Agua, racionamiento y economía forestal
La Cordillera Central divide la isla en un sur seco y un norte húmedo con bolsillos mas húmedos en nuestras montañas más altas. Así lo evidencian la vegetación y los ríos. Hasta ahí nos enseñaron en la escuela.
Hoy experimentamos patrones atípicos de lluvia y tenemos embalses sin suficiente agua en el lado este del país como son Carraízo, Cidra y La Plata.
Esto ha provocado racionamiento del servicio de agua a 160 mil familias en 13 municipios de la zona metro hacia Fajardo. Muchos otros están bajo apercibimiento de escasez.
Entretanto, en el oeste se observan embalses en relativo buen estado como Cerrillos, Garzas y Caonillas.
La situación es parecida a la del año pasado, y probablemente se repetirá en el futuro. Aunque el calentamiento global y el efecto de El Niño tienen su cuota de pertinencia en explicar estos cambios, el problema del país es otro.
Un modelo de desarrollo insostenible ha provocado desparrame urbano y sus impactos siguen sumándose en las cuencas hidrográficas.
La cuenca es toda esa superficie geográfica por la que escorrentías drenan hacia un punto común. Por ejemplo, la cuenca del embalse Carraízo abarca 207 millas cuadradas río arriba. A ese punto drenan todas las aguas del área cada vez que llueve para acumularse en un embalse creado por el ser humano.
Nosotros no controlamos la lluvia, pero sí controlamos el uso de los espacios. Nuestra crisis de agua tiene más que ver con el manejo que hacemos de la naturaleza que con si llueve o no.
Más que a la reducción de lluvia, el racionamiento responde a la poca capacidad de recarga de nuestros embalses en periodos secos y a la reducida capacidad de almacenaje por la sedimentación de los embalses.
Los niveles bajan porque se saca más agua de la que llega al embalse. Pero ¿por qué el río mantiene caudal aún con semanas o meses sin lluvia? Porque cuando llovió, los bosques actuaron como grandes esponjas que luego, poco a poco, liberan el líquido manteniendo flujos mínimos en los ríos.
Este es el capital natural, el verdadero acueducto.
Este rol es evidente en periodos extremos. Mientras -por ese mismo efecto de esponja- el bosque nos ayuda a amortiguar las inundaciones en periodos de fuertes lluvias, en épocas secas mantiene un caudal mínimo.
Esos servicios ecosistémicos tienen gran importancia económica que no se reconocen y ni son valorados de forma comparable con el capital social y financiero.
Después de gastar $60 millones para dragar Carraízo entre 1997 y 1998, tomaría solo 10 a 13 años para que la cuenca desprotegida revirtiera esa inversión con nuevos sedimentos.
Según el análisis del biogeógrafo Alexis Dragoni, la cobertura boscosa de la cuenca hidrográfica de Carraízo apenas alcanza el 35 por ciento y solo 37 por ciento para La Plata. Estos valores distan mucho de lo necesario para cuencas saludables.
En cambio, los embalses Garzas (Adjuntas), Cerrillo (Ponce) y Dos Bocas (Utuado) cuentan con 92, 89 y 79 por ciento, respectivamente.
En nuestro país, el uso de los espacios se evalúa como eventos independientes de desarrollo. Es decir, un caso a la vez. Sin embargo, estamos lejos de una mirada amplia que busque entender las consecuencias acumulativas de todo lo que hacemos sobre las cuencas hidrográficas.
La funcionabilidad de un bosque destruido no se repone simplemente sembrando árboles con proyectos de mitigación. El bosque tiene árboles, pero los árboles por sí solos no representan un bosque.
La experiencia de Panamá
Dragar el Canal de Panamá cuesta. Pero no hacerlo cuesta más.
La sedimentación -un proceso natural- reduce su calado o profundidad y la capacidad de almacenamiento de los lagos accesorios que sirven para elevar y reducir los niveles de agua del Canal.
Está documentado que una reducción de la cobertura boscosa acelera su deterioro. Tanto cuestan los sedimentos que llegan al cuerpo de agua como valen los que no llegan.
Por ejemplo, por cada metro cúbico de sedimentos, los panameños tienen que gastar $14 para removerlos (en Puerto Rico es entre $17 a $20). Igualmente, por cada metro cúbico de sedimento que no llega al Canal, eso mismo se ahorran los panameños.
El aporte económico de los bosques en la reducción de la sedimentación ha sido estudiado extensamente. Investigadores de Brasil y Panamá, por ejemplo, han publicado sus trabajos en foros de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura.
¿Qué han encontrado? Por cada cuerda de bosque se reducen seis metros cúbicos de sedimentos al año. O sea, un ahorro de $84 anuales por cuerda. Por lo tanto, mantener los bosques en la cuenca del Canal tiene un gran valor económico.
Gracias a sus bosques, se reducen los costos multimillonarios reales de operación y mantenimiento. Su motor económico de transporte marítimo mantiene viabilidad por la cobertura boscosa que lo acompaña.
Agua, bosques y sedimentos en Puerto Rico
Al igual que Panamá, en Puerto Rico el agua es un motor económico que potencia la industria farmacéutica y su demanda de millones de galones diarios, al igual que la agricultura y el turismo. Representa un servicio básico para todos.
