En la tienda

En la tienda
Daisy Sánchez narra un encuentro inesperado en Marshalls.

Les cuento, porque me gusta contarles, que hace dos días hice una visita terapéutica al “templo”… Marshalls. Llevaba días encerrada con un catarro tradicional, pero como ahora si estornudas tienes COVID, me hice la prueba forzosa para tranquilidad de mis únicos dos familiares muy cercanos, mis hermanes.

Ya estoy divagando. Regreso al templo. Por esos pasillos repletos de porsiacasos y cosas inútiles me encontró un hombre de unos 80 años muy bien llevados. Muy erguido, mahones y camisa de cuadros en juego, tenis y sombrero. Me preguntó cuál envase debía usar para guardar aceite de oliva ¿cristal o metal?   Luego me explicó que “su mujer” había muerto recientemente. Se estrenaba el pobre en el mundo de la viudez y andaba por Marshalls como cucaracha en baile de gallinas. Le dije que usara el de cristal y continué mi viaje de sanación emocional.

Más adelante lo escuché explicar a otra persona su situación y pedir consejo sobre un sartén que le permitiera freír sin salpicar la estufa. Ahí me enteré que la cocina era dominio de su esposa y él apenas comenzaba a aprender a preparar arroz blanco con algo de éxito porque le quedaba siempre amogollao no como solía hacerlo su compañera, “bien granosito”. La interlocutora le dio varios consejos para confeccionar un arroz blanco que le ayudara a sobrellevar su añoranza por un arroz como el que solía comer... y él tomó nota.

Más tarde me lo encontré en la caja para pagar. Le explicó a la que cobraba que estaba devolviendo varios utensilios de cocina porque no eran los correctos, según le dijo su vecina de muchos años, que probablemente conocía al matrimonio y le ayudaba a sortear el sentimiento de desamparo. También le contó lo del arroz y que era un viudo reciente. Su esposa de 40 años había muerto porque el corazón ya débil y cansado dejó de latir. Pero “solo, solo no estaba”. Tenía dos hijos adultos y nietos. Se lo querían llevar “pero por allá hace mucho frío y a mí no me gusta el frío”. Añadió que tampoco quería dejar el hogar que con tanto sacrificio construyó con su esposa y que le mantenía cerca de su recuerdo.

Era evidente que este hombre no tenía ninguna intención de echar a un lado la memoria de su compañera de viaje, pero por sus incursiones en actividades noveles para él, tampoco se sentaría a ver la vida pasar. Su esfuerzo merecería apoyo de las estructuras sociales y gubernamentales. Pero al igual que él, cientos de mujeres y hombres en nuestro país – quizás miles– están solos en este empeño.

¿A dónde van estas personas saludables, llenas de vida que desean mantener su independencia y buscar nuevas experiencias? Por ahora, el principiante de viudo encontró esa respuesta en la tienda que solía visitar “a refunfuñones” con su difunta esposa. Por esos pasillos repletos de tonterías que consumimos como si el mundo se fuera a acabar, conversa y pide consejos a otras personas que le escuchan con pena de sí mismas porque saben que hablan con un espejo y algún día podrían estar en su lugar. Sólo esperan enfrentar la soledad con la prestancia que este hombre lo hace.


Sobre Daisy Sánchez
Daisy Sánchez

Su labor profesional en el campo del periodismo y la investigación le han merecido varios reconocimientos. Dos de sus libros han sido premiados: "Cita con la Injusticia" y "La que te llama vida: In?


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