¿Habrá conversaciones de paz entre Ucrania y la Federación Rusa?
El 10 de enero de 2022 se efectuó una reunión en Ankara, capital de Turquía en la cual participaron el Director del Servicio de Inteligencia Exterior de la Federación Rusa con su homólogo estadounidense, el actual Director de la Agencia Central de Inteligencia, CIA por sus siglas en inglés. Se dio a conocer que el principal tema tratado fue el reclamo por parte de la Federación Rusa de garantías de seguridad ante los avances de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) sobre países que antes fueron parte del Campo Socialista y de la estructura militar que configuraba el pacto de Varsovia; ante el potencial ingreso de Ucrania dentro de la OTAN; y el emplazamiento de armamento estratégico en suelo ucraniano amenazando sus fronteras.
El fracaso de los intentos rusos de que los Estados Unidos y con dicho país los gobiernos de los países que integran la OTAN, principalmente aquellos que forman parte de la Unión Europea, desataron la intervención abierta de la Federación Rusa en Ucrania.
En efecto, el día 24 de febrero de 2022 la Federación Rusa dio inicio a una operación militar de amplias proporciones sobre Urania. La ofensiva militar se dirigió sobre el norte de Ucrania mayormente desde Belarús con el objetivo de tomar la capital Kiev; en la región del Donbás, compuesta por las hoy repúblicas de Donetsk y Lugansk; al sur sobre el puerto de Mariúpol y la línea costanera que une dicha ciudad con la península de Crimea; y más hacia el oeste en dirección las regiones de Jersón y Zaporiyia.
Apenas unas semanas de comenzada la ocupación de territorio ucraniano y tras una fuerte resistencia en la frontera norte de Ucrania, miles de efectivos y medios de combate fueron redirigidos hacia la frontera ucraniana con Rusia y los objetivos rusos en la costa del Mar de Azov y del Mar Negro. En Mariúpol en particular se libró una intensa lucha entre las tropas rusas y la conocida unidad militar neonazi, el Batallón Azov, donde finalmente fueron capturados más de 2,500 efectivos. En otras importantes ciudades en el este y sur de Ucrania se han librado y continúan librándose importantes combates. En algunas zonas inicialmente controladas por tropas rusas se han producido retiradas de tropas y evacuación de civiles, como ha sido recientemente la retirada de tropas rusas de la porción occidental de la región de Jersón, concentrándose nuevamente dicha tropas en el margen oriental de Río Dniéper.
La estrategia rusa aparentaba entonces ir dirigida a controlar territorio ucraniano cerrando accesos terrestres a dicho país al Mar Negro y el Mar de Azov, estableciendo un fuerte control sobre los alrededores de la Península de Crimea; la destrucción de la infraestructura militar de Ucrania; y la reconquista de la región del Donbás asegurando la independencia de las repúblicas de Donetsk y Lugansk y el control de las regiones de Jersón y Zaporiyia. Estos objetivos, en adición a las “desnazificación” de Ucrania, fueron los que en un inicio el gobierno ruso definió como sus objetivos militares en esta guerra.
Datos ofrecidos en la página electrónica Sputnik para el 15 de noviembre de 2022 detallaban la destrucción por parte de la Federación Rusa de equipos e infraestructura militar de Ucrania en el curso de esta operación militar, a saber: 16 aeródromos; 388 sistemas de defensa aérea S-300, Buck M01 y OSA; 6,644 tanques; 3,594 cañones de artillería de campaña y morteros; 893 lanza cohetes múltiples; 333 aviones; 178 helicópteros; 2,517 drones; y 7,253 unidades vehiculares. Igualmente se ha señalado como resultado de los combates la eliminación de básicamente la totalidad de las unidades navales ucranianas y un indeterminado número de bajas. En los anteriores datos no se incluye el impacto y destrucción generado por los combates en términos de infraestructura civil.
