Nostalgia por la hipocresía

Nostalgia por la hipocresía
I could stand in the middle of Fifth Avenue and shoot somebody, and I wouldn't lose any voters, OK? / Donald Trump
Our mission in Afghanistan was never supposed to have been nation building.  It was never supposed to be creating a unified, centralized democracy. / Joe Biden
We will coup whoever we want’: Deal with it. / Elon Musk
Estamos luchando contra animales humanos y actuaremos de la misma manera. / Yoav Gallant, Ministro de Defensa de Israel

Los hipócritas mienten. Toda hipocresía envuelve algún engaño disfrazado. Se fingen sentires y opiniones contrarias a cómo verdaderamente se experimentan. Mediante la hipocresía se proyecta una falsa imagen propia, con el fin de obtener algún reconocimiento o beneficio, en función de la buena estima ajena ganada mediante engaños. 

Ciertamente, esa necesidad de esconder los sentimientos propios, suele estar vinculada al hecho de que las emociones que se esconden usualmente son de naturaleza malvada. Las verdaderas intenciones requieren ser escondidas precisamente porque existe consciencia de que serían rechazadas por los demás si fueran evidentes. Por eso, la hipocresía se considera generalmente como un mal proceder. Las personas hipócritas se tienen por personas indignas de confianza que no obran de buena fe, sino con ánimo de aprovechamiento sobre los demás. Los grandes hipócritas suelen ser antihéroes; traidores o timadores que, mientras aparentan hacer el bien, causan el mal.

Ahora bien, la hipocresía se diferencia de la cruda maldad en cuanto que los hipócritas reconocen la naturaleza socialmente reprochable de sus objetivos. Por eso procuran ocultarlos, conscientes de que, de lo contrario, cabría esperar el rechazo de sus audiencias. En cambio, el perverso puro pone en marcha sus propósitos malsanos sin pretender maquillarlos, pues no le reconoce a las buenas intenciones, ni siquiera una utilidad oportunista.

Los perversos puros son descarados, transparentes. No les importa el bien ni precisan de justificar la corrección ética de sus acciones. Y, como solo pueden darse el lujo de manifestar sus intenciones malsanas quienes no requieren contar con la aprobación o cooperación de sus interlocutores; su desfachatez suele estar vinculada a la impunidad que les garantiza su facultad de ejercitar un poder cuasi absoluto, capaz de ignorar los cánones generalmente aceptados del buen comportamiento social. 

Desgraciadamente, vivimos tiempos en los cuales las élites mundialmente dominantes ejercen la maldad de forma descarada. Los principales personeros que desde sus respectivas trincheras del poder controlan los destinos del planeta, ya no se afanan en encubrir su falta de empatía y sus sociopáticas intenciones. Hoy por hoy, los nuevos dueños del mundo se vanaglorian desfachatadamente de su capacidad de imponer su voluntad sobre los demás, sin tanta necesidad de tener que disfrazarlas con falsas apariencias. Se comportan como se compartan, porque pueden. Nada tienen que explicar ni justificar en función de principios y valores trascendentales universalmente reconocidos. Se saben por encima de todo tipo de limitaciones. 

No se trata de que los nuevos poderosos no procuren imponer sus propias narrativas. Las generan y nos las atragantan a diario a base del control que ejercen sobre casi la totalidad de los principales medios de comunicación de masas, así como sobre los contenidos de las informaciones que circulan a través de las redes sociales. No obstante, no se trata de discursos que para imponerse necesiten suavizar sus perversas intenciones con argumentos grandilocuentes en defensa de valores trascendentales. Su candidez es espantosa, pues ya no se afanan en ocultar sus verdaderos propósitos antisociales. Al contrario, con sus nuevas narrativas lo que procuran es normalizar (e incluso que se les aplauda), su incontrolable egoísmo utilitarista y total falta de solidaridad humana. Ya no se trata de ocultar sus malas intenciones para poder ser aceptados por las audiencias, sino de convencer a las audiencias de aceptar sus malas intenciones. Por eso, tampoco reparan en imponer su voluntad mediante la fuerza y la violencia. No se sienten conminados a servirse de las buenas intenciones como falso estandarte, sino que llanamente descartan la bondad como derrotero. 

Ante este nuevo escenario, su vieja hipocresía pareciera develar cierto valor residual. Su proceder hipócrita al menos implicaba un reconocimiento de la superioridad ética de la empatía por encima del egoísmo, de la generosidad por sobre el utilitarismo, de la paz sobre la guerra, del amor por encima del odio.  De otra parte, esa vieja hipocresía asumía que a las audiencias aún les importaba el buen comportamiento ético, pues no se encontraban totalmente enajenadas, idiotizadas o corrompidas por sus lógicas utilitarias. Significaba que aún era importante guardar las apariencias, porque en el fondo esas referencias éticas continuaban siendo importantes en las vidas de las personas.

Lamentable, para quienes hoy dominan el mundo, cada vez resulta menos necesario aparentar hipócritamente supuestas legítimas intenciones. Por eso, cuando en las noticias diarias leo los posicionamientos de las élites dominantes ante los avatares que enfrenta la humanidad; confieso que me embarga una profunda nostalgia por sus viejas mentiras piadosas. Extraño su hipocresía. Y es que, paradójicamente, sus falsas justificaciones sobre la defensa de su la democracia, la igualdad humana y el presunto respeto de los derechos inalienables de las personas, me parece denotaban mayor respeto y consideración por la humanidad que su nueva arrogante y brutal transparencia.  


Sobre Rubén Colón Morales
Rubén Colón Morales

Es abogado, graduado de la Escuela de Derecho de la Universidad de Puerto Rico y de maestría de la Universidad de Harvard. Fue oficial jurídico en el Tribunal Supremo en los años 90. Ha impartido


Únete a nuestra comunidad y apoya a PRTQ

Para continuar haciendo nuestra labor de forma económicamente sustentable, contamos con las contribuciones de nuestra membresía.

Por tan solo $5 al mes, nuestra membresía recibe un email mensual con un resumen de todos los artículos que publicamos ese mes, y tiene la habilidad de dejar comentarios en los artículos en nuestra página web y participar así de la conversación que generen nuestros y nuestras autores y autoras.