La labor heróica de SER <br>de Puerto Rico
La algarabía de los niños que juegan y chapotean en la piscina en este día caluroso –esa experiencia de pura y despreocupada felicidad infantil– es similar a lo que se percibiría ante cualquier grupo de chicos. Pero estos niños y niñas son especiales.
Entre los que se divierten en esta piscina protegida por un techado de lona que filtra el candente sol de mediodía, hay un chico con perlesía cerebral, dos con síndrome Down, otros con autismo, no videntes y un niño que fue operado de un tumor cerebral. Un grupo de padres, madres y abuelos refleja una alegría serena al ver a sus pequeños compartir y divertirse.“No importa el diagnóstico que tengan nuestros participantes, todos van a aprender a nadar…vivimos en una isla así que buscamos que puedan disfrutar de sus cuerpos de agua”, dice Nilda Morales, presidenta de SER de Puerto Rico, en cuyas instalaciones de Hato Rey nos encontramos.
SER (la Sociedad de Educación y Rehabilitación de Puerto Rico) cumple en el 2015 unos intensos 65 años de labor a favor de la población con discapacidades. Parte de su filosofía es la integración de los niños con diversas condiciones, explica la presidenta. “Se ayudan entre ellos”, comenta Nilda. Explica que los niños con discapacidades físicas contribuyen a que los que tienen autismo regulen su comportamiento y se logra una buena comunicación entre ellos que los beneficia a todos.
En esta instalación de Hato Rey y en una más pequeña en Ponce, SER tiene centros de rehabilitación de nivel mundial con la tecnología más avanzada disponible y un equipo que incluye neurólogos, genetistas, ortopedas, fisiátras, psicólogos, terapistas físicos, del habla, ocupacional, expertos en autismo y otros. Los dos centros sirven a poco menos de cuatro mil participantes, la inmensa mayoría niños aunque también se ofrecen servicios de rehabilitación a adultos, principalmente víctimas de accidentes.
La instalación de San Juan también tiene una escuela con 138 estudiantes que cursan desde preescolar hasta cuarto año. La mayoría de los alumnos forma parte del grupo de más de 3,700 que se benefician de los servicios terapéuticos en San Juan. “Nacimos en 1950 como un centro de rehabilitación y en el 1955 hicimos la escuela porque en aquella época los nenes se quedaban en la casa y tú no rehabilitas si no educas. Enseñamos a un nene a caminar pero si no sabe hacia dónde va avanzar, de qué vale”, reflexiona Nilda. En Ponce atienden a 250 niños y en agosto próximo comienza allí un programa educativo con un grupo de nivel de sexto grado.
“En la escuela tratamos de mantener un 60% de estudiantes con discapacidad física, 20% con autismo y 20% sin diagnóstico, o sea, nenes típicos que en su mayoría son los hermanitos, o nenes de las comunidades aledañas que quieren una buena educación, porque de aquí la mayoría de los estudiantes salen para la Universidad o para hacer grados asociados”, sostiene Nilda, quien asegura que se siente como una compañera de trabajo dentro de un equipo más que como la jefa.
El 2% de la población de Puerto Rico consiste de niños con discapacidad (unos 68,118), según datos del censo de 2010. SER, con sus recursos actuales, solo logra atender al 5.8% de esa población. Por eso, explica su presidenta, la organización aspira a seguir expandiendo su capacidad para poder brindar sus servicios especializados a un número mayor de niños y familias que los necesitan con urgencia.
–Amenaza de eliminar fondos–
El Gobierno le ha comunicado a SER, al igual que a otras entidades sin fines de lucro que proveen servicios necesarios a la población, que podrían recortar sustancialmente o eliminar los fondos públicos que se asignan anualmente. SER tiene un presupuesto anual de $4 millones y en los últimos años recibe $1.35 millones que le asigna la Legislatura. El resto de los fondos vienen de las campañas directas de recaudación, entre estas, el magno evento del Teletón, que se transmite por los tres principales canales de televisión este lunes 25 de mayo. También por auspicios de fundaciones y empresas que adoptan programas y de servicios que la entidad factura a aseguradoras y al Departamento de Educación.
“Lo que va a pasar (si se elimina la aportación gubernamental) es que no vamos a poder dar los servicios desde tan temprano en la vida del niño como hacemos ahora, además tendríamos que reducir el personal y aquí no sobra nadie”, sostiene Nilda, quien es terapista ocupacional con especialidad en autismo. El grado de éxito de la terapia aumenta mientras más temprano se comienza a tratar al infante. “Aquí hay bebés que reciben terapias, tengo muchos nenes que los atendimos antes de los dos años y nunca llegaron a educación especial porque optimizaron todas sus destrezas y solo necesitan un acomodo razonable, una rampa y pueden ir a cualquier programa de cualquier escuela”, agrega.
