Mujeres en solidaridad con la naturaleza

Mujeres en solidaridad con la naturaleza

El agua escasea, los polos se derriten, las especies están en peligro de extinción y la basura nos arropa. Estos desastres ambientales repercutirán en la vida de las personas, pero afectarán más a las mujeres pobres. Y es que las desigualdades por género se manifiestan hasta en los desastres naturales.

Esta correlación entre la subordinación de las mujeres y la explotación del mundo natural es lo que denuncian las ecofeministas. La resistencia y lucha social de las mujeres ecofeministas se dirige crear lazos de solidaridad con el planeta y acabar con la opresión del medioambiente.“Yo no creo que la explotación de la mujer se vaya a erradicar si tampoco erradicamos la explotación de la naturaleza. Nosotros somos parte de ella. Tenemos la misma responsabilidad de enmendar los daños que hemos hecho”,  aseguró la líder ambiental Vanessa Uriarte Centeno.

Tiene 27 años de edad, y es una de las mujeres que en Puerto Rico práctica el ecofeminismo como forma de resistencia ante los desastres naturales. Ha estado durante cuatro años acampando en Playas Pal’ Pueblo, un campamento de desobediencia civil y ambiental que busca evitar la construcción de un complejo turístico y la privatización de cinco cuerdas de terreno aledañas al balneario de Carolina.

                           

En la isla solo un 8% de los ecosistemas están protegidos, lo que sitúa al país como uno de los más bajos de conservación ambiental, aseguró la organización Para la Naturaleza.

Con la consigna “las playas son del pueblo”, durante 14 años los activistas han protegido este espacio de los intereses económicos de la administración del hotel Mariott de Isla Verde.

A los 20 años de edad Vanessa se involucró en la lucha por proteger las playas públicas de la isla, la cual implicaba pernoctar en frágiles casetas de acampar para proteger el área, todo en un ambiente muy precario. En aquel momento cursaba su bachillerato en la Universidad de Puerto Rico en Investigación Social Interdisciplinaria con énfasis en Estudios Latinoamericanos y Caribeños. Recuerda que se levantaba a las cinco o seis de la mañana para realizar una ronda de recogido de basura y reciclaje; se bañaba en las duchas del balneario de Carolina; desayunaba y se iba para la universidad o el trabajo.

                             

Además de enfrentarse a la amenaza de desalojo, la incertidumbre de desconocer cuándo iban a traer a la Policía y las tantas noches sin dormir para proteger los cuatro puntos más vulnerables del campamento, el reto más complicado que asumió fue estudiar sin los servicios esenciales como el agua y la luz eléctrica. Mira hacia atrás y se dice: “Ahora me doy cuenta…¡guau, qué loca!”.

Cuando caía la noche, Vanessa se trasladaba a la colindancia del balneario de Carolina, de unas cinco cuerdas de terreno. Ahí había un gazebo que tenía un enchufe y cargaba su computadora para cumplir con las responsabilidades académicas. “Fue bien complejo tener que organizarme para eso”, aseguró mientras recapitulaba ese momento de su vida.

Pero esta mujer, con mechones de color rosa en el cabello, es brava de verdad. Y así como terminó su bachillerato, acampando lejos de las comodidades que brinda la electricidad, también finalizó su maestría en administración, gestión cultural y ambiental, y ahora estudia Derecho. “La idea es enfocarme en derecho ambiental. Tratar de complementar el activismo con la academia”.

Para Vanessa  ser mujer y acampar tiene otro desafió: la menstruación. “Para nosotras es mucho más difícil estar aquí acampando. No hay agua. Y cuando menstruamos es más complicado”. Ella y sus otras compañeras no contaban con baños accesibles y seguros para manejar las necesidades de higiene personal.

“La mujeres que han pasado por este espacio tienen un carácter increíble. Todas y cada una de ellas tienen los ovarios demasiado grande. Han demostrado que están prestas a darlo todo. Para poder estar aquí, tienes que demostrar que nadie te va a pisotear”,  expresó cuando recordó las conductas machistas que enfrentó en el campamento.

Luego de más de una década de lucha, resistencia y desobediencia civil, los ambientalistas de la Colación Playas Pal’ Pueblo y Amigos del Mar cantan victoria. El  22 de abril de 2019, la administración del Mariott de Isla Verde desistió de construir en las cuatro cuerdas de terreno que ocupa el campamento Playas Pal’ Pueblo.

“Nuestros objetivos principales los alcanzamos. Fue un respiro bien grande poder darle esa noticia al país de que, si nos organizamos, se puede. De que realmente podemos”, aseguró Vanessa con una sonrisa en su rostro.

