Cincuenta y un años no son poca cosa

Cincuenta y un años no son poca cosa
Pedro Rubén Bonilla Santiago, lleva 51 años como empleado de la misma compañía y como miembro de la Unión.

Cincuenta y un años lleva Pedro Rubén Bonilla Santiago trabajando para la compañía NCR. Leyó bien: cincuenta y uno. Son muchos, Pedro lo sabe y presume dicha cantidad como quien lleva una medalla que pocos y pocas ostentan.    

A Pedro le gusta su trabajo. Es un técnico especializado en máquinas de transacciones electrónicas, colocadas en restaurantes, supermercados, tiendas y otros sitios de venta. Si has ido al supermercado y tus compras son leídas por un scanner, pues es el tipo de máquinas que Pedro atiende. La compañía para la que trabaja lidera el sector por más de 100 años.  

Se mantiene trabajando porque, a sus setenta y un años, se siente capaz, fuerte y con ánimos para continuar. Además, y esto es crucial para entender sus motivaciones, piensa que optar por el descanso, aunque tentador, sería nocivo para su salud y bienestar. Hay personas que siempre están en movimiento y ocupadas porque eso les beneficia. Personas que le huyen a sentarse en una mecedora y pasar sus días descansando. Pedro es una de ellas.   

A Pedro le encanta hacer cosas. No sólo le agrada trabajar, sino emplear su tiempo para aprender y expandir sus conocimientos. Al momento de entrevistarlo, comenta que acaba de completar una certificación de mecánico para motores pequeños. No para dedicarse a ello, advierte rápidamente, sino porque le interesó mucho el tema, se lo propuso y cumplió la meta. Luego, completará otra certificación para arreglar generadores y más tarde una de motoras. Según nos revela, así ha sido durante toda su vida. Desde bien joven, y criándose en la ciudad de Nueva York, aprendió a hacer muchas cosas y a trabajar duro para ayudar al sostén de su familia. Comenzó a los dieciséis años con su primer trabajo formal, en una fábrica de luces para alarmas. Tanta era la necesidad en aquel entonces que hasta se perdió su cuarto año de escuela superior y tuvo que repetirlo más tarde para preservar, precisamente, su trabajo en NCR.  

Por curiosidad y amor a la música aprendió a tocar el violín y lo practicó hasta que un accidente en su dedo índice de la izquierda se lo impidió. También fue DJ en varias discotecas. Incursionó en la ingeniería de sonido. Practicó la fotografía digital y análoga, revelando sus fotos en un laboratorio que tenía en su hogar, y como esas varias cosas más. De hecho, Pedro es un veterano de guerra que sirvió en Vietnam, con la Fuerza Aérea de los Estados Unidos.   

Es un fajón y lo ha demostrado en tantísimas ocasiones. No rehúye a la hora de nuevos retos ni a los obstáculos que surgen en el camino. Y su historia personal puede mirarse y narrarse desde diversos ángulos. Sin duda, cada cual aportaría una valiosa porción.   

Por ejemplo, puede narrarse su historia como el hijo de migrantes que comenzó a trabajar a temprana edad en la ciudad de Nueva York, aportando a la economía hogareña y a la idea de un mejor futuro.    

También como la de un joven que, temprano en la vida, sufrió el racismo por ser latino. Pedro rememora que en la escuela de técnicos de NCR, finalizando la década de los sesenta, se la pusieron muy difícil y desventajosa. Tanta era la carga en su contra que hasta uno de sus maestros aprovechaba cada vez que él entraba al salón de clases para tocarle una marcha funeral. Por supuesto, en claro desprecio a su presencia por ser un joven puertorriqueño, entre tanto blanco norteamericano. Pedro no la pasó bien bajo esas circunstancias, pero persistió y, a pesar de todos los escollos que le pusieron, logró completar sus estudios y ganarse un puesto en NCR.   

Igualmente, su historia puede ser mirada bajo la óptica del joven trabajador seleccionado para ir a la guerra de Vietnam. Fue y vino. Al regreso, y a pesar de la promesa y lo establecido por ley, le dijeron que no tenía trabajo y se vio en la calle después de la guerra. Pedro logró su reinstalación laboral mediante un caso llevado por la oficina de asuntos del veterano. Fue una gran victoria que le hizo justicia.   

