40 años de Buscando América
El retrato de Rubén Blades a un continente en estado de ebullición
Puedo cerrar los ojos y regresar al lugar exacto donde escuché el disco -más bien, cassette- “Buscando América” por primera vez. Año 1984, estaba frente a la marquesina de la casa donde me crié. Mi hermano Julio lavaba su auto nuevo, un Nissan Sentra color blanco, acompañado por algunos amigos de la urbanización. La rutina de lavar el carro incluía poner música al más alto volumen posible para que a nadie le quedara duda de que el sistema de sonido del vehículo era de último modelo, potente y con, mínimo, 4 bocinas (¡Pioneer!) para respaldarlo.
De pronto, comienza a sonar una música que años después supe se llamaba doo-wop… el doo-wop recesó y se produjo una pausa dramática.
“La exseñorita no ha decidido qué hacer…”, entonaba la voz que salía por las bocinas. En este punto, apenas transcurridos segundos de la canción, mi atención era total.
“… En su clase de geografía, la maestra habla de Turquía, mientras que la susodicha sólo piensa en su desdicha y en su dilema. ¡Ay qué problema!”.
Para los oídos de un niño de 9 años, la instrumentación de aquel tema guardaba un cierto parecido a la salsa que se escuchaba entonces. La letra no. Esto no era “Para ti bailador” de la Mulenze o “Tirándote Flores” de la Orquesta de Bobby Valentín. Esto, en definitiva, era una cosa muy distinta.
La canción siguió y de la angustia de “la exseñorita” pasamos al cuento del “señor de la casa de alquiler” que le hace una propuesta deshonesta a su vecina casada, lo que derivará en un salpafuera en el que un bate de béisbol (“de esos que dicen ‘Tony Armas / Slugger’”) será protagonista. Para cerrar, la historia del “borracho” que, con varios tragos de más encima, se cree “James Bond”, aunque con consecuencias trágicas.
La suerte estaba sellada. Aunque todavía no me enteraba bien a quién pertenecía la voz detrás de aquella canción que me regaló tres deliciosos cuentos en apenas 5:00 minutos, aunque me tomaría varios años entender aquel verso de “porque esperar es mejor a ver si la regla viene”, en ese preciso instante supe que ese señor que cantaba y yo nos llevaríamos bien por el resto de nuestras vidas.
No tardé en saber que la persona que cantaba era Rubén Blades, que la canción se llamaba “Decisiones” y que formaba parte de un cassette llamado “Buscando América”. Rápido y sin la necesidad de buscar en Google (¡era 1984!) conecté los puntos: este es el mismo artista de aquel otro laaaargo cuento cantado llamado “Pedro Navaja”. El mismo de “Buscando Guayaba”. Hmmm… interesante. Más que cantante, era evidente que este señor era un cuentista. Y no cualquier cuentista, sino uno de los mejores.
Así comenzaba oficial y conscientemente mi relación con la música del artista panameño, vínculo que sigue fuerte a día de hoy. Más importante aún, iniciaba mi interés por conocer más sobre su forma de pensar, sobre su visión del continente americano y su ideario.
Amedida que fui creciendo y pasé de niño a adolescente y de adolescente a joven adulto ya en la universidad, “Buscando América” y toda la obra que Blades grabó posteriormente para el sello Elektra Records, se convirtió en un referente musical, cultural, histórico, filósofico y político para mí.
Resulta irónico, si con “Buscando América” Blades cantaba de su intento por ‘encontrar’ el continente que le habían “desaparecido los que temen la verdad”, para mí la canción y el disco homónimo sirvieron para ‘descubrirlo’. Más bien, para ‘descubrir’ esa otra América sobre la que no se me enseñaba en la escuela, y que Blades recogía en sus canciones de desaparecidos, dictaduras y curas que condenaban la violencia, aunque la guerra les hallara “un domingo de misa, dando la comunión en manga ‘e camisa”.
