No hay remedio mágico

No hay remedio mágico

Cuando nos encerramos voluntariamente en nuestras casas hace ya siete meses nada o muy poco se sabía del Covid 19. Hoy, con 30 millones de infectados y casi un millón de muertes a nivel mundial sabemos con certeza que ese virus de nombre casi infantil llegó para quedarse entre nosotros.

Lejos, muy lejos están las artimañas a las que se recurrió para evadir la sentencia científica –“no habrá una vacuna confiable y probada por lo menos hasta el 2021”. Sólo la mente febril de un presidente en caída libre puede afirmar que para octubre ya tendremos a la mano una inyección que nos haga inmunes al contagio. En esa carrera de billones de dólares se encuentran todas las potencias mundiales porque el que llegue primero se lleva la mejor tajada.

Aquí la magia ni los hechiceros tienen parte alguna, aunque muchos insisten en creer que existen remedios mágicos que nos permitirán saltarnos los meses de espera. Así que además de las reglas básicas de lavarse las manos con agua y jabón constantemente, mantener la mascarilla hasta la nariz todo el tiempo y guardar una sana distancia de seis pies, otros aconsejan curas extraordinarias para salvarnos de un virus cuyo ataque frontal es hacia los órganos que nos permiten figurar entre los vivos en la Tierra, los pulmones.

El ajo, que parece ser un ingrediente esencial en cualquier pócima milagrosa fue incluido entre los remedios caseros para combatir el Covid 19, pero hasta ahora lo que se sabe a ciencia cierta es que más allá de dejarte un aliento de dragón no es efectivo para ese propósito. Como tampoco lo es bañarte con agua muy caliente, beber lejía, etanol o hidroxicloroquina como recomendó Donald Trump al tratar de justificar su costumbre de no usar mascarilla en lugares públicos.

El temor al contagio con el Covid 19 ha llevado a la humanidad a los rincones más oscuros de la nigromancia en su afán de escapar de una muerte dolorosa y solitaria pero no todos los que se contagian mueren, aunque apostar a quebrar las reglas es como jugar a la ruleta rusa. Ahora sabemos que ser joven no te hace menos inmune ni que ser viejo es una sentencia de muerte. Si algo puede llamarse liberal es el coronavirus, no distingue edad, raza, religión ni sexo.

El temor nos llevó a creer que las moscas podían contagiarnos, que comer pique mataba el virus en nuestro cuerpo y que las redes 5G de telefonía móvil lo propagaban. A la soledad, la añoranza de abrazos y besos le sumamos el tono como hablamos porque según algunos subir el nivel de nuestra voz puede contribuir al contagio de otros. El perfil del coronavirus cambia de día en día al igual que las cifras de muerte, contagios y sobrevivientes. Pero por las dudas yo toco madera y le pido a mi compañero que me susurre al oído. Si no me salva del contagio tampoco me matara de amor.


Sobre Daisy Sánchez
Daisy Sánchez

Su labor profesional en el campo del periodismo y la investigación le han merecido varios reconocimientos. Dos de sus libros han sido premiados: "Cita con la Injusticia" y "La que te llama vida: In?


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