Hay que tener vocación para esto

Hay que tener vocación para esto
Ronaldo Rosado y Aurora López Ramírez, lo que comenzó como un atrevimiento, una llamada telefónica y una simple reunión se ha convertido en toda una práctica de activismo sindical.

Ronaldo Rosado Rubio estudió su bachillerato en Trabajo Social en la Universidad Católica de Ponce. Luego, completó su maestría en Consejería en la misma institución educativa.   

Eligió esa carrera por su vocación social. Deseaba usar la formación académica para servir a la gente y aportar su grano de arena a los cambios que nuestra sociedad necesita. A sus 41 años de edad, y transcurridos algunos desde que se graduó, piensa igual en cuanto a su profesión y a la enorme oportunidad y responsabilidad que tiene sobre las personas que impacta en su diario vivir.   

Ronaldo se sabe un agente de ayuda y cambio social. También, parte de una generación muy dispuesta a luchar por los cambios urgentes que amerita el país. Se vale de la teoría aprendida, la práctica y las experiencias acumuladas para pensar y repensar lo que acontece a su alrededor y adelantar las causas justas que hagan de Puerto Rico un país mejor para vivir junto a su esposa e hijo de once años.     

Tras graduarse, el plan de Ronaldo era encontrar un empleo digno y seguro donde ejercer como trabajador social. Atrás quedarían empleos parciales, y muy circunstanciales, como los que tuvo en supermercados y hoteles. Ronaldo quería prosperar y apostar por un mejor futuro.  

Encontró en el Hospicio La Guadalupe, institución sin fines de lucro fundada en Ponce, el lugar idóneo para trabajar a tiempo completo. Vio la oferta con buenos ojos, sobre todo, por lo que implicaba para un estudiante universitario recién graduado. Allí pondría en práctica lo aprendido y, a su vez, absorbería todo el conocimiento que surge atendiendo a una población como la que recibe el servicio que un hospicio brinda. Es decir, un servicio de atenciones médicas y profesionales para pacientes (mayores de edad o incluso niños o niñas) en un estado de salud altamente comprometido y en fase terminal.  

Como trabajador social, Ronaldo sería un enlace de apoyo entre los diversos componentes de la comunidad formada alrededor del servicio de hospicio. Entiéndase, el o la paciente, sus familiares, cuidadores y cuidadoras y el personal de la institución que le brinda atenciones directas. En este contexto, el trabajador social y consejero es pieza clave porque aporta sostén emocional dentro de una dinámica marcada, la inmensa mayoría de las veces, por el dolor, la angustia, el desgaste extremo y la espera de la muerte.   

El trabajo en un hospicio es uno complicado y genera una carga emocional dura para los y las que están en esa primera línea de servicio. Es de esos trabajos que no parecen impresionantes, pero lo son. Es un trabajo que drena demasiado por todo lo que implica, tanto para el personal de enfermería, trabajo social y consejería quienes son las que van directamente al hogar de la persona que recibe el servicio.  

Aurora López Ramírez es enfermera graduada en el mismo hospicio y no vacila al mencionar que su trabajo implica muchas cosas simultáneas y que poca gente lo entiende del todo. Por un lado, está la responsabilidad primaria de brindar un servicio de calidad tanto a pacientes como a sus familiares. Hay que cumplir al dedillo todo lo que requiere cada cuadro clínico al que te enfrentas y realizar a tiempo la documentación que requiere el récord de cada paciente. Por otro lado, es un trabajo que te requiere moverte de una localidad a otra, estar en alerta constante, mantenerte fuerte física y emocionalmente y, más que nada, emplear una gran dosis de paciencia, tolerancia y comprensión ante lo que experimenta no sólo el o la paciente, sino quienes le cuidan. Recordemos, las personas que reciben directamente este tipo de servicio están en una etapa terminal y eso genera unas dinámicas muy particulares e intensas que el personal debe asumir sin ninguna excusa. La propia Aurora, quien lleva 18 años en el hospicio, admite que, aunque ama su trabajo y espera retirarse de ahí, también le llena de mucho cansancio físico y mental, el cual va acumulándose constantemente. “Hay que tener vocación para esto. A veces uno da el máximo, pero no comprenden del todo lo que implica el trabajo”, nos dice la enfermera de 52 años de edad y madre de 4 de forma clara y directa.  

