Presentación del libro “La generación que tomó las calles”
Lo primero que debo decir es que siento un gran privilegio de tener la oportunidad de hacer la presentación de este libro “La generación que tomó las calles” del amigo Manuel de J. González. Le agradezco que me haya puesto en contacto con unas historias y unos procesos que, aunque de alguna manera no los desconocía y me eran familiares, no fue hasta leer este texto que puede completar con mayor certeza mi conocimiento sobre aquellos años de tanta efervescencia militante. Me parece que me puedo ubicar una generación posterior a la de Manuel, así que desde mi adolescencia me formé política e intelectualmente escuchando referencias a muchos de los hechos que Manuel narra y argumenta como vivencias propias en este sugestivo libro. Así pues, los hechos, los lugares, los personajes y muchos otros elementos del libro no me resultaron extraños, aunque por primera vez tuve la oportunidad de sentirme más cerca de los sucesos.
Todo libro tiene su propia razón de ser. Me parece que la razón de ser de este que presentamos hoy surge de la necesidad imperiosa de su autor por dejar plasmados unos acontecimientos que son no solo relevantes, sino que además podemos catalogar como imprescindibles en la historia política contemporánea puertorriqueña. En algún momento el autor nos confiesa que se debatió ante sí mismo si colocar los 8 ensayos que comprende la obra en una página electrónica afiliada con el periódico Claridad, uno de los grandes protagonistas del libro. No hubiera sido mala la idea, pero la decisión de publicarlos en forma de libro le da mucha más trascendencia y difusión sin duda alguna. En otras palabras: el libro le hace mayor justicia a un periodo particular repleto de múltiples interrogantes y significados muy vigentes aún. Así que felicito a Manuel por la decisión que como él mismo dice: no fue sencilla.
A menudo un libro no tiene una sola razón de ser, hay otras tantas, a veces ocultas y a veces develadas oportunamente por el propio autor o autora. Hay una razón de ser muy importante que Manuel nos devela y con la cual coincido plenamente: Manuel nos llama la atención de que todo este periodo de tiempo recogido en este libro requiere y precisa de mucha investigación científica ulterior. Metafóricamente podemos decir que ahora que la pólvora se ha dispersado podríamos entender y calibrar mejor cómo sucedieron las cosas y por qué.
Es necesario que las nuevas generaciones estudien con rigor este realmente no muy largo pero enjundioso y valioso periodo de tiempo que Manuel llamó acertadamente “La generación que tomó las calles”. Ojalá que la lectura de este libro abra las curiosidades a las nuevas generaciones para visitar este periodo y se pueda hacer además de investigación científica, documentales y otros tipos de trabajos fílmicos que el país valorará gratamente.
Hay quienes dicen que la casualidad es una categoría histórica. Y hace apenas unos pocos meses acudí a una actividad en la que Rubén Berríos Martínez hizo una emotiva presentación sobre su amigo y adversario político Juan Mari Brás. Entre las frases de elogios que el aiboniteño entretejió con elocuencia para el insigne mayagüezano, hubo una que me pareció que le hizo gran justicia a la trascendencia del legado político de Juan Mari Brás. En aquel momento Rubén Berríos reconoció que probablemente una de las más importantes contribuciones a la lucha política que hiciera Juan Mari Brás radicaba precisamente en que Juan “nos enseñó a tomar la calle” (cito libremente).
Estoy seguro de que cuando Berríos Martínez pronunció sus palabras no conocía que ya había un libro en proceso de alumbramiento que reiteraba también de alguna manera simultánea el mismo reconocimiento. Y es que no puedo dejar de pensar que el título de este libro debe guardar una estrecha relación a manera de homenaje a uno de los grandes protagonistas de su obra. Manuel de J. en múltiples ocasiones nos cuenta de su estrecha relación con Juan Mari y del respeto que siente por su liderato, por su pensamiento intrépido y su visión política transformadora.
Manuel de J. González asumió conciencia social muy temprano en su vida y esa toma de conciencia lo llevó a convertirse en un ferviente luchador contra toda suerte de injusticias en particular la situación colonial de la Isla, pero también contra las manifestaciones más puntuales derivadas de la propia condición colonial como la resistencia contra el servicio militar obligatorio durante la Guerra de Vietnam. Esa militancia aguda siendo a penas un rapaz, lo llevó a conocer y padecer en carne propia las penurias de la poderosa y prácticamente omnipresente persecución política a consecuencia de su manera de pensar. Gracias a toda la abundante información contenida en su voluminosa carpeta, Manuel de J. pudo ejercitarse como historiador de fuentes primarias para la confección de este libro. Apoyado por la precisión de sus fuentes de datos, Manuel nos adentra a lo que fue un mundo de sigilo y observación sistemático alrededor suyo. Él mismo concluye que le sorprendió la intensidad inicial de la persecución en su contra ya que no guardaba relación con su condición entonces de soldado raso, quien entonces apenas debió haber tenido poco más de 16 años.
