Marcas de amor y carros destartalados
Ocurrió un domingo temprano en la mañana. Necesitaba un par de cosas del supermercado y decidí ir antes de que calentara el día. Me monté en mi carro destartalado como diría el gobernador si lo viera y llegué a mi destino.
Como era temprano logré estacionarme casi frente a la puerta.
Entré, hice mi compra con calma, pagué y salí. Al llegar al carro un hombre entraba a estacionarse justo al lado y tuve que esperar a que bajara del carro para poder pasar. Salió de su carro, y caminó hacia mí. De pronto se detuvo, miró mi carro con alegría, ternura y evidente aprecio. Sonrió y me dijo, “Señora ese es un gran carro, ese carro no tiene muerte”. Miré mi carro y pensé este hombre está loco o ciego, mi carro tiene la pintura del bonete descascarada, está chocado por un lado, o sea corresponde a la descripción del gobernador de un carro destartalado y este hombre dice que es un gran carro y ni le ve falta, creo que hasta lo encuentra bello. Demás está decir que quedé impactada. Sus palabras me sorprendieron, la expresión en su rostro, sus gestos genuinos, su amor y aprecio por la marca, su ternura iban más allá de lo dicho.
El gobernador había logrado acomplejarme bastante por la condición de mi carro así que sus palabras de aprecio a mi chustrito me conmocionaron. El continuó la conversación. Me dijo que su carro tiene 20 años, que había sido de su papá y que ahora le daría un cariñito. Por mi parte le conté que el mío tiene 24 años, que primero fue de mi hija, luego de mi hijo, después de mi esposo y ahora lo estoy usando yo porque mi carro está en estado de coma. Terminada la conversación nos despedimos, subí la compra a mi Corolla y me fui a casa.
Hace años lei un libro de publicidad titulado “Lovemarks: el futuro más allá de las marcas, escrito por Kevin Roberts ex CEO mundial de la agencia de publicidad Saatchi & Saatchi. Me encantó desde su primera página en la que aparece una cita del ex vicepresidente ejecutivo de Toyota, Yoshio Ishizaka. “Marcas, imagen o marcas de amor son determinadas por los clientes, esa es la esencia”.
Más adelante, el libro menciona que “El amor necesita respeto desde el principio, sin él, el amor no durará. Respeto es necesario en la carrera larga.” No sé por qué, pero me quedé pegada con el tema. Y reflexionando sobre el encuentro del supermercado y la lectura del libro pensé que del amor y el respeto nace la confianza vital entre una marca y quienes la consumen.
En Puerto Rico un carro es esencial pues no contamos con sistemas adecuados de transportación pública. Así que un carro que dure muchos años merece aprecio aunque por fuera esté destartalado.
Pasaron unos días, empecé a pensar que debía escribir sobre la experiencia, pues ese encuentro me hizo cambiar de opinión sobre mi carro, olvidé al gobernador y comencé a apreciarlo y a no importarme su apariencia de destartalado.
Una semana después tuve cita con mi Naturópata. En la sala de espera estábamos el guardia de seguridad y yo. Empezó a conversar conmigo de unas y otras cosas. Mi carro podía verse a través de la puerta. De pronto se quedó mirándolo y me dijo, “Señora ese es un gran carro, un Toyota no muere”. No lo podía creer. Recordé el anuncio del vampiro de Toyota y sonreí.
En dos semanas el mismo mensaje, usted tiene un Toyota, un carro que no muere. Aumenté mi aprecio a su servicio, en estos 24 años ha pasado por cuatro choferes sin quejarse, su motor está como un cañón, realmente nos ha dado un gran servicio y como dice el anuncio nunca nos ha dejado en la carretera. Entonces entendí a esos hombres y su respeto a esa marca que por su historial de servicio se ha ganado el título de marca de amor.
El aprecio es un valor importante en cualquier asunto de nuestras vidas porque va más allá de las fachadas y concede el respeto infinito a lo esencial que se transforma en amor. En este caso a esa marca que por su historial de servicio se ha ganado el título de marca de amor.
Ya lo había dicho el Principito, “Solo con el corazón se puede ver bien, lo esencial es invisible a los ojos”.
Sobre Delvis Griselle Ortiz
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