Para Ronaldo y Aurora, presenciar la muerte de un o una paciente a la que se ha atendido con suma diligencia, con quien han entrado en una relación de familiaridad y al que se le ha tomado cariño, es una de las facetas más delicadas de su trabajo. Ante ello, no existe un distanciamiento cómodo ni neutral, pues se crean lazos afectivos. Fallecen pacientes de avanzada edad, pero igual niños y niñas y ese aspecto es uno que bien poca gente puede tramitar sin que le genere conmoción y un alto grado de empatía. Ante ese cuadro que experimentas, te ves reflejado directamente. “Nunca nos preparan para la muerte. Nos enseñan cosas para la vida, pero no para enfrentar la muerte”, reflexiona Ronaldo sobre ese renglón tan espinoso de su trabajo diario.      

Trabajar en el Hospicio La Guadalupe también le parecía a Ronaldo una buena opción en términos de las condiciones laborales. Según nos relató, en sus comienzos allí había una política laboral bastante aceptable. Se percibía seguridad de empleo que es un elemento crucial para todos y todas. Eso venía acompañado de otros aspectos que propiciaban un ambiente de trabajo cómodo y respetuoso. Esta política laboral se daba porque el hospicio aún era administrado por su fundadora quien, como demostraba en acciones, tenía una visión muy particular sobre lo que debía ser la institución para con sus empleados y empleadas.        

Sin embargo, esa realidad cambió drásticamente justo en el momento en que la fundadora se retiró y la junta directora nombró un nuevo administrador. El cambio generó variadas expectativas entre la plantilla de trabajo y muy pronto estas se hicieron realidad.   

El nuevo director vino a implementar su misión: desmantelar toda la estructura administrativa, incluyendo lo concerniente a los y las empleadas. Lo primero que quiso trastocar fue la preciada seguridad de empleo. Dice el refrán que para muestra un botón basta esa gestión les avisó a las y los empleados que los tiempos de respeto y seguridad llegaban a su fin.   

El patrono pretendía etiquetarlos como contratistas independientes, lo que significaba un giro brutal en la relación obrero-patronal que allí prevalecía. Era un juego totalmente nuevo que, para colmo, se daba en un solo lado de la cancha, pues en ese momento las y los empleados no tenían las herramientas necesarias para contrarrestar las movidas del patrono.  

La experiencia ampliamente documentada con este tipo de restructuración en los empleos revela lo nefastas que suelen ser, máxime cuando son de forma unilateral. Tras el cambio de estatus laboral, vienen otros recortes y alteraciones para quitar beneficios, mermar salarios, precarizar las condiciones de empleo, aumentar excesivamente la cantidad de trabajo y desbaratar la noción de seguridad. Como si fuera poco, la experiencia igual nos dicta que estas reestructuraciones usualmente son sólo para aumentar las ganancias patronales e inclinar la balanza de poder a su favor. Ante ese contexto, sobre todo si los y las trabajadoras no están protegidas adecuadamente, prevalece la lógica abusiva del “lo tomas o lo dejas". Y sabemos que esta es una posición que los patronos imponen para dictaminar reglas injustas y arbitrarias.   

Todo eso lo percibieron de inmediato las y los empleados del hospicio. A la par, advirtieron que si no ponían un freno inmediato la cosa empeoraría. Corría el año 2016 y fue en ese momento que todos y todas tomaron una decisión certera para defender su empleo y los beneficios que gozaban al momento.  

Por razones que a simple vista podrían pasar por casuales, Ronaldo había recibido un mensaje de un trabajador de Med Centro, que es uno de los sitios unionados por los United Steelworkers (USW) en Ponce. Ese trabajador sabía de primera mano lo que estaba pasando en el Hospicio La Guadalupe, y le indicó que la alternativa más efectiva era buscarse una Unión que los defendiera y ayudara a negociar y pactar por escrito mejores condiciones de empleo. De lo contrario, le dejó saber el unionado a Ronaldo, quedarían a merced del patrono y estarían apostando a ciegas a su buena voluntad. Sólo la Unión, les dijo el miembro de la USW, frenaría lo que estaba sucediendo.   

