La vida de rico

La vida de rico

Tenemos un deber moral y una responsabilidad humana de andar por el camino de la solidaridad. El cumplimiento con ese deber no depende del efecto individual que pueda tener sobre el mundo. Depende de que es lo correcto.

El pasado jueves en la mañana, mientras iba de camino al trabajo, como acostumbro hacer casi todos los días, sintonizo los programas de radio de noticias o de comentarios de noticias mañaneros para mantenerme al tanto de los acontecimientos del país.  Uno de los programas que sintonicé ese día fue uno en el que dos abogados, uno favorecedor de la estadidad y el otro del Partido Popular Democrático,  expresan sus opiniones sobre asuntos de carácter público de Puerto Rico, de los Estados Unidos y a veces de lo que ocurre en el mundo.  En el programa del jueves  comentaban  la noticia de cómo una serie de oficiales de la Universidad de Puerto Rico iban a ser objeto de investigación por la Oficina del Fiscal Especial Independiente,  por lo ocurrido con las becas presidenciales en dicha institución,  y cómo otros han sido objeto de acusaciones  por el mal uso de los fondos públicos en la Universidad  para darse una buena vida.  Como parte de sus comentarios uno de los abogados expresó que esos funcionarios se habían estado dando con dichos fondos  “vida de ricos” e inmediatamente después señaló “no que  haya algo  malo con  darse vida de rico”.

Ese comentario en cuanto a ese tipo de vida, que era innecesario dentro del marco del análisis del problema universitario, me puso a pensar y a preguntarme si verdaderamente había algo malo  en darse una vida de rico. En respuesta a esa pregunta vinieron a mi mente  una serie de  recuerdos.  Por darse vida de ricos antes y después de Cristo emperadores invadieron otros pueblos para saquear sus recursos y bienes, para ejercer control sobre esos pueblos, para esclavizarlos y construir grandes obras para su satisfacción y para sus dioses. Por darse vida de ricos durante la Edad Media en Europa reyes y  nobles  mantenían en servidumbre a cientos de personas.  Por darse vida de ricos varios países de Europa invadieron las tierras de Las Américas para esclavizar las naciones indígenas  con el propósito de extraer las riquezas de sus tierras.  Por darse vida de ricos esos mismos  países de Europa una vez ya no era suficiente contar con los indios para extraer las riquezas de Las Américas, porque mataron a la gran mayoría de los indios, secuestraron a miles  de negros de diferentes naciones de  África para llevarlos como esclavos a trabajar para ellos en las tierras de Las Américas.

Por darse vida de ricos  ha habido naciones que   han hecho uso de su poderío militar para invadir, matar inocentes,   colonizar y controlar otras naciones y pueblos del mundo para explotar sus riquezas naturales y humanas. Por darse vida de ricos los líderes fascistas de Alemania,  Italia y  Japón invadieron países de Europa, África  y Asia provocando la Segunda Guerra Mundial y  cometiendo terribles actos de genocidio contra otros pueblos y grupos étnicos.  Por darse vida de ricos los magnates de grandes corporaciones en el mundo establecen sus negocios en países menos desarrollados a lo largo y ancho del globo terráqueo con el propósito de explotar indiscriminadamente sus recursos naturales y sus recursos humanos.  Por darse vida de ricos, en los centros financieros del mundo, los grandes oficiales corporativos de la banca comercial y financiera especulan en la bolsa de valores independientemente del impacto que sus transacciones monetarias puedan tener sobre los pobres y los trabajadores.  Por darse vida de ricos los políticos profesionales hacen uso de sus posiciones  para hacer contactos en el sector privado, para obtener beneficios más allá de sus salarios y para mantener al electorado desinformado y sujeto a sus caprichos.

