Voltear la tortilla
Cuando joven, se hablaba mucho sobre los procesos electorales en Venezuela. En aquel entonces, se decía que eran de los mejores, los más transparentes y democráticos de América Latina. Lo escuchaba, pero no podía emitir una opinión porque carecía de los criterios para hacerlo. En cuanto tuve edad para votar, me inserté en el mundo de la política electoral local y, entonces, pude mirar el comportamiento en los procesos electorales de nuestros países hermanos desde otra perspectiva. Hoy, sin peritaje en el tema, puedo decir que es evidente cómo los asuntos electorales han cambiado desde hace varios años hasta los comicios más recientes del pasado 28 de julio de 2024. Los cambios no sólo han ocurrido para el contexto venezolano, sino para el de Puerto Rico también.
Una de las características principales de las elecciones en Venezuela en el pasado ciclo es que trece partidos políticos entraron a la competencia, detalle que ocurre en muchos países de América Latina, aunque no así en Puerto Rico. Algo que también se suscita con frecuencia en los comicios de estos países es que las figuras políticas de oposición al gobierno actual concretan pactos de apoyo entre ellos para ganar fuerza electoral. Evidentemente, esas movidas estratégicas se asemejan a la del Partido Independentista Puertorriqueño y al Movimiento Victoria Ciudadana al crear la Alianza. Importante señalar, esto no necesariamente representa una amplitud en el ejercicio de la democracia, puesto que lo que define la pureza y amplitud del proceso democrático es el proceso en sí mismo. Toca mirar siempre quién determina la estructura y quién o quiénes la controlan; cuáles son los mecanismos que sé utilizan y el acceso que tiene el pueblo a esos mecanismos de selección.
En Puerto Rico, el tema de lo sucedido en Venezuela en las pasadas elecciones ha estado en boca de mucha gente. Sobre todo, en figuras ligadas directamente a la dupla PNPPD. Lejos de asumir el tema bajo una perspectiva analítica, seria e inteligente, estos personajes tomaron la ruta fácil y burda: ataques al comunismo, al socialismo y las dictaduras asociadas a dichas ideologías. Vimos y escuchamos críticas al presidente Nicolás Maduro acusándolo de haber controlado los procesos electorales para salir victorioso.
De forma ridícula, las voces del PNPPD trajeron por los pelos el tema tratando de hilvanar una comparable irreal entre esos eventos en Venezuela y los nuestros para el mes de noviembre 2024. La estrategia de esas cornetas fue inyectar miedo usando conceptos que ni siquiera se molestan en definir ni muchos menos contextualizar justamente. Al contrario, se trata de montar un paredón al garete. Alrededor de dichas argumentaciones, se publicaron fotos de Juan Dalmau, candidato a la gobernación por la Alianza, con el presidente venezolano con el fin de obligar al candidato a asumir una postura sobre la situación de las elecciones en ese país. Por supuesto, esperaban una respuesta categórica de Dalmau defendiendo a Maduro para, entonces, atacarlo.
Para sorpresa de muchos y muchas, Dalmau no defendió la gestión política del presidente Maduro y mucho menos trató con paños tibios la forma en que el gobierno reprimió al pueblo opositor en las calles. Esto le dio un giro a la discusión pública haciendo que los medios formularan preguntas más dirigidas a las condiciones en las que se encuentra el pueblo y la forma en que se dieron los procesos electorales. Es interesante cómo el análisis sobre Venezuela comenzó a cambiar el discurso de la gente en las redes sociales, en las páginas de medios digitales y demás espacios de opinión. Dalmau comenzó haciendo una invitación a definir los conceptos que tanto repiten sus opositores políticos (comunismo, socialismo y otros más) para desde ahí debatir de forma profunda y honesta. Más allá, basó su línea argumentativa en una invitación a mirar las carencias del pueblo venezolano para obligarnos a contrastarlas directamente con nuestro contexto boricua. Ese giro analítico llevó a muchos de nosotros y nosotras a plantearnos coincidencias entre el contexto de Venezuela y Puerto Rico.
