La soberanía de Puerto Rico: un camino hacia la prosperidad y la seguridad

La soberanía de Puerto Rico: un camino hacia la prosperidad y la seguridad
Foto por Ana Toledo / Unsplash

Desde la invasión estadounidense de Puerto Rico el 25 de julio de 1898, los políticos y funcionarios estadounidenses se han visto envueltos en un polémico debate de 125 años sobre el estatus final de la nación puertorriqueña. El intento más reciente de resolver este problema, la Ley del Estatus de Puerto Rico de 2022 (H.R. 8393), se ha estancado en el Congreso, dejando una vez más sin respuesta la cuestión del futuro de Puerto Rico. Es imperativo que ambos pueblos, estadounidenses y puertorriqueños, consideren las ramificaciones de las opciones que tienen ante sí y se den cuenta de que la soberanía y la independencia de Puerto Rico no sólo son beneficiosas sino también imperativas para los objetivos de seguridad nacional, economía y política exterior de Estados Unidos.

Estadidad: un camino problemático

La búsqueda de la estadidad de Puerto Rico (anexión como estado estadounidense) ha sido un tema recurrente en el panorama político del país, promovido por algunos como el remedio para sus problemas económicos o para servir a los intereses partidistas de los demócratas en los Estados Unidos. Sin embargo, el movimiento anexionista no está exento de problemas. Escándalos de corrupción, arrestos federales, acusaciones de fraude electoral, redes de dinero oscuro y actividades criminales han empañado el movimiento anexionista, erosionando su atractivo para muchos puertorriqueños. Las recientes elecciones y plebiscitos han demostrado que la tendencia se está volviendo contra la anexión. Por ejemplo, en el reciente plebiscito de 2020, solo el 27 por ciento de todos los votantes registrados realmente apoyaron la “estadidad” y el actual gobernador anexionista solo fue elegido por el 33 por ciento de los votantes.

En una encuesta de Data for Progress de 2021, más de uno de cada cinco residentes de Puerto Rico eligió la independencia o la soberanía con un pacto de libre asociación, y en un escenario de votación por orden de preferencia, el apoyo a la libre asociación aumentó al 33 por ciento. En una encuesta de 2020 entre puertorriqueños en Estados Unidos realizada por el Center for American Progress, el 28 por ciento eligió la independencia o la libre asociación, en comparación con el 30 por ciento que eligió la estadidad. Esta base de apoyo a la soberanía nacional sólo se ampliará más si los Estados Unidos toma la iniciativa de presentar a Puerto Rico un plan de transición económica viable hacia la independencia o la libre asociación, algo que hasta ahora se ha negado a lograr durante sus 125 años de coloniaje.

Los puertorriqueños, particularmente después de vivir la respuesta federal inepta a los huracanes de 2017, sufrir la corrupción sistemática de FEMA, observar la extrema pobreza de los nativos americanos y ser testigos de las injusticias cometidas contra los nativos hawaianos en los recientes incendios en Lahaina (Hawai'i), están comenzando a darse cuenta de que la anexión no ofrece ninguna solución a sus problemas económicos y políticos, sino que más bien perpetúa su condición de minoría cultural marginada y su dependencia colonial a los fondos federales de los contribuyentes estadounidenses, lo que exacerba la pobreza y erosiona su autonomía política y económica.

De hecho, estos incendios, la inepta respuesta federal y las injusticias hacia los nativos hawaianos por parte de los capitalistas estadounidenses están ayudando a dinamizar el movimiento soberanista hawaiano. Boricuas, no estamos solos. Cada vez más puertorriqueños se están dando cuenta de que anexar su país a los Estados Unidos, que actualmente atraviesa graves crisis y conflictos políticos, económicos, de deuda, sociales, raciales, de drogas, pobreza, falta de vivienda y conflictos culturales, no es una opción viable ni beneficiosa para Puerto Rico. 