Podemos mirar la historia de Pedro como la del trabajador que va desarrollándose en la industria tecnológica y puliendo cada vez más sus conocimientos y destrezas. A la par, da cuenta de las transformaciones que experimenta todo ese campo laboral, las máquinas, sus tecnologías y la forma de hacer el trabajo. Pedro ha visto y vivido mucho. Recordemos, son cincuenta y un años de trabajo.   

Sin embargo, una de las cosas que destaca él cuando nos cuenta sus experiencias es la manera en que, durante todo ese tiempo, las condiciones laborales y las leyes que aplican a los y las trabajadoras han cambiado dramáticamente. Este es uno de los asuntos que, a su juicio, afecta al país en la actualidad. El desmantelamiento de la legislación laboral, por la intromisión directa de las grandes corporaciones en la gestión pública y en las reformas laborales, impacta brutalmente a las trabajadoras y trabajadores de la empresa privada que no están unionados. “Cada vez son menos derechos y más abusos de los patronos, sobre todo, en las megatiendas y las de comida”, nos dice Pedro cuya única hija trabaja a tiempo parcial en un establecimiento de comida rápida, mientras completa sus estudios universitarios en veterinaria. Es decir, su larga experiencia le ha servido a este trabajador para desarrollar una conciencia clara sobre las necesidades de los y las trabajadoras y cómo esas necesidades van desapareciendo de las agendas de aquellas administraciones gubernamentales que favorecen a los grandes intereses económicos.     

Cincuenta y un años lleva Pedro trabajando e igual número siendo unionado. Esa es otra de las perspectivas que ofrece su historia y aquí la resaltamos.   

Cuando Pedro entró a trabajar en NCR, en la ciudad neoyorquina, la plantilla de trabajo estaba representada por la International Brotherhood of Teamsters, conocida localmente como la Unión de Tronquistas. Gozaba de un convenio colectivo y participó de varias huelgas durante los nueve años que laboró en esa ciudad. A principios de la década de los ochenta, y tras varias visitas a la Isla, Pedro habló con el gerente de NCR en Puerto Rico para expresarle su interés de trabajar acá. La buena reputación de Pedro como técnico coincidió con el hecho de que NCR estaba desarrollando unos proyectos de modernización del equipo utilizado en varias cadenas de supermercados en toda la Isla, así como en tiendas por departamentos en los centros comerciales del área metropolitana.      

Sabiendo que acá se le abría una oportunidad y lo necesitaban, Pedro comunicó a su jefe en Nueva York el deseo de mudarse a Puerto Rico. Éste último le dijo que debía renunciar para poder venir y Pedro así lo hizo.  

Ya en la Isla, supo que la Unión que representaba a los y las trabajadoras de NCR no era la misma que en Nueva York. La de acá se llamaba BRAC y no gozaba del agrado de la plantilla de trabajo. Pedro se topó con eso y participó del proceso para cambiar la Unión a una que brindara mejor servicio y representación a su membresía, que tuviera la estructura necesaria para ello y que realmente implantara respeto ante la gerencia. Por eso eligieron a los United Steelworkers (USW) como su nueva Unión, la cual prevalece hoy día.   

Sobre su experiencia como unionado y miembro de la USW, Pedro podría decir mucho. No obstante, resalta algunas experiencias que, a su parecer, ponen en justa perspectiva la importancia de contar con una Unión como la suya.  

Para cuando expresó el deseo de mudarse a Puerto Rico, su jefe en Nueva York jamás le dijo que él tenía derecho a pedir una transferencia de lugar de trabajo. En cambio, y de muy mala fe, lo obligó a renunciar y eso implicó que Pedro “perdiera” los nueve años de antigüedad y de retiro que tenía acumulados. Una mala jugada, sin lugar a duda. Así que, tan pronto se enteró que podía reclamar esos nueve años, Pedro fue a su nueva Unión para orientarse apropiadamente y someter la debida reclamación. Había pasado tiempo desde su llegada a Puerto Rico, pero su reclamo seguía siendo legítimo y más con las disposiciones de protección que establecía el convenio colectivo negociado por la USW. Junto a la Unión, ganó su caso y logró que NCR le adjudicara debidamente los años trabajados en Nueva York. Esta también fue una gran victoria para él como trabajador unionado.  