Ese miembro de la Unión en Med Centro, ya fenecido, sabía muy bien lo que hablaba. Moisés Franco Morales era uno de los delegados allí y, con la intuición propia de un buen organizador sindical, vio la oportunidad de llevar el mensaje para que otros y otras vinieran a ser parte del movimiento sindical y de la USW.    

Ronaldo conocía el tema de las uniones, aunque no mucho. Su padre y su hermana son miembros de diferentes organizaciones sindicales, pero nunca fue un tema que trataron abiertamente. De todas formas, tomó la sugerencia con agrado y la compartió con otros compañeros y compañeras a ver qué opinaban. La idea fue acogida con entusiasmo. Pensaron que era lo necesario, lo correcto y lo urgente ante el escenario que enfrentaban.   

Sin embargo, ninguno se atrevía a hacer la llamada a la Unión. Un poco paradójico, pero es algo que sucede bastante. Ronaldo lo recuerda bien y reconoce que les daba cierto temor hacer la llamada y orientarse.  “Hasta para eso hay que atreverse”, dice Ronaldo ahora.   

Detengámonos un momento en ese aspecto, porque es importante anotar varios detalles.   

Lo que le sucedió a ellos y ellas no es raro y para nada reprochable. Ese miedo inicial es una constante en la historia de las campañas sindicales y no debe frustrar a nadie. Recordemos que, para muchos y muchas, el asunto de las uniones es algo totalmente nuevo en sus vidas. Quien recién se organiza sindicalmente enfrenta muchas cosas a la vez. Por ejemplo, el temor a la reacción del patrono, la reacción de los demás compañeros y compañeras e incluso a la de familiares que podrían desaprobar la opción por entenderla problemática. No menos importante, está el temor a tomar una acción que, por diversas razones, está demonizada en Puerto Rico. No exageramos al decir que, a pesar de las grandes aportaciones que han hecho las uniones a la historia del país y a la historia de la clase trabajadora, todavía su imagen y acciones son mal vistas por grandes sectores de la población.   

Al inicio hubo miedo, pero las ganas de combatir las intenciones del patrono fueron mayores y esas ganas se convirtieron en determinación. Ronaldo, junto a dos compañeros más, se atrevieron y llamaron a la USW para saber cómo podían ayudarles y cuáles eran los pasos certeros a seguir para frenar los abusos que ya el patrono comenzaba a imponer.   

Con una simple llamada comenzó una de las experiencias más determinantes de Ronaldo como trabajador del Hospicio La Guadalupe, pues se convirtió en uno de los líderes principales en la campaña de organización sindical.    

Si bien la decisión de unionarse es un gran acierto, el procedimiento para lograrlo fue uno bastante arduo. Sería ideal decir que el proceso de organización sindical fue uno tranquilo, sosegado y pacífico, pero mentiría porque, en el caso del hospicio, fue todo lo contrario. No obstante, es relevante resaltar esa realidad por varias razones. Primero, porque pone sobre el tapete la manera en que se llevan a cabo muchas de las campañas de organización sindical en la Isla. A pesar de tener protecciones en ley, quienes deciden unionarse deben prepararse efectivamente para asumir como parte del proceso la reacción del patrono y saber, junto a su Unión, responder a ella de manera audaz y certera. Segundo, porque superar con una victoria contundente una campaña hostil de parte del patrono evidencia la voluntad de los y las trabajadoras y su capacidad de cohesión interna, resistencia e inteligencia colectiva para sobrepasar escollos de esa naturaleza. Todo eso le brinda al grupo un gran aprendizaje, memoria histórica y un registro de lucha colectiva que sirve como una zapata sólida frente a futuros retos y embates.      

