Una mujer mira hacia el mar
En la canción “Visa para un sueño”, Juan Luis Guerra narra la emigración de los dominicanos hacia Puerto Rico. Este popular merengue describe el anhelo de los dominicanos de construir un futuro próspero para ellos y sus familiares. La emigración empujada por precariedades económicas, teje historias conmovedoras, de perseverancia y lucha. En las corrientes del Canal de la Mona, los inmigrantes dominicanos se someten a un viaje destinado a la muerte y a la incertidumbre. Una se pregunta: ¿tendrán sus historias un final feliz o trágico?
Betty, una mujer de 39 años de edad, encarna esa travesía en “yola” a la que se someten un sinnúmero de dominicanos buscando ese sueño “americano” o “puertorriqueño”, que les promete escapar de las carencias monetarias que viven en su país. Betty es una mujer negra con “sazón”, su alegría y carisma contagian y le succionan las energías a cualquiera. Al escucharla hablar con tanto regocijo, dudarías que una mujer tan positiva fue inmigrante indocumentada, madre soltera de dos niños, cabeza de familia y sobreviviente de cáncer.
Su historia comienza en el año 1998. Tenía 18 años de edad. Cuando se montó en la embarcación estaba decidida. Con miedo, pero decidida. “Quería ser alguien en la vida, estudiar, ser una profesional. En mi país cuando tú no tienes recursos, aunque tengas el deseo de estudiar, se te hace difícil. No quería terminar como muchas de mis compañeras: con siete y ocho muchachos. Quería superarme”, aseguró Betty mientras se tomaba una taza de café negro. Desde la Romana, una provincia de la República Dominicana, inició el viaje que tenía como destino Puerto Rico. Luego de llegar a la Romana, se trasladaron a una isla desconocida cerca del pueblo de Bayahíbe. En aquella isla se apreciaban los reflejos de las luces de las costas de Borinquen. Los once tripulantes estuvieron un mes preparando la embarcación en la isla fantasma. Intentaron zarpar dos veces, pero la “yola” se inundaba. Como dicen por ahí “a la tercera va la vencida” y un 15 de enero, a las 1:00 p.m., Betty partió hacia Puerto Rico con un corazón llenó de esperanzas e ilusiones.
La peligrosa travesía duró 16 horas en alta mar. Lo más difícil fue cruzar el Canal de la Mona. “Vas en contra de la marea. Cada vez que pasas una ola, la yola brinca y tienes que agarrarte de las partes de la embarcación para no caerte. El Canal de la Mona es un trago muy amargo. Tu sientes que la embarcación como que la jalan para el lado”.
En la orilla de la playa de Aguadilla
A las 4:00 a.m., Betty llegó a una de las playas del pueblo de Aguadilla. Una amiga de Betty que, también era inmigrante dominica, le ofreció su casa como hospedaje. Los conflictos, el discrimen y la xenofobia comenzaron cuando consiguió trabajo en una panadería. “Los jefes cuando tú no tienes papeles, abusan”, aseguró. La jornada de trabajo comenzaba a las 5:00 a.m. y terminaba a las 10:00 p.m., por una paga de $250 semanales. Recuerda que en ese trabajo, un policía se le acercó, le propuso que se acostara con él y si no lo hacia la reportaría con emigración. Betty con miedo, pero demostrando serenidad le dijo: “llama a emigración, pero yo no me prostituyo”.
Las inmigrantes dominicanas experimentan este tipo de violencia física y emocional en forma constante, según reveló un estudio realizado por la Escuela Graduada de Trabajo Social de la Universidad de Puerto Rico y el Centro de la Mujer Dominicana.
Con el pasar de los años, trabajó en distintos lugares y, en casi todos, aguantó humillaciones y discrimen por ser dominicana. En Taco Maker, le tiraban la basura al suelo y le decían, “ustedes los dominicanos vienen aquí a recoger basura”.
Cuando se casó con el padre de su primera hija, consiguió regular su estatus migratorio. En el año 2000, el expresidente de los Estados Unidos Bill Clinton crea una amnistía que trató de legalizar la situación de más de 800,000 emigrantes que viven y trabajan en el país norteamericano de un modo clandestino. Esta amnistía que se llamó Ley de Justicia para los Latinos y Inmigrantes se aplicó en Puerto Rico por ser colonia de los Estados Unidos.
Luego de obtener el seguro social y el permiso para trabajar legalmente, Betty vuelva a trabajar en otra panadería. El incidente que ocurrió en esa panadería, le brindó las fuerzas para decidir que debía estudiar. “Una vez una señora en un ‘rush’ me pidió un café. Yo le di el café. Ella confundió la azúcar con la sal. Y le dijo a una persona ‘es que cuando yo la veo a ella, me pongo bruta’. Ese día le dije a mi jefa, que yo me iba a superar en Puerto Rico. Yo quería darle a demostrar a la gente que el dominicano puede. Que el dominicano se puede superar. Que el dominicano puede estudiar”.
Y así lo hizo. Betty estudió un bachillerato enfermería con una especialidad en hemodiálisis en National University College. Se graduó y aprobó la reválida de enfermería embarazada de su segundo hijo. Actualmente, trabaja como enfermera en un centro de hemodiálisis. Cuando le preguntas por qué escogió la profesión de enfermería, contesta que su madre estaba enferma y quería entender más la condición. La madre de Betty murió, y ella no pudo acompañarla en su último aliento de vida. “El mayor gozo que yo tengo es que cada vez que atiendo un paciente la veo a ella reflejada”, expresó con nostalgia.
Betty se siente realizada por romper con los estereotipos que crea la xenofobia. “Vine a este país como Dios me trajo al mundo: sin nada. Yo nací dos veces: El 14 de mayo, por el vientre de mi madre, y el 16 de enero, por el agua”. Este relato ejemplifica una de las caras de la emigración.
*Este reportaje forma parte de la serie sobre “Pobreza y desigualdad social en Puerto Rico” preparado por los alumnos del curso “Redacción periodística” que dicta el profesor Luis Fernando Coss en el Recinto de Río Piedras, Universidad de Puerto Rico.
Sobre Alejandra Lara
Alejandra Lara Infante es estudiante de Información y Periodismo con una concentración menor en Estudios de la Mujer y Género de la Universidad de Puerto Rico, Recinto de Río Piedras. Colabora co
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