Quince faros, quince historias
La placidez y la furia del paisaje marítimo quedan a su disposición. La orientación diurna, aunque con más urgencia la nocturna, son su prioridad. El faro aún existe y será siempre necesario porque es más accesible identificar su estela de luz con la vista y leer las señales que sus lentes brindan. Esta isla posee quince, construidos en su mayoría por la Corona española aunque algunos fueron culminados bajo el entonces recién estrenado dominio estadounidense a inicios del siglo XX.
El deteriorado estado de la mayoría contrasta con su esplendoroso pasado pero ahí siguen, con la dignidad del que sabe que cuando la eficaz tecnología falla, la habilidad probada se impone. Sobre ellos hablaron las hermosas imágenes logradas por Sonia Fritz y su grupo de estudiantes en la Universidad del Sagrado Corazón en el documental 15 faros de Puerto Rico, que desde el 20 de agosto podrá verse en algunas salas de cine del país.
Setenta y un minutos fueron suficientes para los realizadores lograr su meta de intrigar al espectador sobre esos faros que han sido tragados por el paisaje. La costumbre de verlos, muchos de ellos inoperantes, invita a su olvido y el documental enciende un gran lente -como los de Fresnel, ¡los más hermosos!- que trae de vuelta nuestra atención a ellos.
Mediante entrevistas precisas a historiadores como Walter Cardona y arquitectos como Beatriz del Cueto se reconstruye su importancia. Conocemos no solo datos sobre su construcción, su estilo arquitectónico y modo de funcionamiento sino que logramos reconstruir el trabajo del farero, la vida de su familia instalada en la estructura y su impacto en el vecindario marítimo que a su alrededor transita.
El significado real y metafórico de esas elevadas torres que anuncian que hay tierra a la vista, que exhortan a tomar precauciones ante los acantilados invisibles al ojo humano para evitar accidentes y que hasta se percatan de naves averiadas y pueden dirigir a ellas auxilio, se hilvana en los comentarios realizados además por gestores culturales, fareros retirados, descendientes de éstos que recrean la vida en ellos y personal de la Guarda Costanera estadounidense que ahora se ocupa de su mantenimiento, especialmente de las luces tipo LED y las planchas solares que van sustituyendo los antiguos lentes.
En tiempos de la aplicación Sistema de posicionamiento global (GPS por sus siglas en inglés) los faros todavía brindan a los pescadores marcas certeras en el mar, tanto en la oscura madrugada como de día. Esos testimonios subrayan la vigencia de lo que consideramos reliquias.
A duras penas algunos faros se mantienen, otros han recibido mantenimiento gubernamental o comunitario y la mayoría evidencian años de salitre y olvido.
Humanizar su labor de líder en la oscuridad resulta tan efectivo en el documental que comienzan a doler su corrosión, sus cristales empeñados, sus puertas desvencijadas y sus pisos sucios.
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El viaje comienza con el Faro del Morro (1908) ubicado en el Castillo San Felipe del Morro en el Viejo San Juan y el espectador empieza a recorrer nuestras costas a vuelta redonda saltando de torre en torre. Un sencillo barco animado recorre un antiguo mapa a manera de guía.
Se visita el Faro de los Morrillos en Arecibo (1898), el Faro de Punta Borinquen en Aguadilla (1889), el Faro de Punta Higuera en Rincón (1893), el Faro de los Morrillos en Cabo Rojo (1882), el Faro de Isla de Mona en Mona (1900), el Faro de Cayo Cardona, en Ponce (1889), el Faro de Caja de Muerto en Ponce (1887), el Faro de Punta Tuna en Maunabo (1892), el Faro Punta de las Figuras en Arroyo (1892), el Faro de las Cabezas de San Juan (1882) y el
Faro de Guánica (1893), ambos en Fajardo, los de Vieques, Punta Mulas (1898) y Puerto Ferro (1899) y el Faro de Culebritas en Culebra (1885).
Éste último, además del de Mona, están en terrible estado. Muestran el claro efecto del descuido pero al mismo tiempo, cuando escudriñas en ellos, saltan los rastros de un pasado activo y elegante. La mampostería, el ladrillo y el baño de cal parecen regresar; la losa italiana, en algunos casos; los lentes de segundo orden, especialmente los Fresnel y su delicada confección artesanal levantan bandera y hacen notar su presencia.
Los recursos naturales alrededor del faro -desde el carey en Mona hasta el acantilado rojizo y redondo en Cabo Rojo- inciden en el relato sin robar el momento del faro protagonista.
Especial atención merece la intervención musical de alumnos del Conservatorio de Música de Puerto Rico -algunos egresados del programa Música 100 x 35- quienes interpretaron la pieza compuesta especialmente para el trabajo por su profesor Enrique Bayoán Ríos Escribano.
El faro como enclave familiar para el farero y su núcleo es un punto importante en el documental gracias a entrevistas jocosas con personajes que tuvieron la vivencia, como es el caso de Elba Rodríguez, o heredaron el relato de primera mano El faro como punto de encuentro comunitario bien se ejemplifica con la labor educativa que en el de Fajardo tiene lugar y con la revitalización de Punta Mulas en Vieques. El faro como herramienta vital para la vida en el mar queda al descubierto con las confesiones de los pescadores que aún hoy lo utilizan como marca al lanzar sus redes.
Pronto el documental 15 faros de Puerto Rico llegará a las pantallas de cine. Verlo es desempolvar un pasado olvidado y encender la imaginación para creer esas historias que siempre surgen en las noches de campings playeros.
FICHA TÉCNICA
15 faros de Puerto Rico
- Sonia Fritz-Dirección/Producción
- Carlos Zayas/Director de Fotografía
- Margarita Aponte/Sonido
- David Moscoso/Edición
- Enrique Bayoán Ríos Escribano/Música
- José Elí Pérez/Mezcla de sonidos
- Edgar Lebrón/Corrección de color
Salas de cine
- Fine Arts Miramar
- Fine Arts Café Hato Rey
*Publicado originalmente en la revista Lapicero Verde.
Sobre Tatiana Pérez Rivera
Periodista y escritora. Colabora con la revista Oenegé de la Fundación Ángel Ramos. Formada en el Recinto de Río Piedras de la Universidad de Puerto Rico, cuenta con más de veinte años de exper
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