Lo primero que hizo el patrono, al enterarse que los y las empleadas ya estaban bien adelantadas en su proceso de organización, fue contratar un abogado antiunión (union busting). Esto es un detalle harto repetitivo en estos escenarios. Hay bufetes de abogados y abogadas que venden sus servicios únicamente para estas ocasiones. Basta escucharlos y leerlos una vez para saber que lo suyo es un disco rayado, pues siempre es lo mismo. Ronaldo recuerda el evento de la siguiente manera: “Fueron contratados para castigar, amedrentar y maltratar a los empleados porque vinieron de la forma más villana y hostil. Gritos, videos del Dupont Plaza y el relato demagogo de lo que hacen las uniones.” Para él, al igual que para los y las demás, se trató del libreto eterno sobre la inutilidad de las uniones. “Estaban jugando con la psiquis de nosotros”, agrega atinadamente el trabajador social porque realmente se trata sólo de eso. Un juego duro para que los y las trabajadoras desistan en su intento de unionarse.   

El patrono y sus abogados antiunión no contaron con un detalle importante. La persistencia de los y las trabajadoras en llevar a cabo su elección sindical, y escoger a la USW como su representante exclusivo, se había solidificado gracias al hecho de que la Unión los “vacunó” de antemano ante este tipo de campaña desesperada y agresiva. Es decir, la Unión advirtió puntualmente lo que el abogado antiunión haría y de tal manera lo neutralizó.  

Pero el patrono no se quedó ahí y apretó en su ataque. Recurrió a las represalias contra el liderato de la Unión en el hospicio, como un último intento para sembrar el terror. Hubo recorte de jornada y hasta despidos, pues el departamento de recursos humanos de la institución se sumó agresivamente a la campaña antiunión con un plan nefasto para atacar a todos y todas.  

Este tipo de represalias tan salvajes están pensadas para causar un efecto demoledor. Los patronos lo saben y las y los abogados antiunión también. Por eso las usan aun cuando evidentemente violentan la ley. Es el recurso del terror, el que estalla todo. A veces ese recurso tiene un grave efecto sobre la gente que se está organizando. Hay campañas sindicales que se paralizan y pierden empuje ante eso. Pero hay otras que, al contrario, ganan fuerza y tales eventos, aun siendo graves, funcionan como un incentivo adicional. Se enciende la llama de la indignación y eso se traduce en mayores ganas de ganar. Fue lo que ocurrió en el Hospicio La Guadalupe. Los y las trabajadoras siguieron adelante con su campaña, aceptaron el reto del juego sucio y ganaron su elección contundentemente para que al patrono le quedara bien claro a quienes se enfrentaba.  

Ante las represalias tomadas contra compañeros y compañeras, la Unión radicó cargos de prácticas ilícitas ante el National Labor Relations Board. Esta agencia federal examinó cuidadosamente estos casos y encontró violaciones a la ley por parte del patrono y sus abogados antiunión. Todas las acciones en represalia tomadas por el patrono fueron revertidas a favor de los y las empleadas afectadas. Fue otra gran victoria de los ahora miembros de la USW en el Hospicio La Guadalupe.      

Hoy día, los y las empleadas del hospicio cuentan con un Convenio Colectivo que les garantiza por escrito la seguridad de empleo, un sinnúmero de beneficios y un proceso adecuado para atender cualquier situación o decisión injusta que se tome contra la membresía. Sobre todo, cuentan con la confianza de tener una organización sindical que los respalda y que trabaja por un futuro próspero para los y las trabajadoras y sus familias.   

Ronaldo es el delegado general de los USW en el hospicio. Lo que comenzó como un atrevimiento, una llamada telefónica y una simple reunión se ha convertido en toda una práctica de activismo sindical muy cónsona con su vocación de trabajo social por el bienestar de la gente y su país. Sus compañeros y compañeras cuentan con él y viceversa, porque juntos son la Unión y luchan para que su empleo sea cada vez mejor.   

*Este artículo forma parte de un trabajo de historia oral que realizó la United Steelworkers en Puerto Rico, con trabajadoras y trabajadores en todos sus talleres representados.


Sobre Josué Montijo
Josué Montijo

Josué Montijo (1975, Ponce) es escritor e historiador. El sepulturero de mi padre (Ediciones Laberinto, 2022) es su libro más reciente.


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