Le ponen su cascabel a La Comay
Destacadas periodistas comparten sus memorias en torno a la trayectoria de Kobbo Santarrosa
Dos conocidas periodistas, Daisy Sánchez y Belén Martínez Cabello, con trayectorias sólidas en el campo de las comunicaciones en Puerto Rico, levantaron su voz en días recientes para poner al descubierto parte de las acciones oportunistas, racistas y anti-mujer de La Comay, una muñeca despreciable por otras tantas razones, y de su creador, Kobbo Santarrosa.
Sánchez hizo una carrera muy destacada como periodista del excelente grupo que reunió por muchos años el canal 11 y luego Univisión, autora además de dos libros de gran circulación: uno basado en una entrevista a Filiberto Ojeda Ríos, que por poco le cuesta la cárcel, y otro dedicado a doña Inés Mendoza de Muñoz Marín.
Martínez Cabello es muy conocida por su labor sobresaliente en la radio y en temas de espectáculos, habiendo trabajado para VEA, el canal 11 y NotiUno. El periodista Jaime Torres Torres la bautizó como la “dama del micrófono” tras destacar también su incursión en temas sociales y culturales.
Testimonio de Belén Martínez Cabello:
Prohibido olvidar… No estaba rehuyendo el tema del discrimen racial; eso jamás. Lo combato con todas las fuerzas de mi corazón. Pero a tono con el momento histórico que vivimos y el llamado al boicot al malandrín Kobo Santarrosa y su asquerosa muñeca La Comay, me parece prudente traer mi vivencia al tema.
Desde hace más o menos veinte años, comencé a ser víctima de este individuo. Unos reportajes hechos por mí, de la cobertura de su caso de paternidad, en el que negaba ser el padre de Christian Santarrosa Gallart, procreado en una relación extramarital con una dama ya fallecida llamada Cristina Gallart y cuyo resultado fue 99.9 por cierto incluyente, fue la razón para que este tipo soltara su veneno en mi contra todos los días en su programa de Wapa Televisión. Insultos, mentiras, difamación… de todo eso tuve que aguantar, llevando siempre mi frente en alto. Kobo me bautizó como la ‘ballena negra’, por mi color de piel, del cual me he sentido toda mi vida inmensamente orgullosa. Esos ataques eran a diario… Al principio me resignaba y me decía a mí misma que quizás ese era el precio que tenía que pagar por haber elegido una carrera que me convirtió en una figura pública.
Pero mi familia no tenía por qué recibir esa factura. Mi madre lo sufría pero como buena cristiana, se lo entregaba todo a Dios. A mi hijo, muy pequeño entonces, lo mantenía alejado de la televisión a la hora en que se transmitía aquel programa para evitar lastimarlo pero al día siguiente, algunos compañeros de la escuela le comentaban que habían visto en La Comay las burlas a su mamá. Esos comentarios no eran malintencionados; todo lo contrario. Eran de apoyo pero aun así le dolían.
En aquel momento se debatía en los medios la diferencia entre periodismo y chismes. Recuerdo, y aun conservo, una columna de opinión publicada sobre este tema en El Nuevo Día por la profesora Milagros Acevedo, de la Universidad de Puerto Rico, en la que aludía, en mi defensa, al epíteto de la ‘ballena negra’. Eso duele, lo viví en carne propia. Por eso y por otras cosas más, me ubico al lado correcto de la historia y me sumo al movimiento que clama por el boicot a esta escoria que se llama Kobo Santarrosa y exijo su salida inmediata de la televisión y la sustitución de ese estiercolero de programa por otros que puedan servir para beneficio saludable de este pueblo. Es inaceptable el discrimen racial en cualquier manifestación y por eso mi solidaridad con la Lic. Ana Irma Rivera Lassen, a cuyos tobillos, Kobbo Santarrosa, que reniega de su negritud ni siquiera alcanza.
El asunto indigna pero termino esta nota con una anécdota que confirma que no hay nada mejor que un día detrás de otro. Mi hijo siempre me preguntaba que quién era esa persona que se disfrazaba de mujer para hablar mal de su mamá. Un día estábamos en un restaurante divino en Hato Rey, El Alcázar, y llegó Kobo con su mujer y una pareja de amigos. Tras pagar nuestra cuenta, nos disponíamos a salir y obligatorio, teníamos que pasar por su mesa. Ahí me detuve, lo señalé y le dije a mi hijo: “mira, ese que tú ves ahí es el hijueputa que se esconde detrás de La Comay para llamarme ‘ballena negra’ y hablar mal de mí, injustamente”. El tipo casi cae debajo de la mesa. No olvido su cara de susto. Yo pensaba que al día siguiente me volvería a pelar pero no dijo ni pío. Prueba de que es un cobarde. Hay que enfrentarlo. Sin miedo. Pedro Julio, Ana Irma, cuenten conmigo, que aquí estoy.
Testimonio de Daisy Sánchez:
Cuando el chisme farandulero dejó de generarle ganancias a La Comay y no quedaba reputación que destruir o lastimar entre nuestros artistas, ese ser despreciable enfiló sus cañones y clavó sus garras en el mundo de las noticias políticas. Ocupó ese espacio vendiendo mentiras o medias verdades que los mismos políticos aprovechaban y promocionaban. Así, cuando no había acceso a La Fortaleza, se le abrían los portones a ese tipejo; cuando rehuían dar entrevistas a periodistas serios se sentaban a contestar preguntas de una muñeca, algo alucinante, y cuando los ratings de los noticieros bajaron hubo gerentes de canales que culparon a sus departamentos de noticias por ser aburridos y los exhortaban a dar “más color” a los reportajes, como si la competencia de un noticiario fuera contra un programa de chismes.
Así el periodismo serio languidecía mientras el público alimentaba esa pira, artificio barato que intentaba sustituir el buen periodismo. Ese programa abonó el terreno para otros iguales o peores. De esa manera el chisme se convirtió en noticia y así lo asumía el televidente. Su semilla se regó y hoy vemos a periodistas serios dando avances en medio de esos programas o compartiendo con un personaje de esos como si de otro periodista se tratara. No, no lo son. Con su presencia nuestros periodistas validan la ilusión que ellos venden de que sus chismes son noticias y quienes las comentan son periodistas. Además contribuyen a la confusión del público.
Eso no es periodismo. Es chisme, es entretenimiento barato y fácil. Es todo eso menos lo que nuestro país necesita.
* Ambas colegas hicieron sus expresiones desde sus páginas personales de Facebook y se reproducen aquí con su autorización.
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