Por su parte, la publicación The Kiev Independent cifraba las pérdidas materiales rusas al 26 de octubre de 2022 en 2,635 tanques, 5,381 vehículos blindados (APV), 1,678 unidades de artillería, 381 plataformas de lanzamiento de misiles antiaéreos, 271 aviones, 248 helicópteros, 16 embarcaciones, 1,386 drones, 149 equipos especiales, 4,088 vehículos y tanques de combustible y 350 misiles cruceros.
Las bajas luego de nueve meses de guerra (muertos y heridos) son estimadas en 100 mil efectivos de cada parte, 40 mil civiles fallecidos y 7.8 millones de desplazados o refugiados. A lo anterior se suma, en el caso particular de Ucrania, gran destrucción de su infraestructura eléctrica y ferroviaria, agricultura y otros elementos de infraestructura como son puentes y carreteras
Se indica que parte de los llamados éxitos de las tropas ucranianas, incluyendo los más recientes, ha sido el resultado de la entrega de armamentos modernos por parte de los Estados Unidos, países de la Unión Europea y la OTAN. También debe mencionarse el apoyo en materia de inteligencia; la participación de asesores en la conducción de las operaciones militares; y la facilitación de tecnologías desde occidente, contribuyendo a importantes contragolpes a las fuerzas armadas rusas.
La guerra ha estado permeada por otra guerra subyacente, la del control de los medios de comunicación en las cuales en occidente, la prensa estadounidense y los medios sociales de comunicación han copado en la información que se nos transmite. La guerra también ha traído a la discusión el cuestionamiento de si la misma es una librada entre Ucrania y la Federación Rusa; cuando la realidad es que es una guerra librada entre la Unión Europea, los Estados Unidos y la OTAN frente a la Federación Rusa. Se trata de una guerra que se libra en suelo ucraniano donde estos países occidentales han puesto a disposición de Ucrania, solamente en ayuda militar casi el doble del presupuesto total de Ucrania en un período inicial de 6 meses.
Esta guerra también se libra en el plano de las sanciones económicas impuestas por occidente a la Federación Rusa que sobrepasan aquellas impuestas a los largo de los años a países como la República Islámica de Irán, la República Popular Democrática de Corea, la República Árabe de Siria, la República Bolivariana de Venezuela o la República de Cuba.
Señaló Sputnik, citando del artículo publicado el 30 de julio de 2022 por Simon Jenkins en el periódico The Guardian, que “la guerra económica contra Rusia es ineficaz”, y tiene consecuencias negativas para quienes imponen a dicho país las sanciones. Considera el autor que se trata de “la política más contraproducente de la historia internacional reciente.” Señala Jenkins que como resultado de estas sanciones las “precios mundiales de la energía se disparan, la inflación aumenta, las cadenas de suministros se interrumpen y millones de personas se quedan sin gasolina, alimentos y fertilizantes.”
Aquel frente unido en la imposición de sanciones a Rusia que occidente nos presentó, ha comenzado a fracturarse como resultado de los efectos económicos sobre las economías europeas como resultado de la escasez de gas proveniente de Rusia. Esta situación se deteriorará aún más para estos países en la medida en que se aproxime el invierno. De hecho, ya hay indicios que plantean que se ha perdido la esperanza de que Ucrania pueda prevalecer en esta guerra. De acuerdo con Mark Milley, Jefe del Estado Mayor Conjunto de los Estados Unidos, no hay posibilidad de victoria para Ucrania, indicando de paso, que la llegada del invierno puede ser la posibilidad para Ucrania negociar con Rusia una salida a la guerra. Los efectos que la llegada el crudo invierno pueda tener al interior de Ucrania, dada la destrucción de su infraestructura eléctrica y sus dificultades en el acceso a combustibles fósiles, también es una presión significativa sobre dicho país. Igualmente los efectos del clima sobre países europeos que no tendrán acceso al gas ruso también les presenta serias dificultades a su población que ya reclaman a sus gobiernos en torno a su participación en la guerra y el cese o disminución en la entrega de armamentos a Ucrania.
Tomando como base la realidad del Reino Unido de la Gran Bretaña, Simon Jenkins señalaba entonces que podía anticiparse que la factura de gas en este país se triplicara para este año. El mismo efecto en el incremento en el costo de la vida se espera ocurra en otros países de la Unión Europea.
