35 años de ciencia, cultura y comunidad
La primera actividad que organizaron, una manifestación en la plaza de Adjuntas contra el proyecto de explotación minera, conllevó seis meses preparación con visitas casa por casa en las comunidades que serían afectadas. El resultado fue tan frustrante que hoy lo cuentan como un chiste: una sola persona apareció en la plaza para participar en la protesta.
Sin embargo, este fiasco inicial no desalentó a los forjadores del movimiento, Alexis Massol y Tinti Deyá. Con el paso del tiempo -35 años de esfuerzo y dedicación-, lo que se llamó Taller de Arte y Cultura de Adjuntas se convirtió en Casa Pueblo, una de las organizaciones comunitarias emblemáticas del país. Hoy cuenta con un centro cultural, maneja dos bosques con sobre mil cuerdas de terreno, opera un bosque-escuela, un centro de educación musical y científica, una radioemisora; se sustenta con ventas de café y artesanías, y aporta soluciones a grandes problemas nacionales a través de su comisión técnica y científica.
-Un abrazo comunitario-
Casa Pueblo celebrará su 35 aniversario el próximo domingo 26 de abril con una actividad que incluye música, danza y un conversatorio con todo el movimiento comunitario.
“Estamos invitando a todos los grupos para encontrarnos aquí en un gran abrazo, vamos a examinar las aportaciones que estamos haciendo todos los grupos en lo ambiental, el derecho de la mujer, de los niños, de la educación, la salud, y en todos los sectores”, explica Alexis sentado en una silla de mimbre en la biblioteca de Casa Pueblo, la antigua casa de la Hacienda Mattei, que es la sede y centro cultural de la organización.
Por su parte, Tinti Deyá, cofundadora de Casa Pueblo junto a su esposo Alexis, apunta que “la idea es que el público pueda enterarse de cómo es que estos grupos están trabajando por sus comunidades porque eso le da esperanzas al país”. La actividad será transmitida por Radio Casa Pueblo 1020 am.
“Queremos compartir nuestras experiencias y nutrirnos de las experiencias de los otros para enriquecernos todos. Vamos a compartir las claves que ha tenido Casa Pueblo en 35 años”, sostiene Massol.
-El llamado de la Montaña-
En la década del setenta Tinti y Alexis residían en el área metropolitana. Ella era maestra y él un ingeniero civil que generaba ingresos considerables construyendo edificios. “Yo estaba en la ruta del ingeniero, que es trabajar para hacer dinero, comprar bote, apartamento…”, revela Alexis. En 1980 deciden regresar a Adjuntas atraídos por sus raíces, queriendo que los niños no crecieran distantes de sus abuelos. Pero además, habían quedado horrorizados al enterarse del plan de explotación minera para el centro de la Isla. “Al ser ingeniero, nada más con ver que se proponían explotar dos mil libras de explosivos diarios y remover veinte mil toneladas de suelo me di cuenta de que iba a ser una catástrofe ecológica y social”, explica Massol. “En esa lucha volví a nacer y mi ruta pasó a ser el trabajo comunitario”.
“No culpamos a la gente por esa falta de respaldo inicial porque era la época de mucha persecución y había temor. Ser ambientalista en 1980 se consideraba subversivo”, recuerda Tinti. Se les ocurrió entonces que la cultura era un modo de comunicación más efectivo y con ese fin, Tinti y la gestora cultural Brunilda García organizaron un espectáculo que titularon Patria Adentro. “Era un concierto con grupo de baile infantil, músicos, trovadores; y en una sábana grande por pantalla y lámparas que eran las latas de habichuela, les enseñábamos las belleza que íbamos a perder y el daño que haría”, rememora Tinti.
“De ahí nace la ecuación ciencia, cultura y comunidad que aplicamos en todo lo que hacemos: ciencia que es el conocimiento; cultura, la autoestima, lo que somos y amamos; y una comunidad que con alta autoestima y conocimiento puede hacer todos los cambios que necesita”, elabora Alexis.
“Evolucionamos de la mera protesta al discurso que propone alternativas. Adquirimos esta casa en 1985 para hacer un centro cultural”, explica Massol. Le llamaron Casa Pueblo, nombre que eventualmente adoptó la organización.
Surge entonces la necesidad de desarrollar una economía que rompiera la dependencia. El proyecto del café Madre Isla, con grano local que tuestan, muelen y envasan en Casa Pueblo, y el comercio de artesanías, ambas iniciativas de Tinti, junto a los donativos, se convirtieron en su base económica. También tienen una siembra hidropónica, un mariposario y toda la casa funciona con energía solar. “Esto se fue desarrollando, sin nosotros proponérnoslo, como un proyecto alterno para el país desde la base comunitaria”, reflexiona Alexis.
