Hijos de Borinquen: "Solo había jamonilla y arroz"
Esta es la primera crónica producto de la alianza entre Puerto Rico Te Quiero y la campaña Hijos de Borinquen, iniciativa dirigida a combatir la pobreza entre la niñez puertorriqueña.
En esta ocasión te presentamos a Beraliz Germocén, una joven universitaria de 21 años del residencial Luis Llorens Torres, que narra los retos que enfrenta diariamente para echar hacia adelante. Beraliz enfatiza la importancia de afrontar la pobreza mediante el activismo y la responsabilidad social. Disfruta esta primera crónica de una serie que incluirá ocho publicaciones de madres y jóvenes que han dado un paso al frente por sus comunidades y futuro. A continuación las vivencias de Beraliz:
Agosto 28, 2020
Me levanté por puro instinto y porque el sol me daba en la cara. Como de costumbre miro el teléfono y antes de poder enfocar mi vista en la hora, veo más de 20 notificaciones, suspiro. “Probablemente sean de los 10 chats en Whataspp”. Con ese pensamiento tiro el teléfono y picheo. Me quedo con los ojos cerrados aun sin saber qué hora es y pienso en que hay algo que tengo pendiente. Me rio, porque tengo como 100 cosas pendientes especialmente ahora que comenzaron las clases. Pero, sé que es algo que he estado retrasando y hoy prometí hacerlo, aunque no fuese mi día libre. Sabía que hoy no podía pichar y tenía que salir a hacerlo. No podía seguir poniendo excusas. Tenía que sacar la tarjeta electoral.
Abro los ojos con ese pensamiento y digo: “vamos, una vez lo hagas no tendrás que hacerlo en muuuuuuucho tiempo”. Me motivo con ese pensar y me levanto de la cama. Son las 6:23 am, y el Centro de Comisión Estatal de Elecciones (CEE) no abre hasta las 8 am. Me hago desayuno, pongo el café en la greca, como con calma y luego me meto a bañar. Me arreglo el pelo y me pongo algo nice, ya que hace mucho no salgo a ningún lado con ropa casual.
Para cuando termino ya eran las 7:55 am. Debatí si irme en la bici, pero no quería llegar toda sudada a la CEE. Va y me atendían rápido y salía con la frente brillosa en la foto. Pensé en un Uber. ¡Miré los precios y estaban a $15 de Llorens Torres hacia allá! “Esto es un asalto a mano armada”, pensé. Pero bueno, los conductores también están arriesgando su vida a diario y probablemente no lo hacen por gusto. Me calmé y pedí el Uber que me terminó saliendo en $14.36. “Al menos me ahorré .69 centavos, eso me da pa’ un capri sun”. Me rio de mi propio chiste y me animo a entrar con una sonrisa al edificio. Ah, pero tengo mascarilla así que no hace diferencia la simpatía que intento transmitir. La señora del lobby me dirige a los asientos de espera y me siento. Pienso, “espero salir de aquí más tardar a las 11am, quiero dormir un poco antes de irme a trabajar”.
Al menos la fila se movía rápido, lo que me daba tranquilidad. Vi muchos chamaquitxs entre las personas esperando, diría de mi edad o unos años mayores. De 30 personas, 18 eran jóvenes, lo cual me sorprendió. Cuando llegó mi turno, los que estaban haciendo las tarjetas se demoraron conmigo. “¿De dónde dijiste que eres?”, me preguntaron. “De Llorens Torres, sector Youth Center, edificio 102”. Decían que no podían encontrar la unidad. “¿Dónde tú votas?”, preguntaron, a lo que respondí que “nunca he votado, es mi primera vez. Pero de chiquita veía que votaban en la escuela elemental. Ahora se llama escuela elemental Montessori Luis Llorens Torres”.
Pasaron 30 segundos, un minuto, dos minutos. Pero yo los sentía eternos. Pregunto, “¿Hay algún problema?” La señora me responde que “es que no encontramos la unidad”. Yo ya estaba exasperada y un poco frustrada porque me estaba dando hambre nuevamente. “Pero ¿cómo es posible? Un lugar tan grande…” Ella me dice que “por eso mismo es más difícil, porque es un lugar muy grande”. Me quedo sentada pacientemente en silencio, y por fin encuentran lo que sea que estaban buscando. “Es la 17, unidad 17”. Me calmo porque ya podemos continuar con el proceso. La señora me dice, “gracias por tu paciencia y disculpa. A veces la gente se agita más rápido porque se creen que estamos aquí sentados y es llenar un papel y ya. Muchas veces nos ocurre esto y tenemos que consultar este libro demográfico (me lo enseña) que es tan grande como una enciclopedia”.
