Lecciones de “la Noche que volvimos a ser gente” en el Paradise
Estos días insensatos, dolorosos y perturbadores, nos llenan de inseguridades , y en muchas instancias nos aterrorizan. El alto costo de la vida, la inseguridad en nuestro sistema de energía eléctrica, la corrupción, la criminalidad, los problemas de salud mental, las tensiones de la temporada de huracanes, la posibilidad de que Donald Trump regrese a la casa Blanca y sus consecuencias. Sume y siga.
Todo esto y más nos acosa cada día sin que podamos ver como es que llegamos aquí , sobre todo sin sentir ninguna responsabilidad sobre nuestros hombros. No obstante desde luego que somos responsables, pues hemos cambiado nuestros valores, hemos permitido el abuso y destrucción de nuestros sistemas educativos que son el pilar más importante de nuestra sociedad, nos despojaron de nuestro excelente sistema de salud y nos pareció muy bien, hemos normalizado la deshonestidad y la corrupción. En ese camino dejamos de ser la gente que fuimos. Dejamos de tener visión de futuro, olvidamos que el trabajo por el bien común debe ser nuestro norte y cada quien tiene que hacer su parte.
Entonces en medio de esos torbellinos que sigo a diario como periodista al fin, acudo al teatro Paradise en Rio Piedras para presenciar la última presentación de “La noche que volvimos a ser gente” de JoséLuis González, protagonizada por Carlos Esteban Fonseca. Ningún otro teatro en Puerto Rico hubiera podido ofrecer una experiencia más profunda y significativa.
La pieza está inspirada en el apagón en la década de los setenta en Nueva York. De camino a su casa luego de un largo día de trabajo, y ansioso porque su esposa estaba dando a luz, un boricua es sorprendido en el tren por el famoso apagón que dejó sin luz por horas a la ciudad de Nueva York. Finalmente termina en el techo de su edificio de residencia mirando con sus vecinos las estrellas. Agradecido de ese momento mira al cielo y se da cuenta de que el apagón ha sido una gran oportunidad para la pausa, para olvidar la estridencia de la ciudad, de sus luces excesivas, de los rascacielos y disfrutar de la sencillez de la vida, la humanidad de sus vecinos, de su recién nacido hijo y desde luego la maravilla de ver el cielo lleno de estrellas. En fin, una oportunidad para abandonar la prisa y volver a ser gente.
Carlos Esteban Fonseca despedía de esta forma una pieza teatral que ha marcado su carrera por muchos años. Fue un gran acierto. La puesta en escena por una sola noche coincide místicamente con todos los lios de LUMA y el infortunado transformador.
Teniendo en cuenta lo que los problemas con LUMA depositan en nuestro estado de animo, llegar al Paradise y abrirse a esa experiencia que tanto tiene que ver con nuestra actualidad es una invitación a la reflexión.
El Paradise de Rio Piedras es un teatro en ruinas que ha rescatado Ricardo Cobián, conocido Catedrático universitario experto en teatro. Lo ha convertido en un proyecto comunitario que cuenta entre otras personas con la apasionada colaboración del actor y productor Manuel Padilla y producciones Fin de Siglo. En años recientes han librado batallas para mantenerlo abierto y trabajando, mientras aparecen los recursos para remodelarlo y recuperarlo a cabalidad. El caso es que las limitaciones que existen allí son enfrentadas con tanta belleza que te hacen sentir que allí no falta nada. Convertido en teatro con energía solar nada podrá detener la hazaña.
Frente a sala llena, Carlos Esteban hizo galas de su poder histriónico con una interpretación conmovedora. Tiene ese personaje metido en la piel y logra transportar al público y meterlo de lleno en la trama.
El escenario de la improvisada sala completamente llena esa noche, permitió una intimidad tal con el actor que llamaba a la participación. No había distancia marcada entre el actor y el público. Fue una invitación a reconocer lo vital, lo realmente importante que nos permite manifestar lo mejor de cada cual. El teatro puertorriqueño es obra de titanes por la cantidad de limitaciones que enfrenta. El Paradise sienta cátedra en su desempeño y aportación al país. Es además un extraordinario ejemplo de cuánto se puede lograr con el mínimo, para mirar las estrellas y volver a ser gente.
Sobre Delvis Griselle Ortiz
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