Los servicios que presta SER no sólo son de mayor calidad que los que el gobierno puede proveer sino más eficientes. Según datos de la entidad, el costo anual promedio de rehabilitación física para un niño en SER es de $5,000 mientras que para el gobierno es de $60,000 (92% ahorro). Con el tratamiento para el autismo SER invierte $13,500 para hacer lo que al gobierno le costaría $66,000 y en la escuela se invierten $3,100 anuales por alumno mientras que al DE le costaría un promedio de $70,000.
“Si yo pudiera decir que SER desaparece o reduce servicios y que el gobierno dispone de servicios para cubrir esa necesidad pues yo los podría referir para allá, pero no existe; ¿a dónde mando los papás?”, se cuestiona Nilda. “El gobierno tiene un programa pero es que una terapista visita el hogar cada quince o veinte días, muchas veces la mamá tiene 16 o 18 años, no quiero decir que no se puede pero es bien difícil”, asegura.
–Servicio directo y pago según la capacidad–
¿Cómo logran esa eficiencia? El 97% de sus fondos van a servicios directos a los participantes. “Aquí no hay una burocracia, se optimizan todos los espacios y los recursos y todo el equipo de trabajo tiene un compromiso absoluto”, explica la mujer que lleva treinta años en la dirección de la institución.
Aunque SER atiende niños de todas las clases sociales sólo pagan aquellas familias que tienen capacidad para hacerlo. Se hace un estudio socioeconómico que toma en cuenta los ingresos y el estilo de vida. “Si tienes para lujos que no me digas que no tienes para las terapias de tu hijo porque yo tengo niños de sectores que no tienen ni para lo básico y aquí tenemos que tener un espíritu colectivo porque esto es de todos y lo logramos”, apunta Nilda. Se le factura a los planes médicos y al seguro gubernamental hasta donde cubran y luego se cobra o no a las familias, según la capacidad.
“El 60% de los niños de la escuela viven bajo el nivel de pobreza con ingresos familiares de $20,000 o menos”, indica la presidenta. La escuela opera en alianza con el DE, quien nombra y paga a sus maestros por lo que la educación es totalmente gratuita.
–Rehabilitación con alta tecnología–
En el recorrido por las instalaciones de rehabilitación parece que nos asomamos a un mundo futurista en donde las dinámicas de la ternura humana se complementan con las maquinarias más avanzadas. Aquí encontramos el Lokomat, a un costo de $750,000, una máquina que ayuda a aprender a caminar a niños con diversas discapacidades, y la más moderna de cinco que existen en el Hemisferio Occidental, explica Nilda.
En otro espacio llamado el Área Funcional, Abdiel, un niño con autismo, de unos 8 años, practica un juego de mesa terapéutico con su joven terapista. Abdiel no se intimida por la llegada de dos extraños y responde con naturalidad algunas preguntas que le hace la directora. ¿Qué haces? –“En la terapia”, responde como quien dice: ¿No me ves? Y qué estamos trabajando en la terapia cuéntame. –“Estamos haciendo un juego”, responde el niño. En el área funcional los niños aprenden destrezas de vida práctica, desde usar el baño hasta la cocina y adquieren capacidades perceptuales que les ayudan en el aprendizaje, que es lo que Abdiel hace. “La idea es que lleguen a ser independientes en su casa y en la comunidad”, dice Nilda.
En esta sala también está el Nirvana, un neuroestimulador que proyecta un ambiente virtual que estimula auditiva y visualmente al niño para promoverle el gateo, que se levante o que se voltee.
En otra sala llamada el área multisensorial el niño puede manipular mecanismos que crean diversos sonidos, distintos matices de luz y efectos visuales entre otros. “Aquí el nene regula sus estímulos visuales, auditivos, gustativos, olfativos y propioceptivos”, que se refiere a la autopercepción del cuerpo y el sentido de balance, explica Nilda.
“Desde que tengo este programa tengo niños con autismo que no hablaban y que ahora están hablando”, resume. Es un producto diseñado por una doctora con autismo que salió al mercado hace cinco años.
En el centro de la filosofía de SER está el desarrollo de la autosuficiencia y de la voluntad de superación de los niños. “Desde chiquitos les inculcamos: tu te vas a unir a la fuerza laboral, tu vas a adquirir las destrezas; la discapacidad no te define, las oportunidades a las que te expongamos son las que definen tu futuro”.
SER, en más de un sentido, pues, significa futuro.*fotos por Samuel Vélez|PRTQ
Sobre Eugenio Hopgood Dávila
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