Un movimiento en auge por la soberanía nacional

En contraste con el apoyo cada vez menor a la estadidad, los sentimientos a favor de la soberanía y la independencia están aumentando en Puerto Rico, particularmente entre las generaciones más jóvenes, la clase media y los profesionales. Incluso, para muchos puertorriqueños en los Estados Unidos (la diáspora), la soberanía nacional, la libertad y la verdadera democracia son muy atractivas y están ganando su apoyo. Estos sentimientos han evolucionado hasta convertirse en posiciones predominantes en el Puerto Rico moderno, con líderes y defensores de la soberanía nacional surgiendo en cuatro de los cinco principales partidos políticos del país. El creciente apoyo al Partido Independentista Puertorriqueño (PIP) y otros líderes soberanistas y patrióticos en otros partidos es cada vez más evidente.

De cara a las próximas elecciones de 2024, se organiza una alianza electoral entre el Partido Independentista Puertorriqueño (PIP), el Movimiento Victoria Ciudadana (MVC), independientes, sindicatos y diversas organizaciones de la sociedad civil, denominada “Alianza País” que buscar derrotar al corrupto y colonialista sistema bipartidista de Puerto Rico. A pesar de algunos intentos desesperados y vergonzosos a favor de la estadidad, mediante el cuco y el alarmismo de la época de la Guerra Fría, las payasadas políticas y el comportamiento poco diplomático en las recientes audiencias del Comité de Descolonización de las Naciones Unidas (UNDC) el 18 de junio de 2023 (particularmente por parte de José “Quiquito” Meléndez cuando su micrófono fue apagado por personal de la ONU), la mayoría de los representantes y oradores puertorriqueños en la UNDC apoyaron la soberanía y la independencia.

La comunidad internacional, particularmente países integrantes de la UNDC, la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC) y el Movimiento de Países No Alineados (un foro de 120 países), apoya el derecho de Puerto Rico a la independencia y la autodeterminación, haciéndose eco del sentimiento de que la anexión es una reliquia del colonialismo. Las organizaciones puertorriqueñas en los Estados Unidos, particularmente Boricuas Unidos en la Diáspora (BUDPR), la Puerto Rican Alliance (PRA), el Frente Independentista Boricua y la Diáspora PIP, entre otras, también apoyan y promueven la independencia de Puerto Rico y ayudan a educar a los estadounidenses y puertorriqueños en Estados Unidos sobre el tema.

Perspectiva histórica: colonialismo, miedo y represión

El contexto histórico es vital para comprender el papel de Estados Unidos en el estatus colonial de Puerto Rico. Décadas de miedo, persecución, criminalización y terror desde 1898 se emplearon contra los movimientos soberanistas e independentistas en Puerto Rico. El adoctrinamiento colonial, a través de la educación y las políticas asimilistas de Estados Unidos y del Estado Libre Asociado (ELA) o Commonwealth como se conoce en inglés, ayudó a cimentar la mentalidad colonial, el miedo y la impotencia política entre el pueblo puertorriqueño. Estas políticas nefastas, que la mayoría de los estadounidenses desconocen, inevitablemente ayudaron al crecimiento del PPD colonialista y del PNP anexionista, pero los defensores y organizaciones independentistas continuaron resistiendo, sobreviviendo y creciendo.

Hoy en día, tanto para el PPD como para el PNP, es fácil hablar de “democracia” y “la voluntad del pueblo” cuando han pasado décadas violando ilegalmente los derechos civiles, persiguiendo, arrestando y criminalizando a sus opositores: aquellos puertorriqueños que apoyan la independencia. El gobierno colonial puede torturar y asesinar a los independentistas (y lo ha hecho), pero la idea de libertad es a prueba de balas. Afortunadamente, las tácticas coloniales de persecución e intimidación del PPD/PNP no fueron suficientes para sofocar la creciente marea y la fuerza del patriotismo, el orgullo nacional y el apoyo a la independencia puertorriqueña. La administración Carter inició un proceso a fines de la década de 1970 para explorar opciones de descolonización para Puerto Rico, en respuesta a numerosas resoluciones de las Naciones Unidas que pedían la autodeterminación y la independencia de Puerto Rico. Esto marcó un punto de inflexión en la política estadounidense hacia la nación insular.