Las manifestaciones de los movimientos ecofeministas en la isla no terminan con la historia de Vanessa…

Cuidar el planeta y a las mujeres desde la tierra  

En América Latina y el Caribe, 17 millones de mujeres rurales producen la mayor cantidad de alimentos cultivados y realizan la mayor parte del trabajo de cuidado no remunerado. Sin embargo, las mujeres campesinas trabajan más que los hombres y ganan menos. En Mexico, las mujeres trabajan 89 horas semanales, 31 horas más que los hombres, según Naciones Unidas  

En la agricultura no solo se explota a las mujeres rurales laboralmente, sino también a la tierra. Con la finalidad de aumentar la producción de cosechas, la agricultura convencional despilfarra agua; utiliza agroquímicos; y realiza manipulación genética en las semillas sin considerar las implicaciones medioambientales. En Puerto Rico, la agricultura convencional se encuentra en momento de vulnerabilidad por el paso de los huracanes Irma y María. Según datos del Departamento de Agricultura, la isla sufrió perdidas estimas en $245 millones. 

Ante la desigualdad de género, de clase y explotación de la tierra surge la agroecología, una disciplina social y política que busca romper con las costumbres de la agricultura convencional.

En la isla hay que adoptar prácticas agroecológicas con sentido de urgencia luego del devastador huracán María. Esta alternativa ha demostrado ser más resistente y el suelo se recupera más rápido a eventos naturales como sequías, inundaciones y huracanes. Además, crea vínculos comunitarios, los cuales minimizarían la volátil violencia que enfrenta el país. “Creemos que ese amor y ese respeto que le proveemos a la tierra tiene que darse en las relaciones que tenemos aquí”, aseguró Rebecca Rosa Encarnación.

Tiene 19 años de edad, estudia Trabajo Social y forma parte de Huerto Semilla, una organización comunitaria ubicada en la Universidad de Puerto Rico, Recinto de Río Piedras, que práctica la agroecología, saberes campesinos y científicos para fomentar vidas dignas. La siembra comunitaria la ha ayudado a resistir de los atropellos que experimenta constantemente en la universidad por ser una mujer negra y “queer”. 

Rebecca recuerda que en el Centro Universitario estaban unos estudiantes con los gorras de la campaña electoral del presidente de los Estados Unidos, Donald Trump: “Make America Great Again”. “Para mí eso es un ataque bien directo. No solo me molestaba, sino que me daba hasta cierto miedo. Yo no quiero estar en un salón compartiendo espacio con una persona que tiene ese odio tan grande. Yo no quiero estar en un espacio con una persona que piensa que los atropellos contra la gente negra no es porque son negros. Es una violencia increíble”.

Pero en Huerto Semilla las dinámicas de labrar la tierra e interpersonales incorporan la inclusividad, solidaridad, empatía, equidad y el amor. Rebecca cuenta que integrase a Huero Semilla la ayudó a entender que los problemas de discrimen por género, raza, clase y orientación sexual no lo experimenta solamente ella.

Además de ser una joven muy simpática, domina muy bien el lenguaje inclusivo. En toda la conversación sustituyó la vocal “o” por la “e”. Su forma de construir el lenguaje reafirma lo que dice: sí, está comprometida con construir un mundo distinto.

En las brigadas, los integrantes de Huerto Semilla se rotan los roles: nadie usa las herramientas por un tiempo prologando por ser más fuerte o por su género. Si una persona se siente indispuesta o cansada para seguir realizando la tarea que le tocó, descansa o alguien le reemplaza. La ayuda y la solidaridad entre ellos es primordial.

                          

Nadie impone lo que se sembrará en  el huerto por haber estudiado agricultura. Las decisiones son colectivas. “Aquí tenemos una frase que nos gusta mucho usar ‘aprender enseñando y enseñar aprendiendo’. Tratamos, desde la colectividad, aprender de los procesos. Aprender de ‘nosotres’ mismos”.  

Las cosechas las dividen entre ellos. Si hay una cantidad significativa de frutos, la donan al Comedor Social de la universidad, otro grupo de autogestión juvenil; hacen intercambios con IUPICOOP o se le regala a las personas que están alrededor.

Huerto Semilla es su lugar preferido en el mundo, confiesa Rebecca. “Siento que a veces resulta difícil visualizar otras realidades. Tu dices: ‘esto es lo que no quiero’, pero no sabes qué hacer para revertirlo. No había encontrado un espacio donde se pueda construir lo que sí queremos: la propuesta, la alternativa. Y esta es la alternativa perfecta”.

A pesar de que Rebecca y Vanessa practican el ecofeminismo desde miradas distintas, tienen algo en común: el respeto que sienten por la naturaleza. Reconocen que la subordinación de las mujeres y la explotación del planeta son asuntos que están conectados. Coinciden en que el capitalismo y el patriarcado tienen una visión depredadora del mundo natural, de las mujeres y de los grupos minoritarios. La dos concuerdan en que si no se erradica la explotación de todas las formas de vidas, nunca vamos a construir un mundo más justo.

* Este reportaje forma parte de la serie sobre “Pobreza y desigualdad social en Puerto Rico” producida por los alumnos del curso “Redacción periodística” que dicta el profesor Luis Fernando Coss en el Recinto de Río Piedras, Universidad de Puerto Rico.


Sobre Alejandra Lara
Alejandra Lara

Alejandra Lara Infante es estudiante de Información y Periodismo con una concentración menor en Estudios de la Mujer y Género de la Universidad de Puerto Rico, Recinto de Río Piedras. Colabora co


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