Quizás sus perseguidores, más allá de su juventud, notaron en el mocano, de orgulloso origen campesino, una fuerte determinación no muy peculiar que les hizo pensar que aquel jovencito se convertiría en un arrojado militante en las luchas más significativas que se dieron en las décadas de los años sesenta y setenta.
Su época de militancia comienza como solía pasar con muchos otros tantos, a su llegada precoz a la UPR en Río Piedras directamente del Barrio Cuchillas de Moca. En la Universidad nos cuenta Manuel de J. que tuvo dos pasiones: el estudio que nunca descuidó a pesar de su intensa vida política y, por su puesto, su otra pasión fue la militancia y la lucha política. Militante de la Federación de Universitarios Pro-Independencia, la cual llegó a presidir, pronto también se unió al Movimiento Pro-Independencia (MPI), movimientos políticos ambos que nacieron y se hermanaron porque desde las luchas universitarias hubo una convergencia hacia la lucha social más general como podemos apreciar en la narración de Manuel.
Uno de los ensayos que más me cautivaron emocionalmente fue su relato sobre su estrecha amistad con José Rafael Varona, a quien apodaban cariñosamente “Fefel”, héroe estudiantil internacional reconocido por la Unión Internacional de Estudiantes (UIE). El joven estudiante puertorriqueño, en representación de organizaciones estudiantiles de todo el mundo, fue en una misión de solidaridad al Vietnam que en aquel entonces se encontraba en guerra por su soberanía. Un bombardeo sorpresivo de aviones de guerra estadounidenses dio con la comitiva estudiantil y fueron ferozmente atacados, hiriendo de muerte al dirigente puertorriqueño que falleció un año después en Moscú a consecuencia de las heridas de las que lamentablemente nunca logró recuperarse. Manuel nos cuenta amenamente de su amigo entrañable y de sus andadas de entonces. Fue en esa narración que por vez primera supe de un “Fefel” más íntimo en su vida cotidiana. Así pudimos conocer que más allá de su gran sagacidad política, aquel joven dirigente fue un ser humano muy alegre, enamorado y uno de esos estudiantes militantes que andaban con la libreta doblada en el bolsillo trasero de su pantalón, como nos cuenta Manuel jocosamente sobre su amigo.
Es en realidad en el frente estudiantil donde se forja el liderato y la personalidad política del joven Manuel de J. en aquellas protestas y luchas universitarias que se amalgamaron dando paso a los reclamos por mayor democracia universitaria, la resistencia contra la derecha extrema y por supuesto el rechazo al servicio militar obligatorio. Ese joven mocano a través de su militancia fue también parte de los incipientes esfuerzos que se hicieron entonces para internacionalizar el reclamo por la autodeterminación del pueblo puertorriqueño. Fue parte esencial y actor de las nuevas tesis de la lucha política de la FUPI, el MPI y más tarde su evolución el Partido Socialista Puertorriqueño que le dieron una virazón insospechada a la lucha por la independencia y del socialismo muy en boga en esas décadas. Manuel nos narra de sus aventuras por las principales organizaciones estudiantiles internacionales como su participación en la formación del Congreso Latinoamericano de Estudiantes (CLAE) cuyo secretariado permanente se albergó en La Habana y Puerto Rico logró obtener un asiento en dicho organismo. De hecho, Manuel nos cuenta de los valiosos aportes de “Fefel” Varona en las negociaciones para lograr ese objetivo político que ayudó a comenzar a romper el aislamiento internacional sobre la situación política de Puerto Rico.
Igual nos narra el autor sobre la participación de estudiantes puertorriqueños y su representación durante varias décadas en el secretariado permanente de la entonces vigorosa UIE con sede en la mágica capital checoeslovaca (hoy Chequia), Praga, que sin dudas es una de las ciudades más bellas de Europa. Manuel nos devela con detalles poco conocidos como aquellos esfuerzos internacionales lograron efectivamente una fuerte internacionalización de los más importantes reclamos del pueblo puertorriqueño.
