María: el huracán aquel
¿Fue un monstruo…? ¿fue un desastre…? ¡Claro que no, pero daba miedo! Sopló con fuerza y sin compasión. Era la madre naturaleza. No pretendía desquitarse ni dañarnos. El desastre posterior que causó fue consecuencia del modelo socioeconómico y del mal gobierno. Un huracán no es malo por naturaleza. La clave es cómo nos preparamos para estar listos/as antes, durante y después de su paso.
¿Qué nos “comunicó” esta forma de manifestación de la naturaleza? O más aun; ¿qué aprendimos de esa experiencia? ¿Seguiremos creando condiciones para que estas expresiones propias de la naturaleza sean cada vez más intensas y que luego de su manifestación resulte en desastres y tragedias? El huracán María nos volvió a develar verdades que todavía pareciera que debemos atender, entender y resolver.
La primera, el modelo de producción al modo capitalista actual es una amenaza permanente a todas las formas de vida. Y por si acaso y desde ya, no se trata ahora de movernos a sistemas igual de perversos que el capitalismo. Y de los disparates de que movernos a otra cosa es comunismo y demás retorica “barata” centrada en el miedo. De lo que se trata es de optar por un modelo socioeconómico solidario que esté en función de la dignidad humana, el bien común y la realización plena de todos y todas.
El actual modelo produce cambio climático que se manifiesta con mayor fuerza año tras año. Temperaturas más calientes, desertificación acelerada, deforestación, aumento del nivel del mar, blanqueamiento acelerado de los corales, fuegos forestales, destrucción de hábitats, entre tantos otros.
Segundo, el modelo de producción capitalista actual atenta contra la vida humana. El Papa Francisco le llama a esa forma de producción: una que “mata”. El huracán María fue “alimentado” por las altas temperaturas que causa el calentamiento global en el mar. Esto último, se convierte en “combustible” para estas formas de manifestación natural. Y este es el modelo de producción global actual.
El resultado de la manifestación de este fenómeno natural en aquel 20 de septiembre del 2017 fue trágico para miles de hermanos/as. Poco más de cuatro mil boricuas perdieron la vida según diversas fuentes. Y miles más perdieron sus hogares. Perdieron su derecho a tener techo.
Tercero, hoy cinco años después, la incompetencia, la corrupción y la falta de empatía con los/as más vulnerables mantiene en riesgo a miles de familias. Sobre todo, con los más empobrecidos/as. Necesitamos dar un salto de conciencia. Para esto hay que integrar otras formas de entender y hacer economía. De lo contrario, seguiremos aceptando el modelo socioeconómico que “mata”.
Mientras, seguimos dentro de la dinámica destructiva que genera el actual sistema. Revertirlo requiere de arriesgarnos a formas novedosas. Esto requiere asumir riesgos y aceptar el cambio, aunque nos de miedo, lo que es una emoción natural que mal manejada nos paraliza y no permite avanzar. Es decir, no permite explorar formas de vivir que generen felicidad verdadera.
Sobre Nelson Reyes-Del Valle
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