Un ejemplo me parece altamente significativo. Durante el proceso de radicación y certificación de candidaturas en los comicios venezolanos, se levantaron serias denuncias sobre procesos amañados e incongruencias por parte de la oficialidad gubernamental controlada por Maduro y su partido político. De hecho, allá se descalificó a María Corina Machado como candidata a la presidencia, alegándose una serie de incumplimientos. Machado fue legisladora y en esta elección buscaba medirse a Maduro luego de haber ganado las primarias opositoras con más del 90% de los votos. Sin duda, se perfilaba como la candidata favorita para enfrentar al mandatario. Como sabemos, el gobierno de Puerto Rico, a través de sus tribunales, descalificó a varios candidatos y candidatas del Movimiento Victoria Ciudadana, dos de ellos son incumbentes en la legislatura del país. Tal como sucede en Venezuela de Maduro, las estructuras encargadas de dirigir las elecciones en nuestra isla responden al ejecutivo de turno, controlando la Comisión Estatal de Elecciones y todos sus procesos. Cuando un partido controla totalmente estos procesos, tanto en Venezuela como en Puerto Rico, asumimos que harán todo lo posible para prevalecer en todo momento.
Se alega que en Venezuela no hubo transparencia en los procesos electorales y eso es fatal para la democracia. Incluso, se dice que Maduro orquestó cambios de última hora en los procesos electorales para garantizar en todo lo posible su victoria. ¿No les parece esto muy semejante a lo que hizo el PNP con el Código Electoral aprobado a última hora en el 2020? ¿No les parece que la falta de transparencia electoral que se critica tanto en Venezuela ocurrió aquí y sigue ocurriendo en la CEE controlada por el PNP? ¿O es que allá no se puede, pero acá sí? ¿Allá es dictadura y fraude y acá qué?
Se ha señalado que los funcionarios del presidente Maduro se negaron a entregar las actas electorales. ¿Y los maletines con papeletas encontrados en estructuras abandonadas y hasta debajo de los puentes luego de cerrados nuestros colegios de votación en el 2020? Otra vez, parece que allá sí es fraude, pero según el PNP acá no.
La democracia de un país debe ser evaluada en gran medida por la participación real y activa que tiene la ciudadanía en las decisiones de política pública que se pretendan establecer. Para eso se necesitan procesos electorales transparentes, accesibles y participativos. El giro en la discusión sobre las elecciones venezolanas representó para muchos de nosotros y nosotras una mirada distinta a la coyuntura electoral a nivel local. Provocó un análisis más profundo sobre muchos de los discursos que venimos escuchando por décadas. La forma en que se manejó el tema por parte de Dalmau y los integrantes de la Alianza tuvo la dosis de sofisticación electoral que se necesita en estos tiempos. Le dieron la vuelta a la tortilla.
Fue inteligente concentrar la conversación en asuntos puntuales y problemas reales de ambos pueblos, en la justicia social y el trato digno a personas que practican un ejercicio que debe ser democrático. Además, me pareció atinado el plantear cómo se deberían atender esos asuntos desde la gobernanza y pensando en el bien colectivo. Así se disipó la bola de humo que crearon los miembros de los dos partidos principales. Si pensamos en los problemas reales que enfrentamos (energía eléctrica, salud, educación, vivienda y demás servicios esenciales) podemos mirar más allá de derechas e izquierdas y escapar de las trampas que nos lanzan los mismos de siempre. Esto es un cambio importante para el proceso electoral. Las personas están cansadas de la corrupción y el pillaje. Si en Venezuela salieron a votar por un cambio pensando en su bienestar y no en partidos, estatus o sistemas políticos, igual lo podemos hacer acá. Tengo la esperanza de que las y los puertorriqueños tomarán este proceso electoral en sus manos, saldrán a votar y en noviembre ganemos nosotros y nosotras. Así también voltearemos la tortilla.
Sobre Karen De León Otaño
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