40 años del oro preolímpico: la preparación del trabuco
La ruta a Moscú, capital de la desaparecida Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, comenzaba por las cuestas del Yunque e incluía escalas en la Parada 18 y El Morro.
El pueblo tenía que ver a sus 12 Magníficos entrenando en la calle porque, para Flor Meléndez, técnico del quinteto nacional durante el preolímpico de 1980, el pase a las olimpiadas de Moscú no era un objetivo individual. Tampoco era un capricho de la Federación de Baloncesto de Puerto Rico, entonces presidida por Jenaro “Tuto” Marchand. Por el contrario, era un asunto colectivo, era un objetivo de Puerto Rico.
Con eso en mente, “los soldados de la Patria”, como se refiere Meléndez a los integrantes del combinado nacional, tenían que ser accesibles al pueblo. Ese mismo pueblo que, entre el 18 y el 25 de abril de 1980 en el Coliseo Roberto Clemente de San Juan, sería parte integral de eso que Fufi Santori llamaba la “fórmula cancha local”. Además, los 12 Magníficos nunca le han temido a jugar en casa.
“Al equipo de Puerto Rico le gusta jugar ante sus fanáticos. Eso era bien importante para nosotros. Nosotros en el torneo (preolímpico) teníamos mucha confianza por lo que había pasado en los Panamericanos de 1979, que le habíamos ganado a todos los equipos menos a Estados Unidos”, expresó Meléndez.
El quinteto, descrito por Meléndez como un “equipo muy emotivo”, se encontraba en tremenda condición luego de un gran papel en los Juegos Panamericanos de San Juan en 1979. En esa justa, el combinado nacional ganó medalla de plata y sufrió una sola derrota. Durante ese torneo, Puerto Rico no contó con una de sus figuras claves, Nefatlí Rivera. Su inclusión para el preolímpico fortaleció el concepto que Meléndez buscaba llevar al torneo que consistía en un juego organizado, de media cancha, y una defensa aguerrida. Claro, debían aprovecharse las oportunidades que se presentaran para el juego de la carrera.
Casi ninguno de los integrantes de los 12 Magníficos tenía experiencia olímpica, lo que fortaleció su concentración en el objetivo trazado. Nunca detuvieron sus entrenamientos tras los panamericanos, ya que la mayoría de los jugadores estaban en la isla. En ese sentido, el grupo ya estaba constituido, lo que facilitó el trabajo al equipo técnico. Además de Neftalí Rivera, el equipo contó con Georgie Torres, Steven Sewell, Carlos “Charlie” Bermúdez, Rubén Rodríguez, José “Willie” Quiñones, Ángel “Angelo” Cruz, Ángel “Cachorro” Santiago, Mario “Quijote” Morales, Néstor Cora, Raymond Dalmau y Roberto Valderas.
Para este entonces, como ilustra el documental Nuyorican Básquet, el quinteto nacional se nutrió de un grupo de boricuas nacidos y criados en Estados Unidos. Según Meléndez, eso no fue impedimento para construir lo que describe como una dinámica familiar al interior del equipo. Esto se solidificó a través de meses de entrenamiento que trascendían la parte técnica y estratégica del juego. Uno de sus objetivos como dirigente, de la mano de su asistente Julio Toro, era integrar una preparación extensa y fuerte en todos los sentidos.
“Nosotros en esa etapa le dábamos clases de ballet y le dábamos clases de historia de Puerto Rico a los jugadores. Hay muchos jugadores que vienen de Estados Unidos, juegan años aquí (en la Selección Nacional de Puerto Rico) y no se aprenden el himno de Puerto Rico. En Puerto Rico creo que tenemos mala memoria. La historia de Puerto Rico no nos la enseñan completa. El deporte es parte de la historia de Puerto Rico”, añadió Meléndez.
Para el extécnico nacional, un país no puede echar hacia adelante si no reconoce sus personas ilustres. Entre esas, argumenta, hay un sinnúmero de atletas que se han sacrificado representando la isla. Esa interacción entre el deporte y la sociedad no es nueva, sino que siempre ha existido.
El contexto social, político y económico en el que se preparaban los 12 Magníficos era de mucha polarización. A nivel internacional imperaba la Guerra Fría. En Puerto Rico habían sucedido múltiples asesinatos políticos durante la segunda mitad de la década de 1970 y el inicio de 1980. Entre estos están los de Adolfina Villanueva en Loíza, Carlos Soto Arriví y Arnaldo Darío Rosado en el Cerro Maravilla, Santiago Mari Pesquera y Carlos Muñiz Varela.
A principios de 1980 también grupos de derecha habían puesto bombas en el Colegio de Abogados de Puerto Rico y en la sede de Viajes Varadero. A esto se añaden múltiples manifestaciones en la Universidad de Puerto Rico y la persecución a artistas, personalidades, deportistas y activistas que afirmaban su identidad puertorriqueña y cuestionaban las políticas gubernamentales.
“Nosotros teníamos un enfoque en el torneo. Como puertorriqueños teníamos que seguir lo que estaba pasando en el país, estábamos cerca de todo lo que estaba pasando. Nos interesaba lo que estaba pasando en Puerto Rico. Pero siempre sin dejar de pensar que la meta de nosotros era una: ir a Moscú. Para muchos, te diría que para casi todos iba a ser la primera olimpiada. Por eso pusimos cuerpo y alma en ese torneo”, detalla Meléndez.
La maquinaria estaba aceitada para ese 18 de abril de 1980 en el Clemente. Los viajes para fogueros internacionales, el ballet, las clases de historia, las sesiones de prácticas diarias y las corridas por El Yunque, Santurce y el Viejo San Juan tenían que manifestarse al unísono cuando la bola fuera al aire frente a Argentina esa noche del 18 de abril de 1980. Allí se concentrarían miles de representantes de un país convulso, para configurar la “fórmula cancha local”.
*Nota: este es la primera de tres publicaciones que conmemoran los 40 años de la medalla de oro de los 12 Magníficos en el preolímpico de 1980.
Sobre Mikael Rosa Rosa
Mikael E. Rosa Rosa realizó un bachillerato en ciencia política con una segunda concentración en periodismo. Posteriormente completó una maestría en trabajo social comunitario, ambos grados los
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