El estudio del Consejo de Seguridad Nacional (NSC por sus siglas en inglés) reconoció que la independencia era la mejor opción de estatus político para Puerto Rico, alineándose con los intereses de Estados Unidos. Sin embargo, la administración entrante de Reagan archivó estas recomendaciones, influenciada por el apoyo financiero de los anexionistas puertorriqueños y las preocupaciones sobre la óptica política. Los intereses financieros y las maniobras políticas a menudo han socavado la búsqueda de la soberanía de Puerto Rico. El apoyo financiero de los anexionistas, particularmente dentro de la administración Reagan, llevó a que se archivara el estudio del NSC que apoyaba la independencia. Estas maniobras secretas le negaron a Puerto Rico una oportunidad de libertad en la década de los ochenta, y desde entonces los puertorriqueños han tenido que soportar más décadas de gobierno colonial estadounidense corrupto, inepto, humillante y antidemocrático.

Hoy, bajo las barras y las estrellas de la bandera pecosa y el indiferente dominio colonial estadounidense, Puerto Rico está agobiado por miles de millones de dólares en una deuda odiosa colonial no auditada y está gobernado, gracias al ex presidente Obama, por una junta de estadounidenses no electos, despreciados y designados al dedillo que impone medidas de austeridad severas y draconianas y la privatización de recursos y entidades públicas por encima de la voluntad del pueblo puertorriqueño y de la legislatura colonial. ¿Podría imaginarse a un gobierno extranjero imponiendo una junta de control fiscal a los Estados Unidos porque los “estadounidenses fiscalmente irresponsables” ahora no pueden pagar su deuda pública nacional de $31.4 billones (trillions en inglés) de dólares? Si bien los estadounidenses nunca tolerarían una entidad extranjera como esa, se espera que los puertorriqueños (como súbditos coloniales) la acepten, paguen sus exorbitantes salarios, no se quejen y toleren tales abusos.

Los puertorriqueños también sufren a causa de una economía colonial estancada; la despreciada Ley Jones de 1920 que impone un impuesto marítimo colonial y aumenta el costo de vida; constantes crisis energéticas y aumentos de tarifas; apagones eléctricos diarios; gentrificación de los colonos estadounidenses; y donde el 41.7 por ciento vive en pobreza extrema (57.6 por ciento de los niños), todo bajo la bandera del colonialismo estadounidense. Si este desastre total es lo mejor que podemos esperar de los Estados Unidos, entonces nosotros, como puertorriqueños, debemos mirar hacia otra parte: debemos mirar hacia nosotros mismos. Cuando ellos se vuelven coloniales, nosotros nos convertimos en libertad. Necesitamos dejar atrás y superar el gobierno colonial inepto y corrupto que nos ha humillado durante más de un siglo, abrazar nuestra libertad y soberanía nacional y convertirnos en parte de la comunidad internacional.

Hoy, bajo el colonialismo estadounidense y mientras los anexionistas intentan tristemente encontrar alguna razón tonta para que Puerto Rico sea importante para los Estados Unidos, Puerto Rico es hoy un estado colonial fallido que le impone una carga financiera significativa a todos los contribuyentes estadounidenses, liberales y conservadores. Sí, las colonias son caras y los contribuyentes estadounidenses están pagando miles de millones de dólares cada año para mantener a Puerto Rico en una dependencia colonial, corrupta y una pobreza abyecta para beneficio financiero de unas pocas empresas estadounidenses y del cártel naviero estadounidense con sede en Jacksonville que se beneficia estrangulando a la cautiva economía colonial puertorriqueña.

Incluso la propia Oficina de Contabilidad Gubernamental (GAO, por sus siglas en inglés) del Congreso estuvo de acuerdo cuando publicó un informe en 2014 que literalmente detallaba cómo la estadidad sería desastrosa para la economía de Puerto Rico, aumentaría la dependencia del subsidio federal, impondría una carga impositiva federal insoportable de $5.7 mil millones a los puertorriqueños, aumentaría desempleo y empujaría a más puertorriqueños hacia los Estados Unidos. La actual dependencia crónica de Puerto Rico a fondos federales, apoyados por los anexionistas, perpetúa la pobreza, desalienta el crecimiento económico y, en última instancia, socava el prestigio estadounidense en el escenario mundial. La quiebra y las limitaciones económicas del Estado Libre Asociado colonial son indicadores evidentes, no sólo del fracaso estadounidense en Puerto Rico, sino de las deficiencias del dominio colonial en el siglo XXI.

