El “greenwashing” de la biotecnología agrícola en Puerto Rico
Hace unos meses, El Nuevo Día publicó un editorial titulado “Opciones agrícolas para la sostenibilidad de la isla.” Este título, cautivó mi atención y la de muchos colegas. Sin embargo, al leerlo era notable la falta de un contenido acertado y pertinente sobre este tema tan importante y necesario. Lamento que El Nuevo Día haya publicado en su editorial una nota que pudiera llevar a la desinformación y al “greenwashing” de las opciones agrícolas presentadas en su contenido.
Según el diccionario Oxford, el “greenwashing”, engaño o lavado verde en español, resulta de la “desinformación difundida por una organización con el fin de presentar una imagen pública ambientalmente responsable; percibida como infundada o intencionalmente engañosa.”
A pesar de que el titular insinúa que en el contenido del editorial se presentan varias opciones agrícolas, en el escrito se limitaron a presentar a la biotecnología agrícola en mano de multinacionales. Excluyeron opciones ampliamente reconocidas por sus aportes a la sostenibilidad como lo son la agricultura tradicional y la agroecología.
Por un lado, la biotecnología agrícola es altamente dependiente de insumos externos (energéticos y químicos) que degradan nuestros recursos naturales. Adicional a esto, en el contexto de Puerto Rico se concluyó que la biotecnología “no puede considerarse una actividad agrícola” según una opinión del ex titular del Departamento de Justicia, Guillerno Somoza Colombani. En una opinión emitida en 2012, el exsecretario explicó que la biotecnología “se trata, más bien, de una actividad de carácter principalmente científico, cuyos resultados no están disponibles para el consumo inmediato.” Es por esto, que a compañías como Monsanto Caribe (actualmente Bayer) se le ha permitido ignorar el límite constitucional de 500 acres que puede tener una empresa extranjera dedicada a la agricultura.
Por otro lado, la agroecología aboga por reducir o eliminar la dependencia de insumos externos como el petróleo, abonos sintéticos, semillas importadas, materiales no compostables, entre otros. La agroecología promueve la biodiversidad, el reciclaje de nutrientes, cobertura del suelo y el aprovechamiento del agua de lluvia, entre otras prácticas que se estudian y se implementan a través de la actividad agrícola adaptada al contexto y los recursos disponibles en cada espacio.
La editorial menciona a la Asociación de Biotecnología Agrícola de Puerto Rico (PRABIA), la cual está compuesta por AgReliant Genetics, BASF, Bayer Puerto Rico-Crop Science, Corteva Agriscience, Illinois Crop Improvement, RiceTec y Syngenta. Estas compañías de capital extranjero no producen comida, ni son de actividad agrícola, y sin embargo gozan de incentivos públicos como agricultores bonafide.
Con esta visión poco crítica de la biotecnología agrícola, el editorial pudiera incidir erróneamente en el acceso a financiamiento de fondos a proyectos que cumplan con “actividades de desarrollo sostenible”, como lo requiere el programa Re-grow PR con los fondos de CDBG-DR (que cuenta con $92,500,000 dólares).
Ciertamente, hay que fomentar la producción local y fortalecer la seguridad alimentaria de Puerto Rico, como bien lo plantea el editorial. Sin embargo, los medios podrían ser más responsables al visibilizar los modelos agrícolas que son verdaderamente sostenibles para el país.
Sobre Carol E. Ramos Gerena
La autora es estudiante doctoral del Departamento de Planificación Urbana y Territorial de la SUNY en Buffalo, Nueva York.
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