Ni interés ni amor (cont): Washington Después del Plebiscito
VISTO DESDE ACÁ:
Sigamos sin ilusiones. En Washington es claro que desde el cierre de las bases navales no hay interés estratégico por Puerto Rico. Mientras, el expresado amor por su auto-determinación no es—ni fue nunca—motivación para acción del gobierno. Pasa con el colonizador actual y pasó con el anterior: cuando se nos concedió alguna medida de autonomía, fue por intereses del imperio, no por hacer justicia.
Por eso se justifica cierta perplejidad cuando ahora Washington declara que si Borinquen decidiera pedir integrarse a la familia federal o apartarse de ella, en varias posibilidades de separación amistosa, ellos lo respetarían. Entonces, ¿para qué no dieron su visto bueno al plebiscito de noviembre? Algunos idealistas bien-intencionados opinan que fue porque dejar que los boricuas se gobiernen como deseen, sería compensación por los 100+ años de atropellos imperiales; otros que por ser derecho a una corteja malagradecida.
Claro, sería perfectamente legítimo si los boricuas quisieran unirse a la familia estadounidense como miembro full-fledged, si eso decidieran. Pero que sea después de asegurarse que lo hacen desde una posición fuerte y no por inseguridad. Tiene que ser más allá de toda duda, pues ese matrimonio no permite divorcio. Sería notable por lo demás que lo hicieran en un momento tan disfuncional para la familia como es el actual, en que los bandos en pugna ya sacaron los cuchillos largos en la peor reyerta política en siglo y medio. Si aún así los boricuas deciden hacerlo, que vengan de pie a ofrecer su aporte a resolver la crisis familiar, y no en cuclillas reclamándolo como pago por atropellos y vejaciones cometidos en su nombre desde el desembarco en Guánica hasta los metafóricos rollos de papel toalla. Pero para evitar ésto, los boricuas deben primero definir lo que ofrecen, cosa que aún no han hecho. De lo contrario se vuelve un me-lo-debes-porque-me-has-tratado-mal que nadie en su sano juicio aceptaría. Mala manera de empezar una nueva relación.
Ahora vino el 3 de noviembre y en la isla fue aprobado con escaso margen pedir admisión a la familia, pero sin haber definido qué aportan al enlace. En la isla fue todo un barrunto, pero acá en medio del tumulto nacional casi ni se mencionó, y los que lo hicieron, re-afirmaron que la petición será escuchada respetuosamente; pero no se dijo más. Haciéndoles justicia, dada la mogolla existancial dentro de EEUU, es difícil ver cómo pudiera dársele importancia al plebiscito más allá que como un sondeo de opinión. Dadas las tensiones actuales a todo nivel no los culpo por culipandear.
Pero en lo que nos respecta al gran nosotros, los boricuas (los casi 9 millones entre los d’allá y los d’acá) debemos preguntarnos: si lo que está en juego es la tan dilatada auto-determinación de este pueblo para definir su futuro, entonces ¿por qué enfocar ahora en una propuesta que no tenemos lista si apenas ha comenzado el ejercicio de saber qué tenemos que ofrecer, ya sea a EEUU, a las Antillas, a Europa o a nosotros mismos, en propuestas asociativas que aún no hemos inventado? Auto-determinación por definición incluye sólo a los que se auto-determinan. Los amigos del norte saben esto, por lo que parecen utilizar la cuestión del plebiscito como ocasión para un posturing que les permite verse interesados pero sin comprometerse a nada mientras bregan con su crisis inmediata.
La pregunta del millon es: ¿por qué meternos ahora en ese berenjenal ajeno si aún no tenemos clara nuestra propia película? Sugiero entonces dejar que en EEUU se agarren por las greñas y mientras tanto veamos nosotros qué hacemos con nuestra vida de pueblo adulto.
Sobre Ramón E. Daubón
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