¿Cuáles son los beneficios de la soberanía nacional?

La soberanía, ya sea a través de la independencia o de un pacto de libre asociación, presenta un camino a seguir para Puerto Rico que beneficia tanto a la nación puertorriqueña como a los Estados Unidos. Las ventajas de la soberanía puertorriqueña son multifacéticas y pueden clasificarse en tres dimensiones principales: beneficios políticos, económicos y aquellos relacionados con la seguridad.

Beneficios políticos:

Libertad y Autodeterminación: La soberanía nacional le ofrece a Puerto Rico la autonomía política, económica, diplomática y cultural y la libertad para tomar sus propias decisiones, libre de influencias externas o dominios coloniales, como es el caso hoy. Permite a la nación puertorriqueña dar forma y forjar su propio destino político; proteger y promover su cultura e identidad nacional; e instituir políticas nacionales alineadas con las aspiraciones de su pueblo. Un Puerto Rico soberano defendería y garantizaría su derecho a existir como nación. Al igual que los patriotas estadounidenses del 1776, los puertorriqueños también tienen derecho a resistir el colonialismo y asegurar su libertad del dominio extranjero.

Reconocimiento internacional: Como nación soberana, Puerto Rico obtendría reconocimiento internacional, se uniría a las Naciones Unidas y aseguraría un asiento en la mesa global de países libres. Es mejor un asiento en la mesa global como un igual entre naciones que un asiento en la mesa de los niños de cincuenta estados dentro de los Estados Unidos y su sistema político disfuncional y polarizado, donde cada estado lucha por su tajada del inflado presupuesto federal. El estatus de soberanía permitiría a la nación puertorriqueña establecer su propio gobierno nacional, Ministerio de Relaciones Exteriores y cuerpo diplomático, interactuando así con la comunidad internacional en igualdad de condiciones y mejorando su posición diplomática, particularmente en el Caribe y América Latina. Un Puerto Rico soberano apoyaría un Tratado de Amistad y Cooperación con los Estados Unidos.

Democracia: La soberanía garantiza que los puertorriqueños, y sólo los puertorriqueños, puedan ejercer plenamente sus derechos democráticos, eligiendo líderes y dando forma a políticas que satisfagan sus necesidades e inquietudes únicas dentro de su propio estado-nación, su propia República soberana y democrática de Puerto Rico. Con soberanía, Puerto Rico puede realmente redactar, ratificar e implementar una constitución nacional y democrática real, no mantener la actual constitución colonial que el Congreso de Estados Unidos editó y aprobó en 1952.

Beneficios económicos:

Desarrollo y fomento económico: La independencia o la libre asociación permitiría a Puerto Rico desarrollar su economía libre de las restricciones, grilletes y limitaciones del dominio colonial. La nación puertorriqueña podría diversificar industrias, atraer inversión extranjera, ampliar sus proyectos económicos marítimos y diseñar políticas reales y viables que fomenten el crecimiento, el espíritu empresarial, la autosuficiencia y el desarrollo. Con soberanía, Puerto Rico (siguiendo el modelo de capitalismo estatal de Singapur y Corea del Sur), tiene el potencial de establecer un sector económico próspero, atraer inversión extranjera, hacer crecer las industrias nacionales y generar miles de millones en recaudos e ingresos nacionales para impulsar y mantener sus políticas y metas de desarrollo económico. 

Por ejemplo, un Puerto Rico soberano, con sus propias políticas integradas de aduanas, aranceles e inmigración en todos sus puertos de entrada (marítimos y aéreos), podría generar aproximadamente $12.5 mil millones al año - una cifra excelente si se considera que el presupuesto operativo del gobierno colonial del Estado Libre Asociado es de aproximadamente $9 mil millones. Grupos independentistas y soberanistas puertorriqueños ya tienen listos estos planes económicos; sólo necesitamos el poder político y la libertad que nos otorgaría la soberanía para implementarlas. Sin soberanía, no puede haber desarrollo económico para Puerto Rico.

