Agosto me duele
Tengo una relación de amor y odio con el mes de agosto. Puedo afirmar, con un margen de error muy estrecho, que la mayoría de las personas tienen un problema emocional parecido con algún mes del calendario. Igual me atrevo a sostener que el más feliz que nos hace no es el mes cuando nacimos sino el mes cuando nacieron los que amamos y por el contrario detestamos ese en que se fueron para siempre de nuestras vidas. Por ahí anda el caluroso y largo agosto.
Nada bueno puede esperarse de un mes en el que se lanzaron dos bombas atómicas llevándose consigo 246 mil vidas de un soplo. ¿A quién se le ocurrió que unos monstruos como esos, capaces de tanta destrucción, podrían ser bautizados con nombres tan inocuos como Little Boy o Fat Man? Para mí, desde entonces, agosto se quedó con un hambre insaciable.
Agosto se identifica con el amarillo, ese color neutro que se utiliza para no herir sensibilidades ni pisar cayos, arrastra consigo el homenaje a un macho romano quien celebró la muerte de una reina que se enfrentó a su imperio y prefirió morir por la mordedura de una serpiente antes de ser exhibida como trofeo de guerra.
Cómo olvidar que fue agosto el umbral del peor desastre atmosférico que azotó a Puerto Rico dejando devastación y muerte a su paso. Su primo hermano, septiembre, nos sumergió en una oscuridad de la cual hoy todavía no logramos salir.
En agosto murió mi mejor amigo, el padre de mi hijo, y mi mamá que lo siguió con diez días de diferencia en ese camino eterno, eso fue algo personal. Esa es una pena que “compró boleto de ida y vuelta”, nadie mejor que el poeta y cantante, Joan Manuel Serrat para describir la eternidad de esas tristezas.
Pero como todo tiene su reverso para poder existir, celebro en agosto la llegada de mi hijo a este mundo, que sirve como la redención de ese octavo mes en mi calendario. A cuatro días de finalizar, agosto me regaló la vida de mi hijo para recordarme siempre que Pandora cerró su infame caja justo a tiempo para guardarnos la esperanza, esa de la que vivimos todos hasta nuestro último aliento. Por eso mi relación con agosto es agridulce, como ese corte que te haces con el filo del papel, que aunque no te desangras siempre arde.
Sobre Daisy Sánchez
Su labor profesional en el campo del periodismo y la investigación le han merecido varios reconocimientos. Dos de sus libros han sido premiados: "Cita con la Injusticia" y "La que te llama vida: In?
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