Pero, ¿qué pasaba en nuestro continente cuando publica el disco?
De acuerdo a los créditos en el material que acompaña el álbum, “Buscando América” se grabó en EUROSOUND Studios en la ciudad de Nueva York entre los meses de mayo, julio y agosto de 1983. El disco se publicó el 3 de abril de 1984.
Para mediados de 1983, mientras el panameño trabajaba en las canciones que conformarían el disco, todavía Chile, Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay tenían dictaduras militares rigiendo sus destinos en América del Sur. En Centroamérica, en tanto, se libraba una guerra civil en El Salvador, mientras Estados Unidos asediaba a Nicaragua tras el triunfo de la Revolución Sandinista en 1979.
Más al norte, en México y Cuba, el Partido Revolucionario Institucional (PRI) estaba encaminado a gobernar por sexta década seguida y Fidel Castro por su tercera. Mientras, Estados Unidos tenía a Ronald Reagan como presidente, un actor transformado en político que cumplió dos términos en Casa Blanca y que se convertiría en un ídolo del ala republicana de ese país.
Como ha sido harto documentado y estudiado, Estados Unidos tuvo mucho que ver en todo lo que pasaba al sur de su frontera en ese momento y décadas antes. Inmerso en la Guerra Fría con la Unión Soviética y tras el triunfo de la Revolución Cubana en 1959, la política intervencionista estadounidense se activó para tratar de evitar a toda costa que más ‘Cubas’ se levantaran a lo largo y ancho del continente. Fue así que surge la Operación Cóndor, un plan de represión y terrorismo de Estado coordinado por las dictaduras -y con el apoyo de Estados Unidos- para aplastar todo lo que ‘oliera’ a oposición, socialismo o comunismo. También la nefasta Escuela de las Américas, operada por el Ejército estadounidense en Panamá, y en la que se enseñaba a torturar, matar y desaparecer personas y cuyos ‘alumnos más aventajados’ liderarían luego golpes de estado y dictaduras militares en diversos países latinoamericanos.
Organizaciones de Derechos Humanos estiman que sólo entre las décadas del 1960 y el 1980, alrededor de 90,000 personas fueron víctimas de desapariciones forzadas en América Latina. Este crimen, una herida que sigue abierta en el continente, es el tema central de una de las composiciones más importantes del disco de Blades.
“Desapariciones”, con un arreglo en ritmo de reggae del bajista Mike Viñas, fue uno de los vehículos que usó el artista para demostrar al mundo que sus inquietudes musicales y como autor sobrepasaban lo que era la música salsa en la época, más concentrada en el bailador o en canciones de corte amoroso o de despecho.
La clave que hace funcionar “Desapariciones” a nivel de letra es que, desde la ficción, era una canción con la que podía identificarse cualquiera que hubiese sufrido los horrores de un gobierno dictatorial en esa época, ya fuera en Argentina o Chile, dos de los países donde más desapariciones forzadas fueron llevadas a cabo por los gobiernos militares.
En esos países -y otros a lo largo de América- se conocía de historias como las de la “Clara Quiñones”, el “Agustín” o la “Altagracia” que Blades nombra en la canción y que fueron desaparecidos con total impunidad por las instituciones llamadas a proteger a la ciudadanía, sin que todavía hoy se sepa nada de muchos de ellos y ellas.
Llegados a este punto, queda claro de donde Blades extrajo el material que lo llevó a componer temas como “Desapariciones”, “GDBD” (acrónimo de “Gente despertando bajo dictadura”, que es identificado en los créditos del disco como un “cuento cantado”), “El Padre Antonio y su monaguillo Andrés” y la obra cumbre del disco, “Buscando América”. Pero, ¿qué estaba pasando en su carrera?
Una de las razones por las que afirmo que “Buscando América” es el disco más importante en la carrera de Rubén Blades, tiene que ver no solo con la urgencia y pertinencia de las composiciones en el contexto social de la época, sino por lo arriesgado de la propuesta a nivel artístico.