La estrategia inicial de los Estados Unidos y otros países de la OTAN subvencionando la prolongación del conflicto, aspiraba a debilitar económica y militarmente a la Federación Rusa como parte del diseño estratégico de evitar una integración económica y militar entre la Federación Rusa y la República Popular China como parte del futuro enfrentamiento proyectado por este país frente al gigante asiático.
Estas y no otras eran las interrogantes que debíamos hacernos del por qué, lejos de avanzar en enero las negociaciones para evitar la guerra; o una vez desatada la intervención rusa en Ucrania llegar a un acuerdo de paz o un alto al fuego en el conflicto. Sin embargo, lo que vimos día a día, una vez comenzadas las hostilidades, fue la prolongación del conflicto en lugar de apostar las partes interesadas en un alto al fuego y una salida diplomática.
Durante semanas, las autoridades del gobierno ucraniano estuvieron anticipando el desarrollo de una gran ofensiva militar contra Rusia, en particular en el frente sur de Jersón, ofensiva militar que contaba con oposición dentro de los círculos castrenses ucranianos. Allí la ofensiva dio comienzo el 29 de agosto. Se indica que prevaleció más el elemento político que el elemento militar en la decisión tomada. Previendo el desarrollo de la misma en esa zona, la Federación Rusa trasladó a la región de Jersón importantes medios militares en términos de soldados y equipos.
En el fragor de los combates, Rusia decidió la integración a la Federación Rusa de las dos repúblicas del Donbás, y la mayor parte de dos regiones del sur de Ucrania ocupadas, Jersón y Zaporiyia. Sin embargo, a partir de octubre, el alto mando ruso optó por desarrollar un operativo para reubicar en territorio controlado por Rusia cerca de 120 mil civiles residentes en la capital y zonas aledañas de Jersón y la retirada de su personal militar y armamentos de un tercio de dicha región y su reubicación al este del Río Dniéper. Lo que para Rusia fue un movimiento táctico de repliegue, para el gobierno ucraniano fue una derrota de Rusia en este frente de guerra.
Desde el comienzo de la guerra en Ucrania, se ha indicado que el número de efectivos rusos movilizados rondaba en los 170 mil efectivos, número que más o menos fue una constante. Esta cantidad de soldados, habiendo Rusia ocupado cerca de un 20% del territorio ucraniano, ciertamente es poco si se toma en consideración el componente necesario ruso como fuerza de ocupación, las bajas sufridas en las operaciones militares y las fuerzas de combate disponibles y necesarias para enfrentar al ejército ucraniano. De ahí el llamado del gobierno ruso a la movilización de 300 mil reservistas adicionales, la mayor parte para mantener la ocupación de los territorios anexados.
En el Donbás, particularmente en torno a Jarkov, se produjo un avance favorable a Ucrania en el cual voceros del gobierno ucraniano alegaron haber recuperado, tras una desorganizada retirada de las tropas rusas, un territorio que abarca cerca de 2,000 kilómetros cuadrados. Sin embargo, todo apunta a que la recuperación de dicho territorio fue a un costo elevado de miles de muertos y heridos y la destrucción de importantes medios materiales de combate. Jorge Martín y Alan Woods describieron la situación en un artículo publicado en la revista digital Rumbo Alterno, titulado Las implicaciones de la derrota de Rusia en el frente de Jarkov, como “una picadora de carne para las fuerzas ucranianas.”
A partir del 12 de septiembre en el noreste, en la región de Jarkov, ubicada en el Donbás y cercana a la frontera con la Federación Rusa, indican los autores del escrito antes citado, la inteligencia provista por los Estados Unidos “permitió identificar los puntos más débiles de la línea del frente ruso y lanzar una ofensiva sorpresa.”
Tras el repliegue de las tropas rusas, la respuesta no se hizo esperar. El mando militar ruso llevó a cabo un amplio dispositivo de bombardeo contra las instalaciones de infraestructura en las zonas abandonadas, como también contra las unidades ucranianas que ocuparan el territorio abandonado por Rusia. Lo anterior incluye la infraestructura eléctrica existente en la zona.
