El silencio sobre la mesa
En memoria de nuestros 4,645
Todos y todas tenemos una anécdota que tristemente nos ata al paso del Huracán María. La mía comenzó una tarde acalorada frente a un negocio de pastelillos, hoy día cerrado, en la Ponce de León. Había culminado la jornada de limpieza de escombros en el Barrio Venezuela en Río Piedras y siempre terminábamos, en algún momento del día, en aquel negocio de fachada verde. Cómo podrán imaginar, ni calidad de los pastelillos, ni la excusa de la socialización eran las razones principales para conglomerarlos repletos de sudor en aquel chinchorro. El negocio tenía la particularidad de proveernos el oro líquido tan anhelado prohibido a nivel nacional tras la imposición de la Ley Seca. Apenas había pasado una semana luego de que María arrasara con el país. Me senté en una de las sillas casualmente abandonadas frente la acera cuando me percato a lo lejos que se acercaba un compañero que venía directo al negocio. Fruncí el ceño mientras el compa se iba acercando cabizbajo al espacio. Ni me había reconocido. Estaba llorando.
No era para más. Tras un exhaustivo abrazo y la compra de unas frías, inmediatamente irrumpió en un desahogó imparable. Acababa de salir de una jornada de trabajo – voluntario – en Centro Médico. El compañero era estudiante de medicina en Ciencias Médicas, y al igual que muchos otros estudiantes en aquel entonces, pasó sus días practicando trabajo voluntario allí. Me acuerdo, porque aún lo llevo bien presente. Tan presente que se me atraganta la garganta y se me hizo difícil lograr construir este artículo para que pudiese salir temprano en la semana. El compañero lloraba por frustración. En aquel entones, ante el desplome eléctrico a nivel nacional, la ausencia de diesel y la irresponsabilidad de los Hospitales Privados, había solo una sala de operaciones en toda la isla. “Hermano, yo entro a atender pacientes y lo único que se escucha por los pasillos son las máquinas chillando, alertando sobre la constante complicación de cuadro de pacientes que de otra manera se hubiesen salvado. Se nos mueren lentamente y no podemos hacer nada al respecto. 8 horas en esas…”
Escribo esto porque me tomó totalmente por desapercibido el paso del aniversario de la llegada del ciclón. De un día para otro, comenzó a aparecer en las paredes de mis principales redes sociales un bombardeo de las vivencias que llevaron a muchos y muchas hace tres años atrás a bajar al infierno y volver. Es por ello que a veces resulta increíble el tiempo transcurrido desde aquel entonces. Como también resultan increíbles los eventos históricos que indudablemente fueron producto de la debacle que representó el paso del Huracán María por el país.
Luego de tres años, aún vivimos con María a flor de piel. Nuestros cerros conservan las cicatrices visibles de su paso, nuestros barrios aún cuentan con techos azules y nuestra gente carga con su peso en silencio. En nuestro país, el paso del huracán María es tema de conversación familiar y cuando brota por descuido lo que le sigue por lo general es el silencio sobre la mesa. Los temporales muchas veces traen con su paso mucho más que destrucción y en el presente caso, el paso del huracán María tristemente logró mostrar, de la manera más desgarradora posible, el antifaz de las muchas mentiras con las cuales convivíamos en el país.
María mostró claramente ante el mundo la magnitud de la pobreza que se vive, el impacto que tuvo desfinanciar las Agencias que proveen servicios básicos, la corrupción imbricada en todos los niveles del sector público y privado allegado al PNPPPD y el rezago colonial que se vive en la isla. A ellos y a ellas, muchos de los cuales hoy de nuevo se afilan los colmillos rumbo a noviembre, les llegará su momento. Los silencios que compartimos sobre la mesa nunca desaparecen, sino que las cargamos fuera de nuestras casas. Esos silencios, motivados tanto por el dolor que sentimos como por la solidaridad y el amor que mostramos, es guía para la construcción de un país distinto. Necesario. Donde los chillidos de los pasillos de Centro Médico no anuncien muertes innecesarias y se haga justicia con quienes tuvimos que enterrar.
Sobre Francisco Santiago Cintrón
Natural de Guayama, Puerto Rico, Francisco Andrés Santiago Cintrón cursó estudios de ciencias políticas y relaciones laborales para luego completar estudios en la Escuela de Derecho en la Univers
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