El Blades que crea “Buscando América” era un hombre que, aunque ya había logrado gran éxito profesional y los discos en que participó (sobre todo “Siembra”) habían vendido decenas de miles de copias, todavía tenía mucho que probar.
¿Probar? ¿Qué tendría que probar un artista ya establecido como cantante y autor que había compuesto clásicos como “Pedro Navaja”, “Pablo Pueblo”, “Paula C” o “Sin tu cariño”?
Mucho.
Blades alcanza reconocimiento internacional como artista de la mano del productor y socio musical, Willie Colón, quien antes de ‘presentar’ al panameño en el álbum “Metiendo mano” de 1977, ya era una estrella de la salsa en Nueva York y parte de América Latina, sobre todo gracias a sus grabaciones con Héctor Lavoe para el sello discográfico Fania.
Cantar con la orquesta de Willie Colón y grabar para Fania representaban una oportunidad única de difusión para el panameño. En Colón, Blades encontró la figura con la credibilidad, trayectoria y apertura para seguir puliendo sus dotes como cantente, compositor y creador. Sin embargo, para la cúpula de Fania, con Jerry Masssuci a la cabeza, no era simpática la idea de tener un artista cantando canciones como “El Cazanguero” o “Pablo Pueblo”. Pero en la orquesta de Willie, Blades encontró el espacio para experimentar y crecer. El resto, como dicen, es historia.
A “Metiendo Mano” le siguieron las producciones “Siembra”, “Maestra Vida I y II”, “Canciones del Solar de los Aburridos” y “The Last Fight”.
Sin embargo, molesto con los desmanes e incumplimientos en el pago de regalías a los artistas del sello disquero, entre otros malos tratos, Blades busca salir. Fania le pone el tranquillo y le dice que sólo quedaría libre si cumple con entregar todos los discos a los que estaba obligado bajo contrato.
Es de esa vorágine de grabaciones que Blades realiza para cumplir su pacto contractual con Fania que quedaron discos como “El que la hace la paga”, “Mucho mejor” y Doble filo”, entre otros.
Visto a la distancia, todo lo hecho por Blades en aquel momento para salir del contrato con Fania Records y unirse a Elektra parecía lógico y bien pensado. Pero la movida bien pudo constituir su ‘suicidio’ artístico y profesional.
Para empezar, el panameño firmó un contrato con una empresa discográfica estadounidense que no tenía artistas de salsa en su catálogo. Abandonó el sonido con el que se había dado a conocer en los discos con Willie Colón para Fania Records, prescindiendo del trombón, una decisión premeditada, pero no por eso menos riesgosa. Encima, en lugar de un disco de salsa, Blades publica un álbum de siete canciones que musicalmente se adhiere a lo que él mismo describió a la revista Rolling Stone en julio de 2022 como “mixtura”. Aquí un extracto de la entrevista:
“En ese momento los discos de salsa no tenían mixtura, todo tenía que ser de salsa. Es un proceso que yo llamo ahora mixtura. ¿Qué quiere decir eso? Que puedo poner en un álbum distintos géneros. En ese tiempo yo no podía hacer eso. Como te dije, yo empecé con el rock, pero no podía poner una canción de rock en un álbum con Willie Colón. Los salseros me hubieran matado, hubieran averiguado dónde yo vivía y me hubieran ido a buscar pa’ ahorcarme porque cómo es posible, cómo se te ocurre que vas a poner una vaina en inglés, o una vaina con un sonido de rock en un álbum de salsa, ¿no?
Eso no quiere decir que las influencias no las tenía, lo que pasa es que, primero, estaba formando parte de un grupo que no era mío, era el grupo de Willie Colón con su sonoridad que yo no iba a cambiar. Cuando yo salgo del grupo de Willie Colón, entonces sí, creo Seis del Solar, ¿por qué? Porque Seis del Solar ya tiene vibráfono, que era una manera de homenajear también a Cheo Feliciano, uno de mis ídolos.
