Boicot

Boicot

Desde el momento en que el Presidente de los Estados Unidos en el mes de enero de 2017 dio curso al deseo de decenas de miles de personas en Puerto Rico, Estados Unidos y todo el mundo, de que se excarcelara a Oscar López Rivera, dicho puertorriqueño ha sido objeto de loas, de críticas y de invitaciones a celebraciones y homenajes a partir de la fecha de su libertad plena  el 17 de mayo de 2017. Uno de los homenajes a los que ha sido invitado ha correspondido al  Desfile  Puertorriqueño en la ciudad de Nueva York, que se ha  celebrado  todos los años en esa ciudad durante el segundo fin de semana de junio a partir del año 1958.

La parada no es únicamente un evento cultural. Es también un evento social ante la participación y los festejos por parte de  tantos puertorriqueños de la diáspora y de la Isla, y también es un evento de carácter político. Si tiene alguna duda de ello,  tome nota de cuántos políticos puertorriqueños, partiendo de los alcaldes, tanto del Partido Popular Democrático (PPD)   como del Partido Nuevo Progresista (PNP),  se han montado en un avión con integrantes de sus gobiernos municipales año tras año para unirse al Desfile. Y quien piense que tras ese viaje no hay consideraciones políticas vive de ingenuidades. Es también una actividad de carácter económico y comercial, ante  quienes viajan a Nueva York para participar en la actividad e invierten dinero en ello, así como también lo que se gasta en la preparación y celebración del Desfile y los auspicios que se obtienen por parte de compañías que desean participar de esa forma en el mismo. Por supuesto, esos auspicios tienen el propósito de que los participantes en la Parada se identifiquen con esa intervención comercial, de manera tal que quienes la vean y aprecien se identifiquen con los  productos y servicios tras los auspicios con el propósito de que a su vez patrocinen los mismos.

La invitación por parte de los dirigentes del Desfile a Oscar López Rivera y la forma en que se le ha caracterizado como un héroe  boricua, así como sus manifestaciones públicas a partir del 17 de mayo pasado en el ejercicio de su libertad de expresión, ha generado una tempestad de declaraciones a favor y en contra de muchas personas en el ejercicio de esa misma  libertad de expresión. Parte de esas expresiones ha incluido un ataque a la persona de Oscar López Rivera, a través del cual se le tilda de terrorista. Dicho ataque ha incluido el uso de la  presión pública para que las entidades comerciales que auspician el Desfile retiren su apoyo al mismo porque  las mismas  no deben favorecer a aquellas personas que hacen uso de la violencia y del terror. Al hacer uso de esa presión en el ejercicio de la libertad de expresión, quienes se oponen a la figura de López Rivera tratan de promover una forma de lucha política, económica,  social y cultural, y la misma se le conoce como el boicot.

Si Oscar  López Rivera es o no un terrorista, es materia de otro escrito. En éste atendemos la forma de expresión del boicot, dado el efecto que la presión pública  ha tenido sobre empresas que han decidido retirar su endoso al Desfile y en particular   Coca Cola, AT&T, Goya, Jet Blue, Corona, los Yankees de Nueva York y las cadenas de televisión NBC y  Univisión.

El Diccionario de la Real  Academia Española define la palabra boicot como   la acción que se dirige contra una persona o entidad para obstaculizar el desarrollo o funcionamiento de una determinada actividad social o comercial. Cuando dicha acción parte de la deliberación de una persona que decide por unos principios o valores no auspiciar alguna actividad u organización política, económica, comercial, social o cultural, su decisión constituye un ejercicio de libertad de expresión. Es un ejercicio de conciencia.  ¿Lo es también cuando una empresa comercial decide retirar su auspicio a determinada actividad socio económica, política, comercial o cultural?