Por darse vida de ricos, a través de la globalización de la economía, las grandes empresas multinacionales  invierten su dinero  en  países subdesarrollados para además de  explotar sus recursos naturales y humanos,  indiscriminadamente  contaminar las aguas, el aíre y la tierra de dichas naciones, lo que no se atreven hacer donde tienen sus compañías matrices,  provocando  el exterminio de especies de la naturaleza y problemas de salud en sus habitantes. Por darse vida de ricos  esas mismas empresas como parte de esa  explotación indiscriminada, hacen  también un  uso desmedido de hidrocarburos (petróleo y gas natural)  para producir energía eléctrica y mecánica para sus negocios  y para la producción y proliferación de tecnologías que hacen uso de ese mismo recurso, actividad industrial que ha  alterado el estado de la naturaleza contribuyendo al cambio climático y a los peligros ante ese cambio que enfrentan  el mundo  y la  humanidad.  Por darse vida de ricos se construye sin planificación y   se reproducen esquemas socio-económicos, políticos y culturales que promueven la avaricia, el amor por el dinero y por tener y tener y tener más y más cosas. Por darse vida de ricos sea promovido el establecimiento de relaciones con los demás a base del poder   y el control sobre los demás para la satisfacción personal,  en lugar de promover la fraternidad, la solidaridad, el desenvolvimiento y progreso en la vida a base de lo que se es y no de lo que se tiene, el amor al prójimo y la paz dentro del marco de unas sociedades justas que promuevan la vida plena de toda la humanidad.

Todo esto lo han hecho los líderes políticos, financieros, industriales y comerciales que viven por y de la riqueza material,  bajo la teoría de que el crecimiento económico indiscriminado, desenfrenado, sin planificación y sin atención a las necesidades de todos los seres humanos,   es un principio medular del desarrollo de la humanidad, y del disfrute y ejercicio de nuestra libertad para alcanzar la felicidad.  Todo eso lo hacen  sin tomar conocimiento de un principio científico fundamental  que es obviado a diario por todos ellos.  Dicho principio es el de que la materia ni se crea ni se destruye, solamente se transforma,  ante lo cual todos tenemos que reconocer que mientras más tomemos de los recursos de la naturaleza para nuestra satisfacción personal, en perjuicio de nuestro prójimo,   menos dejamos disponible para el uso y disfrute de los demás.  Mientras más contribuimos a la contaminación de la Madre Tierra, más privamos a los demás de un sano disfrute de los recursos de la misma.  Mientras más extendemos nuestro control y uso sobre los recursos de la Tierra, más privamos a los demás del derecho como seres humanos de poder disfrutar de la Naturaleza en armonía con ella.

Viendo la realidad humana desde la perspectiva del espacio que cada ser humano necesita para vivir, mientras más somos, menos metros cuadrados de terreno y menos metros cúbicos de agua tenemos para nuestra vida y nuestro sostén. Peor aún, mientras más metros cuadrados de tierra se utilicen para la explotación indiscriminada de los recursos de la tierra para el enriquecimiento y la satisfacción de unos pocos sobre otros, mayor es la presión sobre los recursos naturales y mayores y por más tiempo serán los números de personas y familias viviendo en estado de pobreza o de servidumbre involuntaria, porque trabajar cinco o seis días a la semana por treinta, cuarenta o cincuenta o más horas a la semana para sobrevivir,  es una forma de servidumbre involuntaria. Más morirán en guerras, conflictos políticos y sociales, y en las migraciones desesperadas en los mares y a través de las fronteras  Tal estado de vida en el mundo incrementa la presión sobre los recursos naturales y también sobre la población, y en particular sobre los pobres y los trabajadores, quienes son los más y muchísimos más en el planeta.  Tal presión contribuye a una peor calidad de vida, y a una enajenación cada vez mayor de los hombres y las mujeres  de la bendición y  belleza de formar parte de la  condición humana dentro de la naturaleza y del universo, empobreciéndonos cada día más y más en todos los sentidos: el material, el emocional, el laboral, el familiar, el comunitario, el nacional, el cultural, el intelectual, el espiritual ……

Por ello tenemos ante nosotros al día de hoy los mismos dos rumbos que teníamos ante nosotros en aquel momento en que como especie, nos convertimos en seres capaces de ejercer un control sobre el medio ambiente y una capacidad para adaptarnos al mismo, que ninguna otra especie conocida de la tierra ha podido lograr: la del egoísmo y la de  explotar y hacer uso indiscriminado de los recursos naturales y humanos para la satisfacción personal e inmediata,  independientemente de las necesidades de los demás y de las futuras generaciones y a expensas de los demás; en la alternativa,  la de la solidaridad con el prójimo y la naturaleza y el uso y disfrute de los recursos y nuestro medio ambiente en armonía con el mismo  y con los recursos de la naturaleza,  para obtener lo necesario para un buen vivir, tomando conocimiento de las necesidades de los demás en el uso y disfrute de esos recursos y de las necesidades de nuestros hijos y nuestros nietos y de las generaciones futuras de toda la humanidad.

