La educación liberadora como requisito de la justicia social
Por Xiomara M. Colón Aponte* / Especial para Puerto Rico Te Quiero
En Puerto Rico urge una mirada a la justicia social enfocada en la niñez. Esta necesidad surge de las injusticias que enfrenta esta población. La pobreza infantil representa una de las injusticias más evidentes. Pero a pesar de esto, son pocas las estrategias que vemos para combatirla. Vivimos en un país en el que la austeridad ha sido el modelo económico impuesto por la Junta de Control Fiscal y es a través de este modelo que la niñez, familias y comunidades en general, han sufrido cierre de escuelas, la deficiencia en la creación de planes estratégicos para atenderlas necesidades de esta población, corrupción gubernamental y otras limitaciones de acceso a la educación. Esta situación es desalentadora para el desarrollo de la niñez, y presenta retos significativos para alcanzar la justicia social.
Pero ¿qué es justicia social? Más allá de un concepto, es acción. Hablar de justicia social es asegurar que la niñez tenga derecho a una educación inclusiva, equitativa y de calidad; es hablar de ética y humanismo. Es un valor fundamental para conseguir convivencia pacífica y el progreso de la sociedad. La justicia social nos presenta un enfoque colectivo que va más allá de los ideales individuales. La justicia social nos permite garantizar una práctica orientada al bienestar, con el fin de visibilizar injusticias que hemos normalizado; como la pobreza, la desigualdad, y la diferencias por clase, raza, sexo, entre muchas otras que impiden conseguir el pleno desarrollo de las personas.
Según Paulo Freire (1987), en la Pedagogía del Oprimido, la complejidad social de la injusticia, la opresión y el sufrimiento han marcado la imagen del opresor y el oprimido y, consecuentemente modifica el pensamiento emancipador de la educación. En nuestro país, ya no es posible identificar fácilmente un culpable del sufrimiento ajeno, ya que la pluralidad de formas del poder que circulan a través de las estructuras, nuevas o históricas, están obligando a las personas a romper sus esquemas conceptuales tradicionales sobre justicia. Cada injusticia es fruto de la vida cotidiana, ya que fundamentan las estructuras sociales, políticas y económicas de la sociedad.
La educación constituye un elemento clave en el desarrollo de capacidades, primordial para el logro de derechos y libertades. La educación incide en cómo nos relacionamos, en el respeto por el entorno, en nuestra capacidad de compasión y desarrollo de una narrativa que nos ubica en el lugar del otro. Además, tiene un rol vital porque conforma, junto a otros aspectos, la base para la erradicación de la pobreza, no solo material, sino la que se manifiesta por otras vías como la violencia, falta de seguridad y servicios de salud, y la desinformación o pasividad colectiva.
Es una afrenta en contra de los derechos de la niñez, que la educación no sea prioridad en nuestra isla. La niñez tiene derecho a acceder a una educación que les permita formarse y les asegure un futuro con igualdad de oportunidades. Sin embargo, esta educación liberadora y promotora de justicia social no solo debe darse en los contextos educativos, sino en las alianzas entre comunidades y entidades sin fines de lucro. El aprendizaje no debe consistir únicamente en la información adquirida en los libros, ya que tenemos todo un mundo disponible para ofrecer experiencias esenciales para la formación de la niñez. Además, el aprendizaje más significativo se produce mediante la adquisición de habilidades a través de actividades prácticas de vida. Esto debe estar cimentado en estrategias que fomenten el pensamiento crítico, que garanticen que todas las personas puedan ejercer sus derechos, y propicien un desarrollo digno.
En Puerto Rico urge un cambio de paradigma educativo para promover la justicia social. Este cambio debe surgir desde un marco de referencia libre de desigualdad y con conocimiento sobre nuestra historia, cultura y que nos brinde un espacio de liberación que permita una mirada hacia una transformación de igualdad. Esta educación debe 1) estar basada en los derechos de la niñez viabilizando su voz y participación, 2) atender las necesidades particulares de la niñez, 3) fomentar aprendizajes diversos incluyendo las artes y la agricultura 4) tener a las comunidades y organizaciones sin fines de lucro de aliadas, 4) enfatizar en el fortalecimiento socioemocional, y 5) promover la equidad. Si no trabajamos por el cambio ahora los efectos serán generacionales y el bienestar de la niñez seguirá en juego. La educación debe ser el vehículo hacía la justicia. De no asumirla como tal la trayectoria de vida de nuestra niñez y el futuro del país se verán comprometidos.
*La autora es estudiante doctoral Programa de Psicología Escolar Universidad de Puerto Rico, Recinto de Mayaguez
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