Llorando por mi cultura
El pasado domingo, 24 de noviembre, asistí a la Final de Trovadores del Instituto de Cultura Puertorriqueña, en el Antiguo Asilo de Beneficencia, sede de dicha agencia. Fue una experiencia de sentimientos encontrados. Compartí con ex compañeros de trabajo conversando sobre los buenos momentos de creación y organización cultural dignos de nuestro Pueblo y criticando con tristeza y coraje, las condiciones de abandono de las estructuras y la poca organización de los eventos en la actualidad.
Un ejemplo de esto es que, en la actividad del domingo, no se podían utilizar los baños de la sede, por problemas con el agua y nos enviaban al Museo Casa Blanca, en el próximo edificio. Me enteré de que llevaban más de una semana con un horario de trabajo reducido, por problemas con el agua. ¿Si sabían eso, por qué no alquilaron baños portátiles y los ubicaron en el estacionamiento? Es un área más cercana que Casa Blanca, especialmente para personas con problemas de movilidad. No hay que tener estudios especializados, para pensar en esa opción. Todavía no han arreglado las barandas de las entradas al edificio, en espera de los fondos de FEMA, por el huracán María. Posiblemente si se les hubiese dado el mantenimiento adecuado, no hubieran sucumbido a los vientos huracanados.
Lloro por mi cultura, cada vez que visito el Viejo San Juan y veo los museos en los cuales trabajé, una buena parte de mis dieciséis años en el ICP; la mayoría de ellos cerrados en abandono. El Museo de Casa Blanca recibe a sus visitantes en condiciones de avanzado deterioro. Lloro por mi cultura, cuando noto que sus administradores no tienen un verdadero compromiso con nuestro patrimonio histórico y cultural y solo muestran reminiscencias del “baile, botella y baraja”, para mantener al pueblo entretenido, por razones obvias.
Lloro por mi cultura, cuando veo la indiferencia gubernamental sobre el deterioro y posible pérdida de documentos y memorabilia irremplazable en el Archivo Histórico de Puerto Rico, que lleva años, desde antes del huracán María, en condiciones deplorables.
Lloro por mi cultura, al ver los efectos a largo plazo, de la nefasta Ley siete del gobernador Fortuño, por la cual despidieron trabajadores y trabajadoras comprometidas con la cultura y la protección de nuestro patrimonio; provocando el cierre de museos, programación menguada y poco o ningún impacto del ICP en el país.
Lloro por mi país, al ver que las administraciones de turno de la agencia llamada a proteger, conservar y promover nuestro acervo cultural han sido cómplices del proyecto de desculturación de nuestro Pueblo. Lloro por mi cultura…
Pero, adivinen que. Con el corazón en pedazos, me secaré las lágrimas y haré lo que esté a mi alcance, para sacar a los mercaderes del templo y luchar por nuestros valores culturales. Porque citando al ecuatoriano Benjamín Carrión, “la cultura no es una actividad de tiempo libre, es lo que nos hace libres todo el tiempo”.
Sobre Sandra Cruz García
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