La vía de la cooperación es la vía de la paz

La vía de la cooperación es la vía de la paz

“Ni yo quiero volver nunca al ejército ni quiero que nadie de mi nación vaya nunca al ejército, jamás.” Monseñor Antulio Parrilla Bonilla.

La guerra se ha convertido en el leitmotiv de nuestros tiempos. En los más variados escenarios, ya sea a través de los micrófonos de los gobiernos, de los grandes medios de comunicación, o hasta de la academia, el ruido de la guerra permanente ha sido normalizado. Parece que la humanidad debiera dar por sentado que la guerra es un fenómeno intrínseco a las interrelaciones humanas, ya sea a nivel vecinal, hasta entre las naciones. Nos informarnos sobre situaciones de guerra y violencia continua como quien lee la prensa deportiva. Tal y como se lamenta diariamente mi adorada esposa, ya nadie menciona la paz, cualquiera diría han prohibido la palabra.

Ciertamente la paz es un objetivo cada vez más quimérico en un mundo donde la ideología neoliberal se ha tornado totalmente hegemónica.  Como señala Wendy Brown[1] y muchos otros estudiosos del tema, una característica del neoliberalismo es que ha logrado reconfigurar la conciencia humana a imagen y semejanza del capital. Y en un mundo en el que las ideas neoliberales del individualismo, la competencia, el extractivismo y la concentración de riquezas voraces priman dentro de las conciencias y los corazones humanos, parece imposible aspirar a vivir en paz, ya sea entre los seres humanos, o con la naturaleza.  La lógica del neoliberalismo capitalista de la búsqueda extrema del beneficio individual por encima de cualesquiera otras consideraciones, viraliza el utilitarismo al interior de la generalidad nuestros espacios de convivencia humana, incluso, como apuntó Bauman[2], en el contexto de las relaciones de pareja. Se trata de la universalización en tiempo y espacio del todes contra todes, o, dicho de otra forma, de la entronización de un credo en la omnipresencia de la guerra.

Pero no nos equivoquemos, no se trata de un asunto meramente ideológico. El resultado material concreto de las políticas neoliberales, es que progresivamente ha ido polarizando las sociedades. Está documentado cómo al inhabilitarse la función de los Estados como garantes del bien común, las amplias mayorías sociales están siendo condenadas a una mayor precariedad y pobreza, mientras las riquezas socialmente producidas se concentran exponencialmente en menos manos. Y claro está, esas mismas lógicas se reproducen a nivel internacional donde se profundizó la brecha entre las potencias imperiales y el sur global. Pobreza, explotación e inequidad social extremas entre las poblaciones así como entre los países, constituyen el perfecto caldo de cultivo para un mundo de violencia y guerras generalizadas. Como bien señalara Muhammad Yanus en su discurso de aceptación del Premio Nobel de la Paz en el 2006: La paz se ve amenazada cuando se enfrenta a un orden económico, social y político injusto, a la ausencia en democracia, a la degradación ambiental y al desamparo de los derechos humanos.

Contra esa versión imperante del mundo choca frontalmente el cooperativismo. Los cooperativistas comprenden que nunca han sido la competencia y el individualismo los principales factores responsables del progreso humano. Por el contrario, el motor predominante de la evolución humana durante sobre 100,000 años de existencia en el planeta, siempre ha sido nuestra capacidad como especie de ayudarnos mutuamente, procurando un bienestar comunitario. Se trata de una verdad científicamente establecida, reforzada por descubrimientos en el campo de las ciencias naturales demostrativos de que la colaboración ha sido el mecanismo más eficiente para la evolución de la vida misma. Desde los organismos unicelulares hasta el ser humano; la capacidad de colaborar ha sido el factor determinante en la evolución de la vida, siendo el ser humano la especie que ha demostrado el mayor grado evolutivo de colaboración. Somos una especie de supercooperadores, en palabras de Nowak.[3]

Por eso, no nos puede sorprender que históricamente el cooperativismo ha sido un movimiento social radicalmente antibelicista, comprometido con el ideal de la paz como objetivo de la convivencia humana. Y es que la paz es consustancial a la idea de la colaboración y de la ayuda mutua para resolver las necesidades y problemas comunes. La paz es precondición así como resultado de la cooperación.  Por ello, el ideal de la cooperación resulta antagónico a la idea de la guerra como mecanismo para solventar los conflictos humanos. A esos efectos la Alianza Cooperativa Internacional (ACI) siempre ha levantado su voz para abogar por la solución pacífica de las disputas entre las naciones. Así, en pleno auge de la Segunda Guerra Mundial en el 1940, ese organismo representativo del movimiento cooperativo mundial adoptó el lema:  La vía de la cooperación es la vía de la paz.

Si, como bien señalara Benito Juárez tanto [e]ntre los individuos, como entre las naciones, el respeto al derecho ajeno es la paz; entonces ciertamente la cooperación constituye la vía hacia la paz en estos tiempos aciagos. Y es que la idea de la cooperación presupone el reconocimiento de una misma dignidad humana entre todas las personas y en toda circunstancia, indistintamente de cualquier otra condición particular. Ese principio universal de igualdad nos impone el reconocimiento de idénticos derechos y responsabilidades para todas, lo que conlleva a un compromiso inquebrantable con los valores de la democracia y la solidaridad social. Y es que solo a través de la idea de la cooperación, cuando nos ayudamos solidariamente, es que advenimos capaces de internalizar el convencimiento de que colaborando con las demás trabajamos también en favor de nosotras mismas. Solo así es que verdaderamente logramos reconocernos en las otras personas.

Por eso, resulta incompatible el cantarse cooperativistas por un lado, y por otro bailar al ritmo de los tambores de guerra. Hoy más que nunca en años recientes, urge que los cooperativistas asumamos un compromiso militante con la paz. Todas nuestras cooperativas debieran estar trabajando activamente en defensa de la paz y educando a sus socios sobre una cultura de paz. La paz como principio inseparable de la idea de la cooperación. La paz y la cooperación como caminos, así como destinos. ¡La paz, la paz, la paz, la paz; antes de que prohíban la palabra!


[1] Brown, W. (2015). Undoing the demos: Neoliberalism's stealth revolution. Mit Press.

[2] Bauman, Z., Rosenberg, M., & Arrambide, J. (2005). Amor líquido (p. 133). FCE-Fondo de Cultura Económica.

[3] Nowak, M. A., & Highfield, R. (2011). Supercooperators. Edinburgh: Canongate.


Sobre Rubén Colón Morales
Rubén Colón Morales

Es abogado, graduado de la Escuela de Derecho de la Universidad de Puerto Rico y de maestría de la Universidad de Harvard. Fue oficial jurídico en el Tribunal Supremo en los años 90. Ha impartido


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