Eso me hizo sentir un poco mal, porque honestamente estaba a milímetros de explotar, y pensé que muchas veces nos alteramos por cosas que realmente no entendemos y que la paciencia es una virtud difícil de practicar. Le dije que estaba bien, que yo no tenía prisa. Lo dije para que se sintiera bien, porque realmente sí tenía prisa. Terminaron el papeleo, me tomaron la foto y tan pronto me senté a esperar la tarjeta me llamaron para recogerla. Salí de ahí exactamente a las 10:13 am. Pensé caminar a Plaza las Américas, para cambiar una cartera que tenía garantía desde diciembre y no había ido porque cuando planifiqué ir, quitaron el servicio de guaguas públicas. Miré la hora, y pensé que me daría tiempo. Pero, primero verifiqué los Ubers a ver si habían bajado el precio. ¡¡¡Estaban a $6!!! Lo pedí sin pensarlo porque no quería que más tarde subieran los precios. Lo pedí, estaba a dos minutos, me monté y ya a las 10:27am estaba en casa.
Llegué a casa, me quité la ropa, la puse en la lavadora y me metí a bañar. Cuando salgo del baño pienso en que debería comer algo, pero tengo tanto cansancio que solo me serví un bowl de cheerios. Cuando me acuesto pongo una alarma para la 1pm, de manera que me dé tiempo a ir a trabajar. La alarma suena, me levanto más cansada de lo que me acosté y me paro de la cama. Comienzo a ponerme el uniforme y tengo tanto sueño que pienso en coger otro Uber para al menos dormir 30 minutos más. Pero, ya había gastado demasiado, así que me tocará pedalear. Además, no me gusta molestar a los compañeros pidiendo pon pa’ virar, aunque sé que lo hacen de buena fe como quiera. Me termino de vestir y bajo a quitarle la cadena a mi bici. Me pongo audífonos y comienzo a pedalear hacia el trabajo, en una cadena de comida rápida.
Llego como a la 1:40pm, así que me da tiempo a comer algo más pesado para aguantar hasta la hora del break. Compro unas tostadas, un jugo y un café. Ahí gaste $6.00 más. “Mami estaría regañando ahora mismo”, pero es que no tenía energías para cocinar nada, además solo había jamonilla y arroz en casa. Mientras como, pienso en que el turno lo sentiré eterno porque es fin de semana. Pienso en lo cansada que estoy y en el día que tuve. Solo fui hacer una cosa y siento que hice mil. Pero sé que hice algo muy poderoso. Pienso en que el bolsillo tengo la clave para cambiar mis días. Poder cambiar el hecho de que luego que salga de trabajar a las 11pm, tengo que comenzar a leer tres libros para una investigación de ciencia sociales. Irónicamente, el tema de mi investigación es la libertad, la cual no siento muy a menudo estos días.
Para ser libre, para tener justicia, hace falta que visibilicemos lo que nos ocurre y así convencer sobre la importancia de luchar por mejores oportunidades. Movilizar un cambio social en la opinión pública acerca de la pobreza infantil requiere de una organización sumamente enfocada en su público. Esto incluye a los jóvenes como protagonistas, a sus familias y comunidades. Una campaña como Hijos de Borinquen tiene las herramientas, plataformas, conexiones y mentores que ayudarán a guiar a los jóvenes en esta iniciativa y movimiento social longitudinal, porque estamos conscientes que la pobreza no es algo que se arregle de la noche a la mañana. Por mí, mi familia y todos los niños, niñas y jóvenes de mi residencial es que trabajo con Hijos de Borinquen y estoy convencida de que podremos lograr cambios.
Sobre Beraliz Germocén
De Llorens Torres para el mundo, Beraliz es una joven universitaria, activista contra la pobreza y portavoz de la campaña Hijos de Borinquen.
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