Cuando deja de llover por unos días y los embalses comienzan a bajar de nivel, entonces se visibiliza su importancia.
En ese momento, la discusión se centra en si lloverá o no, dónde están los oasis, la locura de comprar cisternas y agua embotellada, el desajuste de los precios y DACO sacando pecho, la incertidumbre e incomodidad de pasar ciclos sin el servicio, los salideros y los embalses tapados con sedimentos.
Cuándo dragarán, se le cuestiona a la AAA casi a diario. Luego comienza a llover y pasamos de tema.
Hoy, en la Planta Sergio Cuevas se requieren $15 mil diarios adicionales para potabilizar agua cargada con sedimentos de Carraízo. Es decir, potabilizar agua sucia del fondo del embalse cuesta 10 por ciento más. Este nuevo gasto a la rutina normal es principalmente para más permanganato de sodio, pero se requiere más tiempo, más mantenimiento y más limpiezas a los filtros.
Mientras 10 galones de agua de la AAA pueden costar cerca de seis centavos, en periodos de crisis usted podría pagar más de $10 por ese mismo volumen en algún supermercado, sin incluir el IVU o su versión agrandada.
Según la AAA, el racionamiento le cuesta en esta etapa $45 mil diarios, mas están buscando millones de dólares para dragar. Pero, y a usted, ¿cuánto le cuesta el mal manejo del recurso agua?
Al preguntarle a un niño sobre la procedencia del agua, este me dijo: “Míster, de la pluma”. Aunque menos infantil, igual así repiten muchos adultos: “La mía viene del Supertubo, por eso no me afecta el racionamiento”.
Hagamos una disección “de atrás pa’ lante” como decimos en el campo.
Usamos agua como si fuera infinita. Por el tubo que la lleva a su casa, se pierde en el camino más del 50 por ciento según reconoce la propia AAA.
Muchos de los embalses, esas enormes cisternas construidas con represas que interrumpen el flujo natural de algún río, están tapados. Pero la clave del embalse es su estratégica localización en un río principal cuya cuenca hidrográfica mantenga un flujo mínimo de sus tributarios para reemplazar el agua que la AAA desvía para consumo humano.
De esta manera regresamos al principio: el bosque.
Si las premisas de Panamá aplicasen aquí, el Bosque Modelo Nacional de 390 mil cuerdas en la aún viable mitad oeste del país evita la sedimentación en un servicio equivalente a $40 millones anuales. Esa aportación podría ser mayor, pues la cobertura forestal en pendientes marcadas como las nuestras es más significativa.
El Bosque Modelo es una iniciativa de origen comunitario para la conservación a nivel de paisaje e integra 26 áreas protegidas a lo largo de corredores biológicos. El 80 por ciento de la tierra está en manos privadas y son esos habitantes que mantienen sus bosques quienes regalan estos servicios ecosistémicos al País.
¿Debemos compensarles, incentivarlos, reconocerlos? Al menos asegurarnos de que se conozca la importancia del servicio que brindan para así poder reproducirlo.
A eso súmele que sus cuencas producen las aguas que abastecen a más de un millón de abonados, sus atributos naturales atraen turismo, mantienen la biodiversidad y son espacios ávidos para la agricultura.
En un análisis de balance de calor realizado por el Dr. Lorenzo Saliceti, el dosel de los árboles reduce la temperatura local equivalente a 12 acondicionadores de aire de 12 mil BTU’s por cuerda forestal o $66 si se estima a 25 centavos el costo KWh. Es decir, enfrían la zona en un servicio equivalente a $26 millones anuales en ahorro energético.
Añada la filtración de particulados del aire como son los polvos del Sahara: otro servicio que mejora la calidad del aire.
En Puerto Rico, un promedio de 25 mil personas visita las salas de emergencia por motivo del asma cada año. Además, 90 mil adultos asmáticos tienen que dejar de trabajar o hacer sus actividades, según un informe del Departamento de Salud. ¿Cuántos pacientes más serían sin nuestros bosques?
La próxima vez que, en San Juan, usted diga o escuche a alguien decir que se salvó del racionamiento por el Supertubo, espero que pueda valorar los bosques de la Cordillera. Son los mismos que diversas comunidades han defendido de propuestas de desarrollo insostenibles impulsadas, incluso, por gobernadores de turno.
Por más de 40 años fue la amenaza de la minería y durante otros más, un gasoducto que rajaría 234 cuerpos de agua en esa zona.
Aunque será necesario dragar algunos embalses, es mucho mejor negocio proteger y potenciar nuestras cuencas hidrográficas. Protejamos nuestra infraestructura verde o ese capital natural que nos proveen los bosques que dan agua y vida a nuestro país.
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* Publicado originalmente en La Perla del Sur y reproducido aquí a petición del autor.
Sobre Arturo Massol Deyá
Doctor en Biología, catedrático de la UPR, Recinto de Mayagüez, director asociado de Casa Pueblo, columnista de La Perla del Sur y colaborador de PUERTO RICO TE QUIERO.
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