El sujeto cooperativista
¿Necesita una cooperativa a un sujeto cooperativista? Qué viene primero: ¿la cooperativa o el sujeto cooperativista? ¿Qué nos dicen algunos/as de los/as grandes pensadores/as del cooperativismo?
“Lo interesante y la clave no son las cooperativas, sino los cooperativistas; como tampoco es la democracia, sino los demócratas” (Don José María Arrizmendiarrieta). “Los últimos años de la década de los años cincuenta, aunque marcaron un relativo desarrollo de negocios cooperativos, significaron también el rápido deterioro del espíritu generoso del cooperativismo” (Mons. Antulio Parrilla).
Ana María O'Neill tenía una comprensión muy profunda del cooperativismo. Pensaba y entendía que el cooperativismo es una estrategia de transformación social. Y que una cooperativa no es solo una empresa, sino que parte de su propia naturaleza es la creación de una sociedad más justa. Decía que por su forma de organización económica desafía las relaciones de poder tradicionales y desde esta forma de ser, ofrece una alternativa a las estructuras capitalistas.
¿Y qué sujeto se requiere para responder a estas ideas? ¿Es cualquier forma de Ser y Hacer? ¿Es posible que desde las viejas ideas incluso sobre la naturaleza humana se pueda ser y hacer cooperativas? ¿Desde las ideas convencionales que formaron nuestra comprensión de la economía se puede ser cooperativista?
Los tiempos nuevos exigen un sujeto nuevo. Para esto se requiere desaprender las ideas sobre economía, empresarismo, empresas, mercado, consumo, ciclo de producción, factores productivos de la economía entre tantos otros conceptos que como lo aprendimos no son afines con la filosofía y principios cooperativos. Que esos mismos conceptos hay que volver a entenderlos desde otra teoría económica.
Los economistas, Otto Scharmer y Katrin käufer del Massachusetts Institute of Technology (MIT) afirman que “la calidad de los resultados producidos por cualquier sistema depende de la calidad del conocimiento desde el que la gente del sistema opera” (el énfasis es nuestro). Hagamos un poco de análisis de este discurso. Implica este planteamiento que para producir resultados diferentes se requiere de otro conocimiento diferente al que tenemos. Lo cierto es que lo que aprendimos de finanzas, gerencia, contabilidad, empresarismo, mercadeo, recursos humanos entre otros conceptos, de seguro que fue enseñado y comunicado desde la lógica económica del paradigma dominante de la educación universitaria que es la forma económica capitalista individualista.
Por tanto, cuando vamos a aplicar en una empresa esos conocimientos el resultado no puede ser ni será a la forma de una empresa cooperativa. Los sujetos que operacionalizan, es decir, que ejecutan lo hacen desde ese conocimiento que es el que adquirieron. No es por maldad por supuesto. Pero se aplica lo que se aprendió. Claro que se dijeron “algunas cositas” sobre cooperativismo en ese proceso de enseñanza. Pero la teoría que nos enseñaron es desde la lógica del modelo que tenemos. Y ese modelo, claro que tiene ideas, conceptos, leyes y demás conocimiento económico bueno, pero no es el cooperativista.
¿Y qué de los principios y valores del cooperativismo? Pues por supuesto que son poderosos. Pero para ejecutarlos en el ciclo económico y en los factores productivos de la empresa cooperativa se requiere de otro conocimiento económico superior al viejo saber de la economía. En economía solidaria se trata de una Teoría Económica Comprensiva que amplía el saber económico para sustentar el cooperativismo.
Para lo anterior se requiere desaprender aquellas ideas que formaron nuestra forma de ver y entender lo económico para poder integrar las nuevas ideas que se requieren para formarnos como sujetos cooperativistas. De lo contrario, podemos aplicar aquel dicho que dice “del dicho al hecho hay un gran trecho”. Podemos memorizar valores y principios, pero para encarnarlos y aplicarlos se requiere algo más que simplemente enunciarlos. Pasa como la misión y visión, pueden ser bonitos enunciados, pero sino se traducen en modos de hacer la empresa serán solo “bonitos discursos”.
Nuestros/as grandes pensadores cooperativistas, antes citados, tenían esto muy claro. Antes que cooperativas, hacen falta cooperativistas. Este es el reto. Y lo podemos hacer. El primer paso es reconocer que hay que desaprender. El segundo es aprender de la Teoría Económica Comprensiva que sustenta la forma empresarial cooperativista. Y la tercera, transformar nuestras empresas a la forma solidaria/cooperativista.
Sobre Nelson Reyes-Del Valle
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