) es su libro más reciente.


Únete a nuestra comunidad y apoya a PRTQ

Para continuar haciendo nuestra labor de forma económicamente sustentable, contamos con las contribuciones de nuestra membresía.

Por tan solo $5 al mes, nuestra membresía recibe un email mensual con un resumen de todos los artículos que publicamos ese mes, y tiene la habilidad de dejar comentarios en los artículos en nuestra página web y participar así de la conversación que generen nuestros y nuestras autores y autoras.