por Juan Camacho

El aislamiento social, el alto a la producción industrial, el descenso en la circulación de vehículos de motor, la restricción del tráfico aéreo, entre otras medidas implantadas para enfrentar el Covid-19, no solamente han sido acciones beneficiosas para la salud de las personas, sino también lo han sido para la salud del planeta. Esto ha producido menos contaminación, aguas más limpias, cielos más claros y hasta una “declaración de tregua” de parte de los animales.

Imágenes de satélites demuestran que se han reducido las emisiones de dióxido de carbono (CO2),  en las principales ciudades del planeta. Un portal del Centro de Investigación en Energía y Aire Limpio (ONU), indica que en un período de sólo tres semanas China emitió 150 millones de toneladas métricas (tmt) de CO2 menos, que durante el mismo período del año pasado, lo que equivale a todo el dióxido de carbono que emite una ciudad como Nueva York durante un año.

Otro escenario significativo para el medio ambiente, además de la disminución del CO2, ha sido el avistamiento de animales silvestres por las calles de grandes ciudades. Así, la prensa nos reporta un puma merodeando por las calles de Santiago (Chile); jabalíes en calles de Barcelona (España); delfines nadando en las costas de Cagliari (Italia); patos caminando tranquilamente por calles de Paris (Francia); jaguares, tortugas laudes, hocofaisanes y hasta cocodrilos exhibiéndose por sectores turísticos de Cancún y Riviera Maya (México).

En Puerto Rico hemos observado escenarios parecidos, que van desde la toma por las palomas de la calle del Cristo y Fortaleza, hasta el avistamiento de un grupo de manatíes en la Laguna del Condado, peces de colores en aguas cristalinas de Cayo Aurora (Guánica) y playas limpias.

Sin duda alguna, la pandemia nos ofrece una oportunidad de reflexión que no podemos eludir.  Es necesario cobrar conciencia del grado de deterioro al que hemos empujado al planeta.

* El autor es ambientalista y líder comunitario.

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