Autonomía fiscal: Como entidad política y nacional soberana, Puerto Rico podría implementar políticas tributarias adaptadas a sus necesidades y circunstancias económicas. Ya no estaría sujeto a la supervisión fiscal federal (que facilitó y aprobó la deuda colonial actual y alienta a los evasores de impuestos estadounidenses a mudarse a Puerto Rico), lo que permitiría una mayor justicia económica, flexibilidad, oportunidades y autosuficiencia.

Oportunidades comerciales: La soberanía nacional abre un mundo de comercio y oportunidades comerciales para que Puerto Rico establezca sus propios acuerdos comerciales, se una a acuerdos comerciales existentes y plataformas económicas regionales, expanda y acceda a mercados globales y fomente asociaciones económicas beneficiosas tanto para Puerto Rico como para los Estados Unidos. Hoy, como colonia estadounidense, a Puerto Rico no se le permite establecer y mantener sus propias relaciones exteriores ni instituir tratados beneficiosos por su propia voluntad.

Beneficios relacionados con la seguridad:

Cooperación de seguridad mejorada: Un Puerto Rico soberano, con sus propias agencias y activos de seguridad y defensa nacional, podría convertirse en un socio de seguridad más sólido para los Estados Unidos en la región del Caribe, no sólo en una pérdida de dinero para los contribuyentes estadounidenses y una puerta abierta a las drogas y los narcotraficantes entrar a los Estados Unidos. La proximidad de Puerto Rico a intereses regionales críticos en el Caribe y el norte de América del Sur la convertiría en un aliado estratégico natural para abordar los desafíos de seguridad regional.

Gobernanza estable: La estabilidad política y la soberanía están estrechamente entrelazadas. Un Puerto Rico soberano y democrático estaría mejor posicionado para garantizar una gobernanza estable y la seguridad dentro de sus fronteras, reduciendo el potencial de conflicto y sirviendo como ejemplo de gobernanza democrática. Hoy, como colonia estadounidense, Puerto Rico es un ejemplo flagrante del fracaso colonial estadounidense. Eso lo podemos cambiar.

Alianzas regionales fortalecidas: La soberanía permitiría a Puerto Rico desempeñar un papel más activo en organizaciones y alianzas regionales como CARICOM y la Asociación de Estados del Caribe (AEC), alineándose aún más con los objetivos de la política exterior estadounidense de paz, prosperidad económica, estado de derecho, y gobernanza democrática.

Avanzando al futuro 

La soberanía y la independencia de Puerto Rico no sólo benefician a los puertorriqueños sino también a los intereses nacionales, geopolíticos, económicos y diplomáticos de los Estados Unidos. A medida que más estadounidenses se dan cuenta de que la soberanía es el único camino viable para Puerto Rico, deben exigir que sus representantes en el Congreso también apoyen la soberanía. Mientras los líderes anexionistas sólo ofrecen más desesperación, dependencia, pobreza y promesas vacías de más fondos federales y cupones, los líderes independentistas y soberanistas ofrecen libertad, democracia y un plan viable para un desarrollo económico del país.

A medida que el impulso por la soberanía continúa creciendo en Puerto Rico y dentro de la comunidad puertorriqueña en los Estados Unidos, es crucial que los estadounidenses, particularmente aquellos en el Congreso y la comunidad de seguridad nacional, presten su apoyo a la descolonización, la democracia y la soberanía de Puerto Rico. Puerto Rico, como aliado estratégico y socio económico en el Caribe, es mucho mejor para los Estados Unidos que el continuo pozo de dinero y la vergüenza que es el fallido “Commonwealth” colonial y la amenaza financiera, política y cultural de la anexión de Puerto Rico a la Unión Americana.