Partiendo de la historia de las empresas que han retirado su endoso a la Parada, consideremos a qué se dedican. Cada una de ellas tiene un propósito particular. Dicho propósito no corresponde a velar por la salud, la educación, la alimentación o el bienestar de la comunidad en general, ni la lucha por la justicia, por la libertad, o  por los derechos humanos en general. El propósito de cada una de ellas es el de ganar la mayor cantidad de dinero posible a través de la venta de los bienes y servicios que producen. Por eso, como indicamos antes, han auspiciado el Desfile en el pasado, para promover sus productos y servicios y para que los puertorriqueños se identifiquen con sus marcas y además compren lo que ofrecen. Después de todo los puertorriqueños constituyen un mercado de más de seis millones de adultos en y fuera de Puerto Rico con dinero para gastar. No han auspiciado la Parada por algún propósito noble, altruista o patriótico. Es por dinero. Y por dinero retiran su endoso al Desfile, por el miedo a que se les identifique con una figura que para algunos es negativa, y porque esa identificación negativa provoque una  pérdida mayor  en sus  ventas que   las ganancias que el auspicio por parte de los puertorriqueños les pueda generar. Es el  ejercicio de un boicot y  de una libertad de expresión  que nada tiene que ver con principios, con valores, con un sentido patrio o con unos pensamientos u objetivos morales. Por eso  quien toma decisiones solamente a base de un ánimo de lucro y exclusivamente para ganar la mayor cantidad de dinero posible, ni hace falta ni sobra en una celebración de la puertorriqueñidad. Tampoco merece nuestra decepción, nuestra insatisfacción ni nuestra pena, más aun si  al tomar esa decisión lo hacen escuetamente sin  revelar públicamente las bases ideológicas  que motivan su decisión.  Cuando la razón es de índole política, económica, social o cultural, y  no se  expresa de forma franca, honesta y abierta al público en general, se le ve la costura a la hipocresía de esas empresas. Demuestran  que el único interés por Puerto Rico y por los puertorriqueños es el dinero.

Según reporta Noticel en una nota del 26 de mayo de 2017, el Senador puertorriqueño del distrito 32 del Condado del Bronx, Rubén Díaz, expresó que cuando los directores del Desfile designaron para el mismo a Oscar López Rivera “Héroe Nacional de la Libertad”, trataron de imponer sus ideales políticos y de usar el Desfile como un vehículo para dicho objetivo ocasionando una división en el pueblo puertorriqueño y un daño irreparable.  Le tenemos que recordar al Senador que en el año 2000 se le dedicó el Desfile al Pueblo de Vieques ante su lucha contra la Marina de los Estados Unidos y sus bombardeos a la isla por tantas décadas y a don Pedro Albizu Campos, quien nunca descartó la lucha armada para liberar a Puerto Rico. No obstante esa dedicatoria hace 17 años, el Desfile ha seguido celebrándose año tras año, y en aquel entonces, no obstante las luchas del Nacionalismo puertorriqueño que incluyeron un ataque al Congreso de los Estados Unidos y un atentado contra el Presidente Harry S Truman, no hubo el revuelo de presión de algunos sectores del público ni el retiro del auspicio de la parada por empresas comerciales. Esto demuestra que cuando se trata de actos de reafirmación nacional,  aunque sean actos de carácter cultural, todo es político, como político es también el retiro de un auspicio aunque sea por razones estrictamente  económicas, por no perder ventas. Es también un acto político porque  favorecer el estado en el que se encuentran las cosas, es decir, lo que en latín se conoce como el “status quo”, aun cuando sea con el propósito de promover la unidad de la familia puertorriqueña, es una manera de callar la insatisfacción de aquellos que no están de acuerdo con el estado en el que se encuentran las cosas. Recordemos además que la promoción de la unidad de la familia puertorriqueña a base de cogernos las manos y querernos y amarnos olvidándonos de la política que nos divide,  ha sido desde el 1898 una  mentira utilizada para mantenernos divididos dentro del marco de una relación colonial,  que ha quien único ha favorecido ha sido a los intereses políticos, financieros y comerciales de  los norteamericanos y de quienes aquí  se han prestado para administrarles sus asuntos.

