En Marshalls
Nota sobre el contenido: Este cuento de ficción contiene descripciones explícitas de naturaleza sexual.
A la señora O le encanta ir a Marshalls. Es de las pocas tiendas que visita, pues prefiere las compras en línea. Pero Marshalls le resulta distinto, una terapia de distracción, burbuja de placer que se otorga sin represión alguna.
Prefiere el de Santurce, cerca de su casa. Vaga entre pasillos de ropa, zapatos, carteras, joyas, productos de belleza, utensilios para la casa, muebles y comestibles. Cautivante la variedad con la que se topa, aunque no siempre compra.
Allí también se cita con amantes, a quienes tantea mediante mensajes escritos. Comparece quien esté disponible para el día y la hora. Le place el trámite arbitrario porque ella detesta las complicaciones y más cuando se trata de disfrutes sexuales.
El lunes pasado tuvo libre en su trabajo, así que organizó el encuentro para media mañana, concluida su clase de yoga. Mensaje corto vía wasap y Ricky, gerente del dealer Audi donde le dan servicio al de ella, aceptó. Quedaron cerca de los probadores. Entrarían con piezas de ropa.
Hacía rato no lo veía. Tomó unos segundos para apreciarlo y olerlo. Registró notas de rosas y azafrán, inusual en los hombres. Le gustó y, sin dilación, se quitó los pantalones de yoga color burdeos y luego el panti, aun húmedo por el sudor.
Lo tomó por el cuello y lo haló hacia ella. Ricky se dejó llevar Le mostró el panti, mínimo y de un gris transparentado. Huélelo, dijo la señora O con voz de suave dominio. Él lo tomó en sus manos y olfateó varias veces. Incluso, lamió la parte más olorosa buscando algo más. Mirándolo a los ojos, ella le bajó el zipper del pantalón y metió su mano para sacar lo que le interesaba. Ricky introdujo el panti en la boca de la señora O, después lo retiró lentamente y la besó, dejando en su boca una considerable porción de saliva. Con un pequeño y eficiente vibrador de dedo, ella comenzó a masturbarse. Él hizo lo mismo con su mano.
Se miraron a los ojos. Ricky la agarró por el pelo, le echó la cabeza hacia atrás y mordisqueó su cuello. La leche salpicó el espejo del probador y ella, viéndola manar, se vino en excelente sincronía. Generaron escaso ruido.
La señora O limpió todo el semen con su panti y se lo puso. Bye, dijo ella señalando la puerta. No hubo beso de despedida.
Aprovechó para probarse algunas piezas. Le gustó una camisa verde para su hermana.
Al salir del probador, encontró una empleada en el pasillo acomodando mercancías en una tablilla. La muchacha ni la miró, apenas intercambiaron un buen día.
Sobre Josué Montijo
Josué Montijo (1975, Ponce) es escritor e historiador. Después vino la zozobra (Ediciones Laberinto, 2024) es su libro más reciente.
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