Del césped al huerto en silla de ruedas
Antes siempre lo veía siempre temprano y de pie atendiendo siembras mantenimientos cosechas fertilizaciones podas riegos vigilancias y varias veces le pedí y me dio semillas para sembrar en el solar de mi casa. Ahora lo veo temprano haciendo lo mismo pero en silla de ruedas.
Del barrancoso borde de su patio que hace orilla de carretera he cogido sin permiso vainas secas de gandules que allí están bien adaptados y paren con abundancia y no se enferman porque se siembran cuando la luna es menguante. De allí mismo me he llevado vainas secas de frijoles de los que digo lo mismo que digo de los gandules.
La colindancia que tiene con el solar del vecino que es mecánico y mantiene un taller alto y ruidoso de reparación de mofles es muy tupida y repleta con la pomarrosa roja con el jobo de la India con los guineos enanos. La casa es sencilla y fuerte espaciosa y bien pintada de una planta y marquesina.
Las veces que hemos hablado es cortés y sosegado y si habla de trabajo es como hablar de sí mismo porque el trabajo es su vida tan lógico y necesario como comer y ponerse ropa. Hace chistes y se ubica en el transcurso del tiempo sin detallados resentimientos y sin sufridas nostalgias. Una vez llegué a su casa para pedirle semillas de las habas rojas-pintas cuya enorme enredadera se sostenía invasora sobre toda la fachada de su balcón espacioso y me dijo que le había recogido tres cosechas y comoquiera la mata seguía trepando paredes. Estaba en ese momento encorvado desyerbando con la azada desgastada de tantos años de horticultura pero algo interrumpía su conversación conmigo y él pronunciaba regaños y espantaba a los autores de aquel pequeño milagro: era un grupo de gorriones que bailaban en saltitos entre los pies del vecino y los golpes de la azada y repito que bailaban pues no estaban escarbando ni buscando su comida de gusanos o de insectos. El hombre los expulsaba con el más tranquilo enojo pues los pájaros inquietos coqueteaban con el riesgo de resultar aplastados o destrozados al punto pero seguía desyerbando y los pájaros bailando y él sin tomar precauciones y ellos sin sentir peligro y yo perplejo mirando aquella amistad sencilla y aquella confianza mutua. Quiso entonces atenderme mientras seguía desyerbando y le dijo a los gorriones mejor trépense en el techo y ellos obedecieron y él como si eso fuera compartido entendimiento.
Lo dejé de ver un tiempo y cuando lo volví a ver estaba en silla de ruedas. Lo fui a saludar y el relato breve de complicaciones y de cirugías no incluyó tristeza ni melancolía. Yo me pregunté quién se encargaría de cuidar el patio con siembra y cultivo y el día que lo vi en silla de ruedas picando tierra con el azadón y desterronando con la vieja azada le pedí permiso y tomé unas fotos.
Más allá de admiraciones o dulces inspiraciones hay otra cosa que atrae mi curiosidad presente y mi reflexión siguiente. Es que el patio de este hombre es un espacio de forcejeos o de insistentes negociaciones entre dos formas alternas de aprovechar el terreno de un sitio llano soleado. Siempre he mirado y me ha impresionado que el hombre poda y cuida su césped pero en el césped ha intercalado espacios donde no crece grama que juntos forman un huerto alerta de vegetales y condimentos. A veces el huerto avanza y la grama retrocede y a veces es lo contrario y el huerto mismo le cede espacio de su terreno a la siembra y florecida de encendidos lirios rojos.
La grama es espacio fácil porque permite sin impedimentos mantenimientos mecanizados pero el césped de la grama es un adorno que no alimenta. El huerto es trabajo duro que siempre exige las vigilancias y las constancias de su cultivo y es embellecimiento cíclico de nacimiento y crecimiento hacia la cosecha.
Hoy día los huertos son energía de una conciencia que aquí se amplía porque hoy vivimos sometimientos a irresponsables envenenamientos y a industriales procesamientos que contaminan los alimentos. Entonces los huertos son los encuentros de la comida y el condimento y la medicina. Maíz pimiento jengibre. Menta orégano habichuela.
Por eso este texto no trata solamente del elogio al inválido impedido incapacitado imposibilitado paralítico parapléjico minusválido tullido baldado y hasta perlático que se niega a ser inepto inútil o derrotado. También trata de la controversia del césped y el huerto. Y si en mi foto el vecino aparece en silla de ruedas quitándole espacio al césped para añadirlo a su huerto uno imagina un país urbanizado y horticultor que añada nuevos valores a los usos del espacio.
Sobre Ramón López
Únete a nuestra comunidad y apoya a PRTQ
Para continuar haciendo nuestra labor de forma económicamente sustentable, contamos con las contribuciones de nuestra membresía.
Por tan solo $5 al mes, nuestra membresía recibe un email mensual con un resumen de todos los artículos que publicamos ese mes, y tiene la habilidad de dejar comentarios en los artículos en nuestra página web y participar así de la conversación que generen nuestros y nuestras autores y autoras.
Comments ()