Tenemos un deber moral y una responsabilidad humana de andar por el camino de la solidaridad. El cumplimiento con ese deber no depende del efecto individual que pueda tener sobre el mundo. Depende de que es lo correcto. Es lo que hay que hacer. Es la base del mandamiento de amar al prójimo como a uno mismo, porque si yo no quiero ser explotado, desposeído, marginado, discriminado por los demás, no puedo comportarme como tal con los demás.  Y como el estado en el que se encuentra el planeta no ha sido el producto de uno, dos o tres, sino de miles de  personas a lo largo de siglos y de generaciones, tenemos que sumarnos a otros miles en la otra dirección, la de la solidaridad en el uso y el compartir de los recursos en armonía con  la naturaleza y el universo. Ese curso de vida  no implica un recogimiento campestre como parte de una vida pastoral ajenos o al margen de los adelantos científicos, de la ingeniería y de la tecnología. Es una forma de vida que no está reñida con el progreso intelectual, cultural, científico, económico y social de la humanidad. Es una forma de vida dentro del marco de una ruta en la que ese progreso se tiene que llevar a cabo como parte de una vida en  democracia (brindando a todos el mayor grado de participación en la toma de decisiones que afectan la vida a nivel comunitario y nacional);  justa y digna (brindando a cada cual el mayor número de oportunidades para superarse intelectualmente y para contribuir con su labor a la sociedad según su capacidad, con una compensación digna); sostenible (dentro de un sistema socio-económico en armonía con la naturaleza y con el  uso apropiado y según las necesidades y realidad geográfica del medio ambiente y de los recursos naturales); saludable (velando por el bienestar alimenticio y la salud física y emocional de todos);  y dentro del marco de un contrato social que promueva el máximo desempeño y enriquecimiento humano de las personas,  de forma tal que tengan la libertad de ser felices por sí mismos, en familia, en  comunidad,  a nivel nacional y en todo el mundo. De eso debe tratar la vida plena, de una vida feliz en comunidad con nuestro prójimo, con todo el mundo y  con la creación. Dicho de otra forma, es la vida de la promesa de las bienaventuranzas (Mateo capítulo 5), que jamás vendrán del cielo, porque para alcanzarlas hay que actuar de conformidad con la conducta humana a la que en ellas se refiere Jesús: siendo humildes, teniendo hambre y sed de justicia, siendo compasivos, de corazón limpio, y trabajando por la paz. Y no se trata de tener que ser mártires. Se trata de darlo todo  según nuestra capacidad.

Considerando que el Domingo de Ramos es el comienzo de la Semana Mayor, en la que se recuerda la vida y pasión de Jesús, incluyendo su muerte y  resurrección, para aquellos que creen en ella, recuerdo las siguientes palabras de él que forman parte de unas lecciones de vida que nada tienen que ver con la religión: “entonces Jesús dijo a sus discípulos: yo os aseguro que un rico difícilmente entrará en el Reino de los Cielos.  Os lo repito, es más fácil que un camello entre por el ojo de una aguja, que un rico entre en el Reino de los Cielos”.  Mateo 19:23-24.  Ver además Marcos  10:25 y Lucas 18:25.  Eso expresó Jesús a sus apóstoles poco después de que  un joven rico  se le acercara  y le preguntara qué tenía que hacer para conseguir la vida eterna.  Jesús le contestó luego de que el joven le hubiera expresado que ya había guardado todos los mandamientos que “Si quieres ser perfecto, anda, vende lo que tienes y dáselo a los pobres, y tendrás un tesoro en los cielos; luego ven y sígueme.” Al oír esas palabras el joven, se marchó entristecido porque tenía muchos bienes.  Mateo 19, 21-22.  ¿Cuántos pastores, reverendos, sacerdotes y monjas atan esa lección al mandamiento de amar al prójimo como a uno mismo cuando predican y promueven su fe? ¿Cuántos que se autodenominan como cristianos y van a sus respectivas iglesias todos los domingos recuerdan haber oído o leído esas palabras? ¿Cuántos de ellos siendo ricos, o pudientes, se entristecen ante esa prédica  y no hacen caso a esas palabras de Jesús,  y se marchan de las iglesias cada domingo, para regresar el domingo de las  semanas siguientes viviendo de  la ilusión de que por ser piadosos y dar limosna se tienen ganado el cielo?  ¿Cuántos …………………?

 

Por Roberto Maldonado Nieves

romn1960@gmail.com

La foto es una copia de una pintura de título El rico y Lázaro, del pintor de Venecia  Leonardo Bassano de 1595


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