La historia de Casa Pueblo se enmarca en una dinámica que ha combinado grandes luchas ambientales con propuestas concretas educativas y de sustentabilidad.
Cuando la comunidad logró frenar los planes mineros, Casa Pueblo gestionó que los terrenos del principal yacimiento pasaran al Departamento de Recursos Naturales y Ambientales (DRNA) y propusieron el Bosque del Pueblo, cuyo manejo tienen a su cargo hace 18 años. Su defensa del ambiente y el bosque comunitario le valieron en 2002 el premio Goldman, considerado como el Nobel ambiental. El Consejo de Manejo Comunitario conformado por profesores del Recinto Universitario de Mayagüez, entre estos el dasónomo Edgardo González, el biogeógrafo Alexis Dragoni, el agrónomo Louis Meyer, entre otros, provee el peritaje sobre el bosque.
“Luego estuvimos en la lucha contra el Gasoducto y dos meses después de que se logró detener el proyecto inauguramos el Bosque-Escuela en 2012”, resalta Massol.
-Un bosque que es una escuela-
El Bosque-escuela, La Olimpia “Ariel Massol Deyá”, está en un predio de 150 cuerdas adquiridas por Casa Pueblo, que cuenta con edificación en medio del monte donde escolares de Adjuntas y Ponce toman parte de sus cursos de biología. Forma parte del Bosque la Olimpia, el segundo que maneja Casa Pueblo, de más de 500 cuerdas. Lleva el nombre de Ariel, uno de los cuatro hermanos Massol-Deyá, fallecido en 2009, quien fue clave en el desarrollo del concepto. Allí los jóvenes toman clases con profesores de la UPR-Mayagüez, entre los que se encuentra otro de los hermanos, el microbiólogo Arturo Massol Deyá, quien dirige la operación académica, es miembro del Consejo de Manejo y uno de los portavoces de la organización.
“Tenemos un salón de cuencas hidrográficas, de calidad del agua, y otro de energía renovable en donde producimos la energía del bosque escuela mediante una turbina de agua… todo el bosque se convierte en escuela”, explica Alexis.
-Ciencia y música-
Hace doce años Casa Pueblo consiguió que el Departamento de Educación le cediera el plantel abandonado de la escuela Washington Irving, adyacente a su sede. Lo restauraron y crearon el Instituto Comunitario de Biodiversidad y Cultura (ICBC), que incluye una escuela de música clásica y popular, a cargo de Hernando Dorvillier, quien pertenece desde niño a Casa Pueblo. Frente al salón donde estudian futuros violinistas y cuatristas se encuentra un laboratorio biológico que complementa la actividad del bosque escuela.
-Resurgir de las cenizas-
Hace un año alguien provocó un fuego que destruyó unas cien cuerdas del Bosque del Pueblo. Nunca se supo quien lo hizo ni por qué. Hubo indignación y llanto. Pero ante el formidable reto, entró en juego el afán por sobreponerse a la adversidad mediante el trabajo colectivo y voluntario y comenzó la reforestación.
“Cada árbol nuevo equivalía a un hijo nuestro, a un hijo de la patria, le dimos un seguimiento tal que al año logramos la sobrevivencia de un 98% de lo sembrado; cuando llegó una sequía construimos una especie de acueducto con una tubería por todo el área reforestada y ya el bosque renace”, sostiene Alexis con el entusiasmo contagioso que le caracteriza.
Casa Pueblo aprovechó la reforestación para crear un nuevo paradigma en donde el bosque se combina con agricultura. Sembraron café, árboles frutales, guineas y plátanos, explica Alexis.
Las instalaciones de Casa Pueblo y sus bosques reciben de 400 a 600 personas a la semana, y en 2014 recibieron treinta mil visitantes de Puerto Rico, y de todos los rincones del mundo, cuentan Tinti y Alexis con satisfacción.
Entre las nuevas iniciativas está el “posterriqueño”, una bombilla de poste desarrollada por el doctor Andrés Díaz de la UPR-Mayagüez y otros profesores que ahorraría un 83% en energía en el alumbrado público, según explica Axel, otro de los hermanos del clan Massol-Deyá.
“Nuestro mensaje es que la ruta para hacer los cambios positivos no está en los partidos sino en la acción comunitaria. Que sí existen alternativas y que están probadas; vamos a salirnos de la frustración”, dice Alexis.
“La utopía existe. Galeano dijo que la utopía nos elude pero nos sirve para caminar hacia adelante. Nosotros decimos: la utopía da dos pasos atrás y nosotros damos tres hacia adelante y la alcanzamos en cada proyecto. Y el país puede sentirse seguro de que cuando llegue el momento, transformaremos el país, las cosas llegan en su momento”, reflexiona el ingeniero soñador y realizador de sueños.
Sobre Eugenio Hopgood Dávila
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