Todo ese caudal intenso de militancia y activismo llevó a Manuel de J. a pagar un alto precio. El inquieto estudiante mocano nos narra cómo fue expulsado de la UPR poco antes de graduarse tronchando una de sus grandes aspiraciones, la de convertirse en abogado (aunque posteriormente pudo terminar y conseguir una maestría en planificación y más tarde logra finalmente su anhelo de ser abogado). Manuel también conoció la cárcel de la Princesa. De esa experiencia única nos cuenta como, lejos de hacerlo lamentarse y amilanarlo, aquella notoria prisión fue en realidad un orgullo ya que él admiraba los grandes seres humanos luchadores que fueron encarcelados allí mismo precisamente por sus compromisos patrióticos. Así enfrentó con total entereza moral y espiritual su encerramiento en aquel legendario e histórico recinto de confinamiento. Como si fuera poco todo eso, el precio a pagar por ser consecuente militante y retar los cimientos coloniales no terminó ahí. Manuel tuvo que enfrentar una acusación criminal junto a otros 25 estudiantes la cual enfrentó con igual entereza. Resulta por supuesto muy interesante su evaluación tantos años después del rol del juez federal Hiram Cancio en el desempeño de sus labores y cómo también un personaje de la judicatura pudo enfrentar sus propias contradicciones y desde su posición logró conciliar su conciencia revirtiendo una sentencia de un año por una hora ejerciendo su discreción en un famoso caso contra Edwin Feliciano Grafals por negarse a cumplir el servicio militar obligatorio.
La interrupción forzosa de sus estudios lo llevó a estrechar profundos lazos con una institución a la cual Manuel jamás ha dejado de apoyar y respaldar: ese es el semanario Claridad. Ese periódico, único en su clase, creado con un propósito claro de apoyar todos aquellos esfuerzos de lo que se llamó la Nueva Lucha por la Independencia de Puerto Rico. Parte de este libro es la historia política de Claridad desde una entrañable relación que Manuel desarrolló. Observamos que Manuel también creció y desarrolló en parte su personalidad desde sus diversas ocupaciones en el periódico.
Es gracioso porque en algún momento afirma en su relato que no se considera escritor. Sin embargo, ha sido periodista y columnista de Claridad por décadas y en esas experiencias sin duda lo ayudaron a pulir destrezas de redacción y ensayística que quedan plasmadas en este libro. Pero su relación con el semanario ha sido compleja. En uno de los capítulos del libro su autor nos narra de los múltiples atentados y ataques que fue objeto Claridad en aquellos años, pero también los ataques que fue objeto el anverso y el reverso de Claridad que fue ciertamente la Impresora Nacional. La impresora Nacional era una de las empresas más importantes que se desarrollaron no solo para imprimir el periódico y otros materiales del MPI y luego del PSP sino también era una empresa comercial cuyas ganancias subsidiaron en parte la actividad política. Seguramente que la intensa actividad de espionaje y persecución develó esa realidad y así la Impresora Nacional también adquirió el rango de “objetivo de ataque”. Una de las más dramáticas historias del libro es cuando Manuel de J. nos relata lo que presenció la noche que individuos armados abrieron fuego indiscriminadamente contra la Impresora Nacional. Allí, nos cuenta Manuel, cayó al suelo Domingo Vega abatido a tiros. Domingo Vega era uno de las personas más queridas y respetadas dentro de lo que fue la Nueva Lucha por la Independencia de Puerto Rico y se pudo salvar, pero ese atentado contra su vida dejó rastros muy serios en su salud que según nos dice por Manuel, nunca impidieron que “Mingo” siguiera trabajando incansablemente. Precisamente Manuel de J. en ese mismo suceso, sin percatarse de inicio había también recibido un balazo que no fue, como él mismo nos narra, hasta más tarde en la noche que se percató por estar impactado ante la escena dramática de ver a su amigo Domingo en el suelo sangrando profusamente.
Manuel y Mingo lograron sobrevivir la perversidad de los ataques terroristas de aquella época de insurrección. Pero hubo víctimas de ataques que no lo lograron y murieron. Otro punto culminante del libro es lo que Manuel nos relata de los asesinatos viles y aún impunes de Santiago Mari Pesquera y Carlos Muñiz Varela. Ambas trágicas muertes fueron extremadamente dolorosas para sus familiares y amistades y causó un impactó sociológico multilateral muy grande. Posiblemente este tipo de tragedia es el precio más alto que cualquier familia tenga que pagar como parte de una lucha política. Esperamos sinceramente tal y como dice Manuel que ojalá no resulte demasiado tarde cuando finalmente se logre esclarecer estas muertes y los responsables puedan enfrentar la pena que le corresponde.
