Escenario para zombis: Río Piedras y “La Casa Desaparecida” de Páez
Partí con una caja de discos y algunos libros la primera vez que me fui de casa para establecerme en lo que antiguamente se conocía como la Aldea El Roble, hoy día Río Piedras. Había escuchado algunos rumores sobre el pueblo donde me tocó vivir gran parte de mi vida universitaria. Sin embargo, no dejó de ser un lugar completamente desconocido para mí durante aquellas primeras semanas en las que empezaba a caminar por las calles riopedrenses.
Entre los discos que llevaba conmigo aquel día, se encontraba “Abre Páez” el cual incluye una canción que la escuché varias veces llamada “La casa desaparecida”. El tema central de la canción es la historia de la vieja Argentina. Las primeras veces que escuché la canción no entendía exactamente lo que decía, quizás por su extenso y pesado contenido, o por su larga duración de trece minutos. Poco a poco, mientras fueron pasando mis años en Río Piedras fui conociendo sus calles y alrededores, observando el movimiento de la pequeña ciudad, y la realidad era como estar en un pueblo fantasma.
Conversando con algunos habitantes del pueblo, estudiantes y profesores universitarios me entró la curiosidad por saber la vida de Río Piedras en décadas anteriores. Me intrigaba saber si siempre fue una calle desierta. Luego de leer pequeños datos sobre la historia de Río Piedras y su movimiento cultural y social en el pasado, fue que entendí aquella canción que hablaba de la vieja Argentina. Sucedió que la canción describe a un país que se fue transformando en otro con el pasar del tiempo, hasta convertirse en una casa desaparecida. La misma situación ocurrió con la vieja ciudad de Río Piedras, siendo la muerte de las ciudades un tema que puede estar marcado en cualquier lugar.
Leyendo algunos libros sobre Río Piedras, trataba de construir aquella vieja ciudad próspera usando mi imaginación, pero el intento resultó un poco complicado. Fue entonces que asumí la tarea de apuntar los lugares con sus antiguos y actuales nombres, para hacer el recorrido por la ciudad, ya que a través de mis propios ojos puedo entender con más claridad las cosas que no capto en las letras. Fui recorriendo cada calle que tenía en mis apuntes creando como un tipo de mapa para ubicarme y así entender los textos. Mientras caminaba por las calles, comparaba lo que estaba escrito con lo que veían mis ojos, logrando identificar un cierto contraste, ya que lo que se describe era completamente diferente a lo que yo contemplaba.
Por ejemplo, uno de los lugares donde más directo sentí esa transformación de una ciudad próspera a una ciudad fantasma fue el Parque La Convalecencia. La plaza en donde yo me senté era otra completamente distinta a la que describió el poeta Evaristo Ribera Chevremont en su artículo “Los jardines de la Convalecencia” en 1917 la cual decía que era “un jardín surcado por los ríos amarillos de las avenidas que se hunden bajo el asa verde de los boscajes, donde todo flota en la dulzura de una belleza perfecta”. No obstante, lo que alcancé a ver no fue más que una plazoleta completamente desierta la cual parecía que se había devorado aquellos coloridos jardines. Las descripciones de la calle José de Diego o de la vida bohemia de la ciudad tampoco iban de la mano con las imágenes que fui construyendo en aquellos recorridos. Me fue evidente entonces la triste situación de la decadencia de Río Piedras, un pueblo donde la soledad arropa las calles, un pueblo donde los fantasmas cantan en las plazas “bienvenidos a la casa desaparecida”, lo que sería el mejor escenario para una novela postapocalíptica, con la esperanza “que los hijos puedan cambiar lo que hicimos y la casa nunca más desaparezca”.
Sobre Eduardo Rodríguez
Eduardo J. Rodríguez cursó su bachillerato en Historia de las Américas en la Universidad de Puerto Rico. Actualmente se encuentra completando sus estudios en música. El interés por la música lo
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