Duda
Los vientos que soplan desde el futuro cercano hacia el que caminamos en estos días no traen consigo contentura ni descanso. A once días de las elecciones generales aún no se certifican los vencedores. Las únicas certezas son que los electores votaron por un cambio de paradigma y que los viejos partidos no parecen haber entendido el mensaje porque para ellos las palabras de su pueblo son como campanas de palo.
Sin tener una certificación final de la Comisión Estatal de Elecciones las frágiles mayorías decidieron adelantarse en una lucha encarnizada por retener el poder ante lo que parece ser una legislatura que los obligará a compartir el timón con nuevas fuerzas políticas que representan sectores de la población que hasta ahora carecían de una voz en esa rama de gobierno. De hecho entre los tres partidos de las llamadas minorías superaron el número de votos que obtuvo el gobernador electo.
No se trata de una minoría simbólica, a la que se le escucha con paciencia por aquello de parecer democráticos, para luego aplastarla en las deliberaciones. Tampoco se trata de un mandato en las urnas para servir de policía en esa tierra de nadie en la que se ha convertido la Asamblea Legislativa.
Se trata de un bloque compuesto por dos legisladores del Partido Independentista Puertorriqueño, cuatro (podrían ser cinco si Eva Prados prevalece luego del escrutinio) del Movimiento Victoria Ciudadana y dos del Proyecto Dignidad con los que habrá que contar para adelantar legislación y todavía está por verse si podrían torcer la ambición de liderato en alguna de las cámaras legislativas.
Este fue un voto de confianza que apuesta a un mejor futuro para los que ven, cómo desde esa arbitrariedad política a la que nos tienen sometidos los dos partidos políticos que se han turnado en el poder por décadas juegan con nuestro futuro.
No es poca la responsabilidad que llevan sobre los hombros estos hombres y mujeres. Ellos y ellas, con sus alianzas y negociaciones deben adelantar algunas de las promesas de cambio que los llevó hasta el Número 1 de la Plaza de la Democracia. Pero también deben demostrar que un gobierno pluralista es posible en Puerto Rico. Quebrar esa confianza costará muchos años de lucha perdidos por lograr un país más democrático.
Que les sirva de ejemplo el desborde en la Comisión Estatal de Elecciones donde el conteo de votos está ensombrecido por la sospecha y desconfianza del país, que escucha con recelo las explicaciones, muchas veces incongruentes, de quienes vienen llamados a dar luz sobre las denuncias constantes de irregularidades en ese proceso.
El cambio a medio camino de las reglas de juego sólo sirvieron para crear un caos que sólo favorece a quienes lo impusieron. Como dice nuestra filosofía silvestre “a río revuelto, ganancia de pescadores”.
Si algo debería respetarse en una sociedad democrática es el derecho al voto, a lo que algunos adjudican hasta un valor sacrosanto. Al final del camino esa expresión en las urnas debe reflejar sin duda alguna la voluntad de quienes participaron en el proceso, pero todo tiende a indicar que no importa el resultado final, el mismo traerá consigo el veneno de la duda.
Sobre Daisy Sánchez
Su labor profesional en el campo del periodismo y la investigación le han merecido varios reconocimientos. Dos de sus libros han sido premiados: "Cita con la Injusticia" y "La que te llama vida: In?
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