por Brayan Sánchez

El pasado lunes 27 de abril, mediante una carta firmada por su Directora Ejecutiva, Natalie Jaresko, la Junta de Control Fiscal exigió a la gobernadora, Wanda Vázquez, culminar el proceso de privatización de la Corporación de Puerto Rico para la Difusión Pública. Y es que, según el Plan Fiscal aprobado por el ente en mayo de 2019, la transferencia de WIPR debía finiquitarse antes del 31 de marzo de 2020, cuando la corporación dejaría de recibir asignaciones de fondos.

Según información de la Oficina de Gerencia y Presupuesto, para el Año Fiscal 2019-2020, los gastos operacionales de la corporación pública ascienden a $20.7 millones de los cuales, $11.8 millones provienen del fondo general y fondos federales. Por su parte, WIPR genera $4.2 millones, acumulando un déficit operacional de alrededor de $4.7 millones.

En 1936, la primera emisora pública de transmisión continua se estrenó en Londres con el nacimiento de la Corporación Británica de Radiodifusión (BBC). Veintidós años después, bajo la sombrilla del Departamento de Instrucción Pública, Puerto Rico iniciaría su propio proyecto de educar, informar y entretener a través de la televisión. WIPR fue la primera estación de televisión educativa en Latinoamérica y la tercera en el ámbito de Estados Unidos. El pasado 6 de enero la emisora pública cumplió 62 años ininterrumpidos al aire.

Como otras tantas instituciones públicas, WIPR no ha estado exenta de los vaivenes de la política-partidista en Puerto Rico. Sin embargo, sacrificar el animal en lugar de tratar los parásitos que lo aquejan es una respuesta mediocre que, aplicada en cada uno de los escenarios donde el Estado no ha sido efectivo resultaría en una transferencia completa del aparato gubernamental a manos privadas.

Existen muchísimos modelos exitosos de corporaciones para la difusión pública. Algunos ejemplos son la Corporación de Radio y Televisión Española (RTVE), la Corporación Británica de Radiodifusión (BBC) y el Servicio Público de Radiodifusión en los Estados Unidos (PBS). ¿Por qué debemos renunciar al nuestro? Con sus luces y sus sombras, WIPR ha sido un vehículo de difusión de la cultura y el folclor puertorriqueño. Entregarlo a manos privadas sería renunciar, no a la televisión pública que existe, sino a la televisión pública que pudiera ser.

Y es que, por un ahorro anual de poco más de once millones de dólares, estaríamos renunciando a la posibilidad de que la Universidad de Puerto Rico pueda utilizar una de las frecuencias disponibles luego de la transición de la señal análoga a digital en el 2011. Estaríamos renunciando a un magnífico taller para las escuelas de comunicaciones, que proveería experiencias formativas de campo invaluables y permitiría desarrollar una variada oferta televisiva en colaboración con el resto de las facultades.

También estaríamos privando al Departamento de Educación de una herramienta de formación a través de formatos audiovisuales que bien pudieran complementar sus currículos a lo largo de todo el semestre con programación acorde con los temas que las y los estudiantes están recibiendo en el salón de clases.

De la misma forma, estaríamos privándonos de la posibilidad de que organizaciones periodísticas de probada valía como el Centro de Periodismo Investigativo, Pulso Estudiantil y 80grados, y otros medios alternativos, encuentren en los espacios de radio y televisión de WIPR un taller para desarrollar y presentar sus investigaciones.

Desde hace muchos años WIPR ha sido vehículo de importantes aportaciones de la clase artística, de la academia, de comunidades diversas, incluyendo jóvenes, educadores, científicos, salubristas, documentalistas…

Por la posibilidad de una televisión pública, de calidad y puertorriqueña, así como por su legado, historia y misión inconclusa, ¡reclamamos la permanencia del carácter público de la Corporación Puertorriqueña para la Difusión Pública!

* El autor , graduado de Nuestra Escuela, es consultor en temas de comunicación, redes, gráfica y diseño.

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