Cuestión de Confianza
Mi padre tenía métodos de enseñanza poco ortodoxos. Aprendí a nadar el día que me llevó a unas piedras lejos de la orilla y me lanzó al mar. Desde allí me gritaba que moviera los brazos y las piernas mientras yo tragaba agua salada con desesperación. Igual aprendí a correr bicicleta el día que llegó con una, me montó y sin avisarme me empujó con fuerza mientras gritaba que le diera a los pedales. Claro, no me dijo cómo se frenaba y terminé contra la acera.
A Papi nunca se le ocurrió pedirme que me lanzara de espalda a sus brazos para demostrarme que siempre podía confiar en él. Por el contrario, me evidenció lo mucho que él confiaba en mí. Aunque en lo más profundo de mi ser estaba segura de que mi padre vendría al rescate cuando lo necesitara, ahora comprendo que sus lecciones tenían el propósito de enseñarme a confiar en mi misma, extender esa certidumbre hacia mi familia y permitirme construir esa certeza hacia la sociedad que ellos me legaron. Vivir es una cuestión de confianza.
Necesitas la seguridad de que el agua que sale del grifo no está contaminada, que las medicinas que tomas te curarán y quien te las receta sólo busca tu bienestar. Que los alimentos que compras están procesados de forma adecuada y hasta quienes escogiste para gobernar tu país saben lo que hacen. Pero la confianza es como esas esculturas de hielo que toman mucho tiempo en erigirse grandiosas, sólidas, potentes pero basta un rayo de sol para convertirlas en un charco.
Tomemos a nuestros políticos como ejemplo. Hace rato nos tienen empozados en sus desmanes, insensibilidad y una mediocridad que reta el ánimo más férreo por mantener la fe en las instituciones del Estado. No hay agujero por donde la sombra de la corrupción no se haya colado. Perdimos la confianza.
Todos los días nos enteramos de una nueva injusticia, otro atropello a los más vulnerables, la mofa hacia nuestros principios. Nuestros políticos son como ese alacrán que le pide a la tortuga que lo ayude a cruzar el río y ésta, consciente de que él puede hacerle daño decide confiar, pero a mitad de camino el alacrán entierra su aguijón en la tortuga porque no puede evitar su naturaleza, no puede dejar de ser lo que es.
Mi padre nunca me pidió que me lanzara al vacío para demostrarle cuanto confiaba en él. Por el contrario, me enseñó a confiar en mi instinto, que las acciones de los que me rodean sean la amalgama con la que construya la confianza en ellos. Hoy puedo decir que tengo muchos amigos en los que confío plenamente… y entre ellos no hay ningún político.
Sobre Daisy Sánchez
Su labor profesional en el campo del periodismo y la investigación le han merecido varios reconocimientos. Dos de sus libros han sido premiados: "Cita con la Injusticia" y "La que te llama vida: In?
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