La vitrina rota de Silverio Pérez

La vitrina rota de Silverio Pérez

Con el ejercicio del poder de ese gobierno por la fuerza en y desde aquel entonces, el mosaico puertorriqueño fue estrellado contra el piso quebrándose en pedazos.

Cuando la Marina de Guerra de los Estados Unidos de Norteamérica bombardeó al Viejo San Juan  el 12 de mayo de 1898 como parte de la Guerra Hispanoamericana, Puerto Rico era un mosaico dentro del cual había una variedad de colores políticos, económicos, sociales y culturales, mosaico que  con sus virtudes y defectos constituía la nación puertorriqueña.  Esa nación contaba en ese entonces  con una relación autónoma con el Reino de España.  Como parte de esa relación la Isla, entre otros poderes, podía mantener relaciones comerciales con cualquier país sin la intervención del gobierno de España,   y podía decidir qué leyes adoptadas por el cuerpo legislativo  español  podían ser aplicables a Puerto Rico.  Nunca hemos contado con ese poder  desde el momento en el que el gobierno de Estados Unidos de Norteamérica (EUA) se apoderó de Puerto Rico en 1898.

Con el ejercicio del poder de ese gobierno por la fuerza en y desde aquel entonces, el mosaico puertorriqueño fue estrellado contra el piso quebrándose en pedazos.  A partir de ese momento los pedazos del mosaico han continuado siendo objeto de golpes y golpes y más golpes,  al extremo de que quienes  formamos parte de ese mosaico, de esa nación puertorriqueña,  nos encontramos fraccionados en miles y miles de partículas  políticas, sociales, económicas y culturales, en estado de dispersión  y contando con más de la mitad de nosotros  fuera de la Isla.

Pero para extraer  de nosotros  la mayor riqueza posible de nuestros recursos naturales y humanos, el gobierno de los EUA  siempre ha  tenido la necesidad de mantener de alguna forma la sociedad puertorriqueña,  aunque fuera a su arbitrio y antojo, y casi siempre con más interés sobre el territorio y con suma indiferencia en cuanto a sus habitantes.  Parafraseando a don Pedro Albizu Campos, ha estado más interesado en la jaula que en los pájaros que viven dentro.  Como ante el mundo,  en particular a partir del final de la Segunda Guerra Mundial,  era de mal gusto ser una potencia mundial con colonias, era necesario encubrir la relación con Puerto Rico,  y para ello había que   empolvarla, maquillarla y exhibirla en vitrina, como muy bien expresa  Silverio Pérez en el libro que publicó el año pasado de título La Vitrina Rota o ¿qué carajo pasó aquí?

Cuando Silverio nació en 1948, la Isla terminaba de pasar por las convulsiones de la Segunda Guerra Mundial, para comenzar el paso a otras como  la de la persecución política del independentismo con la aprobación de la Ley de la Mordaza,  convirtiendo el ideal en uno de terror, pobreza  y criminalidad, la del crecimiento económico con capital financiero e industrial de la metrópoli a expensas de incentivos industriales y de la migración de decenas de miles de puertorriqueños,  y la de la ilusión de una nueva relación política entre Puerto Rico y los EUA con la adopción de una Constitución y un nuevo gobierno local llamado Estado Libre Asociado.  Durante ese proceso histórico Silverio se crió hasta llegar al Colegio de Agricultura y Artes Mecánicas, como se llamaba antes al Recinto Universitario de Mayagüez de la Universidad de Puerto Rico, gran logro como hoy, y más aún  en aquel entonces, para cualquier egresado de una escuela superior de Puerto Rico.

Mientras estudiaba y se graduaba de ingeniero químico para mayo de 1970, al final de una década llena de eventos dramáticos como los asesinatos de los hermanos John y Robert Kennedy y del Reverendo  Martín Luther King, la crisis de los misiles en Cuba, la resistencia del pueblo cubano ante los esfuezos de los EUA  por sabotear y destruir su Revolución,  momentos tensos en el mundo por la Guerra Fría, la guerra de Vietnam y las protestas y disturbios civiles generados en universidades y ciudades de los EUA,  entre otros, Silverio jamás pensó que con el paso del tiempo se habría de dedicar  más a las ciencias humanas que a las ciencias químicas.  Abrió camino entonces en la música como uno de los miembros de Haciendo Punto en otro Son, para más adelante probar suerte con la sátira política y la comedia con Jacobo Morales, Horacio  Olivo y Sunshine Logroño en  los Rayos Gamma, y siguiendo después como moderador de  televisión, escritor de libros, motivador y columnista. Ahora se gradua de historiador con La Vitrina Rota.

En 225 páginas nos brinda un repaso bastante amplio de nuestra experiencia como pueblo desde el 1898 hasta el presente, y aunque no pretende ser un libro producto de un trabajo enjundioso de investigación, con cientos de notas al calce y referencias de libros, tesis doctorales y ensayos de historia, cultura, política y sociología, sirve de un buen recuento de la verdadera  historia de Puerto Rico que definitivamente no se enseña en nuestras escuelas.  Es una llave para despertar la curiosidad del lector para abrir más puertas como investigadores aficionados, leyendo, leyendo y leyendo,  tantos libros y ensayos que se han escrito sobre nuestra historia, sociedad, cultura, política y economía, escritos que desafortunadamente no forman parte del currículo de nuestro sistema educativo. Esa es quizás una explicación por la cual hemos permitido que se nos ubique década tras década en una vitrina tras otra; vitrinas que se han ido rompiendo crisis tras crisis.

Silverio nos presenta un repaso de la historia en unos capítulos a través de los cuales distribuye el drama borinqueño en  unos bloques de tiempo bien  concebidos.  Su estilo es uno que capta el interés del lector y provoca que uno no deje un capítulo a medias y que motiva a leer durante la mayor parte del tiempo posible de una sentada o de un recostarse en la hamaca o en la cama.  Como parte de su narrativa incorpora datos de su vida personal dentro del marco de la historia, así como también detalles editoriales muy bien ubicados, desde su perspectiva particular,  y hasta con un toque de humor y de sarcasmo, lo cual hace de la lectura una experiencia muy amena.  Al final también incluye una bibliografía en la que detalla una serie de libros y fuentes de referencia sobre nuestra historia que deben formar parte de una  lectura obligada para quien desee aprender más sobre nuestra experiencia nacional. Y aún cuando habiendo vivido la realidad que nos azota desde el fin del siglo pasado hasta el día de hoy, y teniendo conocimiento de donde nos encontramos, nos mantiene con el deseo de seguir leyendo aunque sepamos cuál es el final, con el propósito de descubrir cómo desde que se nos  colocó en la vitrina la misma se rompió, o como él lo caracteriza ¿qué carajo pasó aquí?

Compren el libro, léanlo y regálenlo.  Es digno de una lectura desde el prólogo del profesor Mario Cancel Sepúlveda hasta el final.  Aprovechen además esa llave, para repasar esa historia si ya la conocen, para descubrirla si la desconocen, y para proponerse a aprender todos los días más y más y más sobre nuestro pueblo y nuestra historia, de forma tal que esa información nos sirva de fuente para movernos en dirección hacia nuestra autodeterminación.

Por: Roberto O.  Maldonado Nieves


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