Finalmente, ante esta controversia hay que tomar nota de lo expresado por el representante del PNP en la legislatura en una columna escrita por él en El Nuevo Día del 26 de mayo de 2017. La misma se titula “Oscar López no me representa”.  En ella el representante expresa al caracterizar a Oscar López Rivera como una de las figuras más polarizantes (sic) en nuestra sociedad lo siguiente  y citamos: “Quizás al cumplir una sentencia de cárcel, para algunos sea sinónimo de “pagar”  por faltas a la sociedad. Sin embargo, para mí es importante … el arrepentimiento que muestre el individuo por su acciones. En este caso, López nunca ha pedido perdón a sus posibles víctimas o familiares de estas. Jamás ha mostrado algún grado de arrepentimiento.”  Es interesante notar cómo el propio representante no está seguro de que haya  habido alguna víctima ante cualquier acto llevado a cabo por  López Rivera. Se refiere en ese texto a “posibles” víctimas. Tampoco explica cómo una persona se puede arrepentir de la posible consecuencia de un posible acto que provoque una posible víctima. Obvia además el representante,  que suponemos es un férreo defensor de la ley y el orden y del sistema de justicia federal del país cuya ciudadanía venera y del cual quiere que su territorio forme parte como estado, que el Sr. López Rivera nunca fue encontrado culpable por acto de violencia alguno en ningún tribunal y tampoco por haber causado daño a persona alguna. ¿De qué daño o víctima se tiene que arrepentir entonces Oscar López Rivera? Y hablando de arrepentimientos, suponemos además que el representante Aponte es un estudioso de la historia de los Estados Unidos de Norteamérica y que además se debe saber al dedillo la historia de su Revolución desde la noche en que unos residentes de la ciudad de Boston como un acto de desobediencia civil no pacífica escalaron unos barcos y arrojaron los embarques de te a las aguas de la bahía de la ciudad,  hasta el día en que el gobierno  británico después de rendirse  ante el ejército revolucionario dirigido por el General George Washington firmó el tratado de paz en 1783. Ante su conocimiento de esa historia le preguntamos entonces al representante cuántos actos de arrepentimiento hay reportados en ella no solamente por el liderato revolucionario, a saber, Washington, Alexander Hamilton, Benjamín Franklin, Thomas Jefferson, Samuel Adams, Paul Revere, etc… pero también por los milicianos que formaron parte del ejército revolucionario, ante sus víctimas, que las hubo, y  muchas que no querían formar parte del conflicto. ¿Cuántos actos de arrepentimiento hubo ante los colonos que no querían formar parte del conflicto y que perdieron su propiedad, su seguridad o algún ser querido? ¿Cuántos monumentos de arrepentimiento hay construidos a lo largo y ancho de las trece colonias originales, por no decir en todo el país? Lo que sucede es que cuando de arrepentimientos se trata, los espejuelos a través de los cuales el representante ve las cosas, están empañados por la perspectiva de que la única lucha por la autodeterminación que merece respeto, es la norteamericana y no la de su propio país, que aunque caracteriza como colonia de los Estados Unidos, no se atreve a dar a respetar, no importa cuánto el “americano” lo desprecie, lo ignore, lo niegue, y escribo “americano” entre comillas,  porque dentro del marco de su arrogancia, esa nación se ha  apropiado de una palabra que se refiere a todos los que vivimos en las Américas, desde la Bahía del Hudson en Canadá hasta  la Tierra del Fuego en el sur de Chile y Argentina.  Por eso, señor representante y por si acaso usted tiene la oportunidad de leer esta columna, usted  es también una figura polarizante y  tampoco me representa.

Roberto O. Maldonado Nieves

Romn1960@gmail.com


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