Pero no todo el libro se compone de esas valiosas y hasta cierto punto desconocidas microhistorias vivenciales de las cuales el autor presenció o protagonizó más de una ciertamente. En las postrimerías del libro Manuel de J. incluye un capítulo que es muy diferente al resto de la colección. Ese capítulo al cual nos referimos ayudó mucho a poner en contexto todos los acontecimientos previos creando un hilo conductor. En realidad, se trata de una suerte de marco teórico a partir del cual el autor se adentra en un análisis político más estructural y una composición de lugar importante que ayuda entender lo que fue el surgimiento de las nuevas tesis para una nueva concepción de la lucha política durante aquellos años. En ese capítulo que él tituló “Una estrategia para la independencia o Teoría de la crisis del coloniaje” Manuel nos expone y discute documentos muy valiosos sobre cómo realmente se forjó la nueva lucha de la independencia. Es verdaderamente importante conocer sobre ese trasfondo cuando se creó un nuevo paradigma, una nueva composición de lugar crítica sobre la situación de Puerto Rico la cual se constituyó como una guía para la acción. De este modo se dio un vuelco notable, una sacudida, como se dice en el libro hacia una lucha política con unas características nunca vistas. Algunos de esos elementos fueron, por ejemplo:
- La superación del electoralismo que impregnaba el independentismo hasta entonces
- Internacionalizar los reclamos por la autodeterminación
- Vinculación orgánica a las luchas obreras y ambientales
- Análisis consecuente de la situación mundial y sus principales procesos
- La adopción de una teoría política formal adoptando el marxismo-leninismo como guía de estudio en el MPI y luego en su evolución el PSP
Finalmente, el libro cierra con las impresiones de Manuel de J. sobre su periplo por las antípodas cuando fue a Corea del Norte a participar en el congreso del Partido de los Trabajadores de ese singular y anómalo Estado producto de circunstancias de la Guerra de Corea y de la Guerra Fría. En ese largo viaje, ciertamente un viaje a las antípodas, no pasaron muchas cosas según nos Manuel, con la excepción de la grata experiencia de haber podido conocer al excelso poeta salvadoreño Roque Dalton, que como sabemos murió prematuramente en extrañas circunstancias pocos años después de que Manuel le conociera.
Algo que debo decir sobre eso y es que Manuel al principio del libro nos confiesa su pasión por la literatura especialmente por la poesía y, de hecho, desde muy joven cultivó su amor por la poesía cuando frecuentaba e hizo amistad con miembros del destacado grupo Guajana. Así que eso nos ayuda a entender seguramente lo significativo que fue para él conocer personalmente a una figura poética del calibre de Roque Dalton. No creo casualidad por tanto que haya escogido a un destacado joven poeta puertorriqueño para prologar este libro; me refiero a Guillermo Rebollo Gil.
No terminar esta presentación sin hablar lo básico que se debe hablar de un libro al presentarlo sería un error. El trabajo por parte de la editorial Mariana en esta obra me parece excelente. Vaya una felicitación en tiempos difíciles para las editoriales puertorriqueñas. La corrección de Luz Nereida Pérez es impecable. La prosa de Manuel fluye muy bien en todo momento. El libro está, además, lógicamente secuenciado lo cual agradecerán sus lectores/as. La diagramación y el formato y tamaño de letras seleccionados es también algo que podemos destacar como muy positivo.
En general, esta es una obra que como mencionamos al principio, viene a sugerimos la necesidad de saber, conocer y analizar más sobre ese periodo de tiempo tan especial y trascendente de la lucha política en Puerto Rico. Felicitamos a su autor por este trabajo que devela muchas cosas que debían haber sido develadas y que como él mismo nos insiste merecen ser objeto de investigación científica rigurosa porque hay mucho que desentrañar, explicar y significar sobre ese periodo en el que una parte valiosa del país decidió tomar las calles.
Sobre Carlos Severino Valdez
Profesor de Geografía en la Facultad de Ciencias Sociales del Recinto de Río Piedras de la Universidad de Puerto Rico. Fue Decano de esta Facultad y luego Rector del Recinto.
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