Otra experiencia que vivió fue una amonestación disciplinaria que le dio su patrono por un incidente casual. Resulta que una mañana Pedro se dirigía a su trabajo y se le explotó una goma del carro. Algo normal, que a todos y todas nos puede pasar en cualquier momento. Por razón del incidente llegó varias horas después a su trabajo y su supervisor le notificó que estaba obligado a cargar esas horas de tardanza a sus vacaciones o a su licencia por enfermedad. Según su convenio colectivo, ante una eventualidad de esa naturaleza procedía que, en todo caso, se le descontara al empleado las horas que se tardó en llegar, asunto que el propio Pedro reclamó. Pero el patrono insistió en que debía cargarlo a alguna de las mencionadas licencias, asumiendo una posición no sólo improcedente sino caprichosa. Pedro se negó y, entonces, le dieron una amonestación adicional que buscaba sancionar e imponer un castigo ejemplar para todos los demás.  

El convenio colectivo de NCR provee el mecanismo de quejas y agravios. Este procedimiento le permite al unionado o unionada impugnar cualquier acción disciplinaria o decisión injusta que el patrono le imponga. Así lo hizo Pedro. Llamó a su Unión y levantó una queja. El patrono insistió en su postura, pero Pedro y la Unión decidieron llevar este asunto hasta el último recurso que establece el convenio que es el procedimiento de arbitraje. Esta instancia significa que un ente imparcial, usualmente del Departamento del Trabajo, examina el caso, las pruebas provistas por las partes y toma una decisión sobre la controversia que ambas partes tienen que acatar. Allí Pedro fue representado por oficiales y abogados de la Unión y al final prevaleció lo que él mismo sostenía desde un principio. El patrono no pudo obligar al empleado a descontar esa tardanza de una licencia que, según el propio convenio y la ley, está diseñada para unos fines muy particulares. Demás está decir que la sanción fue removida de su expediente personal.  

Pedro vivió otros escenarios que igual pusieron a prueba sus derechos, conquistas y la importancia de tener una Unión que proteja tus derechos en el trabajo. En cierto momento, NCR pasó a ser parte de AT&T y esto generó desconfianza en la membresía. Se pensó que vendrían cambios, sobre todo en lo relacionado a la representación de la Unión, los derechos y beneficios. La Unión hizo las gestiones para clarificar y preservar el estado de derecho, mantener la representación sindical de la USW y el convenio colectivo tal como estaba. Esto significó alivio y seguridad para la plantilla laboral.     

Por otro lado, Pedro menciona lo ocurrido en relación con su plan de retiro y la intención de NCR de cambiar la administración de éste. La movida, para abaratar costos, fue asumida como peligrosa para la membresía. NCR quiso imponer su decisión, pero con la Unión le pusieron un detente. Tras analizar las implicaciones del cambio, el grupo lo llevó a votación interna y decidieron mantenerlo según estaba. El patrono tuvo que aceptar dicha decisión.   

Cincuenta y un años como empleado de la misma compañía y como miembro de la Unión no son poca cosa. Pedro lo dice con total seguridad. Por eso cree importante contar con una Unión, con un convenio colectivo y la representación adecuada cuando se requiere. Jamás se ha sentido discriminado, responde al preguntársele. Tiene la Unión, tiene sus derechos, tiene sus beneficios, tiene la protección y tiene la firmeza de plantarle cara a las situaciones adversas, tal como ha hecho durante toda su vida. Lo hace porque USW le cubre su espalda en todo momento.     

*Esto es parte de un trabajo de historia oral que realiza la United Steelworkers en Puerto Rico, con trabajadoras y trabajadores en todos sus talleres representados.  


Sobre Josué Montijo
Josué Montijo

Josué Montijo (1975, Ponce) es escritor e historiador. El sepulturero de mi padre (Ediciones Laberinto, 2022) es su libro más reciente.


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