Seis del Solar es el grupo de músicos que acompaña a Rubén en la grabación de “Buscando América” y que, además de Mike Viñas en el bajo, incluía a Oscar Hernández en el piano, Eddie Montalvo en las congas, Louie Rivera en el bongó, Ralph Irrizary en el timbal, Ray Adams en la batería y Ricardo Marrero en el vibráfono y sintetizador.
Sobre la incorporación del sintetizador a su agrupación cuando debuta con Elektra Records, Blades dijo lo siguiente en la misma entrevista con Rolling Stone:
“El sintetizador me facilitaba la oportunidad de seguir ahora con los elementos del rock y el jazz. Y luego la introduje en ‘Desapariciones’, porque allí, como el contenido era tan directo, yo no quería que la gente bailara esa canción. Entonces utilicé el reggae porque el reggae era, primero, un fondo musical de contenido político. Y segundo, porque quería crear una melodía circular con un argumento casi hipnótico, sonoro y repetitivo. Pero entonces, ahora tengo batería para una canción nada más, y no puedo estar viajando con un tipo que va a salir a tocar un tema nada más y se va, entonces hay que incorporarlo a la banda porque la batería es otra dirección, otro instrumento. Entonces, empezamos a utilizarlo ya abiertamente como una mezcla donde está salsa, rock y jazz”.
Cuarenta años después de su publicación, uno puede imaginar que la reacción inicial de la afición salsera cuando escuchó “Buscando América” por primera vez fue de cierto estupor, una especie de shock. De los siete temas del disco, el que tal vez suplía un sonido más cercano a la salsa era “Todos vuelven”, una canción del escritor y compositor peruano, César Miró, que ha sido versionada en inumerables ocasiones y que el propio Blades ya había interpretado en la banda sonora de la película “Crossover Dreams”, pero en una versión mucho más rudimentaria.
El resto de los temas, aunque arreglados sobre la clave, constituían una experimentación y fusión con otros ritmos. “Caminos verdes”, por ejemplo, tiene pinceladas de rock progresivo en su arreglo, con coros y armonías más propios del pop o del jazz.
“Voy llegando a la frontera… eeeh… eeeh… eaaeeh / Pa′ salvarme en Venezuela… eeeh… eeeh… eaeeh”
-Letra de Caminos Verdes
Curiosamente, cuatro décadas después, los “caminos verdes” sobre los que cantaba Blades, siguen ahí. Solo que en lugar de ser andados por migrantes de Colombia u otras naciones del cono sur que se acercaban a la frontera ‘pa’ salvarse en Venezuela’ (entonces un símbolo de estabilidad y esperanza en la región), hoy son recorridos a la inversa por los venezolanos que buscan sus propios “caminos verdes” hacia una mejor vida fuera de su país.
Más que fijarse en lo que no es (por ejemplo, no es un disco de salsa), conviene valorar y revisitar “Buscando América” por todo lo que sí es. Y lo que es, según mi opinión, es un documento histórico sonoro único, que captura como pocos trabajos artísticos de la época a un continente en conflicto, con su identidad lacerada por la corrupción y su pasado colonial.
Quien quiera saber qué sucedía en América Latina en la primera mitad de la década del 80, solo tiene que escuchar “Buscando América” (bueno, para escuchar el disco hoy día hay que tener una copia física o acudir a YouTube, pues actualmente no se encuentra disponible en plataformas digitales de música como Spotify o Apple Music). El álbum no es un libro de historia, pero bien pudo serlo. No puedo pensar en un mejor cumplido para un trabajo que pasa con las más altas calificaciones la prueba más importante de todas: la del paso del tiempo.
Publicado originalmente en www.medium.com, reproducido con la autorización del autor.
Sobre Noel Algarín Martínez
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