De acuerdo con declaraciones de uno de los portavoces del Consejo de Seguridad Nacional de los Estados Unidos, John Kirby, reportadas en la página electrónica de Rusia Today, el 14 de septiembre, a pesar de las dificultades recientes que ha enfrentado Rusia en la guerra que se libra en Ucrania, Moscú “todavía dispone de un Ejército capaz de infligir enormes daños y bajas.” De hecho, era de esperar que en algún momento en los siguientes días, una vez Rusia llevara a cabo una recomposición de la situación militar en el curso de la guerra, diseñara mecanismos para continuar adelante en alcanzar los objetivos trazados en esta guerra: la desnazificación de Ucrania, la destrucción de las capacidades militares ofensivas de Ucrania, la liberación en el Donbás, la integridad de las repúblicas de Donetsk y Lugansk, el reconocimiento de la integración de Crimea dentro de la Federación Rusa y el compromiso de Ucrania de no formar parte de la OTAN.
Es evidente que en la valoración de lo que ha ocurrido recientemente en el teatro de guerra entre Rusia y Ucrania, presenta dos caras de la misma moneda. Cada cual intentará analizar los sucesos desde su particular perspectiva y en esa misma medida, procurará promover sus respectivas posturas hacia terceros que observamos el desarrollo de los acontecimientos. Para ello los instrumentos de propaganda juegan un papel de importancia. Sin embargo, como indican los autores antes citados, “la propaganda tiene sus límites: a menos que vaya seguido de avances concretos sobre el terreno, se vuelve vacía y contraproducente.” Por lo antes indicado, vale la pena tener presente la afirmación que dichos autores hacen al recordar que “ganar una batalla no es ganar la guerra, que consiste en muchas batallas.”
Como todo conflicto militar, las guerras no suelen ser eternas, son conflictos temporales que tarde o temprano terminan en la mesa de negociación. La economía de Ucrania se encuentra hoy en una situación extremadamente débil, a la vez que el gobierno de Zelensky enfrenta oposición de algunos sectores militares y económicos de importancia. De hecho, al presente ya su gobierno ha abandonado el discurso de no negociar mientras Putin siga a la cabeza del gobierno ruso, aunque aún no abandona el reclamo cada vez más lejano de producirse, el de no negociar mientras la Federación Rusa no devuelva Crimea y los demás territorios ocupados.
Datos recientes indican que una vez más representantes de los Estados Unidos y de la Federación Rusa han iniciado conversaciones en Ankara, donde en enero de este año se habían estado desarrollando conversaciones entre las partes previas a la intervención rusa en Ucrania. Al ser cuestionado, el portavoz del Kremlin Dmitri Peskov indicó que no podía confirmar ni negar la noticia.
La agujas del reloj en el conflicto armado realmente corren en contra de Ucrania. Quizás por esto en el reciente incidente del misil de fabricación rusa caído en Polonia con el saldo de dos muertes, el presidente ucraniano Zelensky, de manera irresponsable, incriminó a Rusia, solicitando formalmente la intervención de la OTAN en el conflicto. Para ello solicitó que Polonia reclamara la premisa de que una agresión rusa a un integrante de dicha alianza militar era una agresión contra todos los integrantes de la OTAN; cuando si bien se trató de un misil antiaéreo de fabricación rusa, fue disparado desde Ucrania como parte de sus defensas antiaéreas.
Aun cuando no se avizore a corto plazo un acuerdo diplomático que ponga fin a la guerra; sí es posible el diseño de alguna salida que permita al menos un armisticio, como se ha indicado por algunos la “salida coreana”, ante la poca posibilidad de un acuerdo de paz definitivo. Recordemos que en Corea, el armisticio incluyó en el Paralelo 38 una zona desmilitarizada, un alto a las acciones de guerra, pero todavía al día de hoy, luego de 69 años, sin un acuerdo definitivo de paz.
Sobre Alejandro Torres Rivera
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