Para decirlo claramente, Estados Unidos puede anexar a Puerto Rico, pero no sobreviviría por mucho tiempo al revés de anexar una nación latinoamericana de habla hispana desafiante, orgullosa y anticolonial que ha luchado y resistido 125 años de dominio colonial estadounidense y políticas de asimilación fallidas. En 1950, los puertorriqueños se rebelaron contra el dominio colonial estadounidense en Puerto Rico (una revuelta en toda la isla que fue aplastada por tropas militares estadounidenses y bombardeos aéreos), y en 1954, un comando nacionalista puertorriqueño (que protestaba contra el dominio colonial y el recién inaugurado ELA) atacó y disparó contra el Congreso de Estados Unidos, entre otras acciones. En 2003, después de 60 años de prácticas de entrenamiento militar estadounidense, bombardeos, destrucción ambiental, municiones sin detonar y violaciones de los derechos civiles y humanos, los puertorriqueños finalmente expulsaron a la Marina estadounidense de Vieques y otras instalaciones militares debido a décadas de determinación, resistencia activa, desobediencia civil y una larga y desafiante lucha anticolonial. Lo hemos hecho antes; lo podemos hacer de nuevo.

¿Qué cree que pasará si Estados Unidos anexa unilateralmente a Puerto Rico? En pocas palabras, anexar a Puerto Rico sería como si los Estados Unidos se tragara un cartucho de dinamita política que haría estallar la noción de E Pluribus Unum y obligaría a Estados Unidos a seguir el camino del multinacionalismo, el desafío anticolonial, los conflictos étnicos, las diferencias culturales, conflictos lingüísticos, batallas legales y constitucionales, aumento de la desunión y guerras culturales que ni siquiera puedes imaginar. Recuerde, los puertorriqueños son una nación y, si se anexan, comenzaremos a afirmar y exigir nuestra identidad nacional distintiva, nuestros derechos culturales, lingüísticos y de autodeterminación por encima de cualquier noción de “ser americano”, tal como lo hacen los quebequenses dentro del Canadá. No creo que los estadounidenses, liberales y conservadores, quisieran anexar un “Quebec caribeño” a los Estados Unidos si realmente conocieran y consideraran estas repercusiones políticas, económicas, culturales, lingüísticas y sociales. 

Anexar por la fuerza a Puerto Rico, una nación diferente y desafiante que históricamente ha resistido y despreciado la asimilación a Estados Unidos, no es “celebrar la diversidad” como piensan algunos estadounidenses ingenuos; es un polvorín político y cultural de multinacionalismo y conflicto étnico que no les fue muy bien a Austria-Hungría, Yugoslavia, la Unión Soviética y otros estados multiétnicos que ya no existen. Éstas son las nefastas consecuencias y ramificaciones de la estadidad que los anexionistas, por supuesto, aunque ondean banderas estadounidenses, no revelan a los estadounidenses.

En 2022, el congresista Tom McClintock (R-CA) dijo públicamente lo que muchos estadounidenses dicen en privado: “Puerto Rico es una nación orgullosa y distinta que habla un idioma diferente, tiene su propia identidad nacional y no debe ser anexada a los Estados Unidos.” Respecto a Puerto Rico, la escritura está en la pared y dice: Soberanía Nacional. Es la salida más viable política y económicamente para ambas naciones de este atolladero colonial de 125 años. Si la libertad y la soberanía son suficientemente buenas para Ucrania, también lo son para Puerto Rico.

Es hora de decirle no a las narrativas estadistas y colonialistas a favor de la pobreza, el cuco, el alarmismo y la dependencia y decirle sí a la libertad, la democracia y el desarrollo económico de Puerto Rico. Defender la libertad, la democracia y el desarrollo económico los colocará en última instancia en el lado correcto de la historia, fomentando una relación mutuamente beneficiosa que fortalezca a ambas naciones. La soberanía nacional es el camino hacia un futuro mejor para Puerto Rico y los Estados Unidos, marcado por el respeto, la autonomía política, la democracia, el crecimiento económico y una mayor cooperación en materia de seguridad. Juntos podemos hacer esto posible.


Sobre Javier A. Hernandez
Javier A. Hernandez

Javier A. Hernández es un autor, escritor, empresario, asesor y defensor de la soberanía y la descolonización puertorriqueño radicado en Nueva Jersey y Puerto Rico.


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